Crónicas: Un Viaje Dimensional

CAPÍTULO 31: DESPEDIDA, PROMESAS

Estallé de júbilo, salté y abracé a mis amigos, Alberto corrió hacia nuestro equipaje.

—Tomen todo lo que consideren importante —ordenó. Me apresuré en hacerle caso cuando una escena me detuvo.

Jesús estaba de rodillas abrazando a Mikel, quien intentaba controlar sus lágrimas. Por otro lado, Naythiry estaba sentada en una piedra y Miguel estaba frente a ella. En silencio, me acerqué a Alberto y Alonso que estaban sacando sus cosas. Los empujé con cuidado para que vieran lo que estaba pasando.

Preparamos las cosas que llevaríamos en silencio, intentando darles espacio para que se despidieran, la felicidad que sentía desapareció, el ambiente se puso incómodo.

Christian se había sentado en una roca cerca del portal, al parecer estaba listo para partir, cuando me disponía acercarme a él, una mano me tomó por el hombro.

—Ahora si llegó el final del viaje ¿verdad? —preguntó Izmar mirando el suelo.

—Mi viaje ha llegado a su fin en Agregord —contesté tomando su barbilla, obligándola a mirarme— pero, así como mi viaje continuará en mi mundo, el tuyo puede continuar aquí. —Izmar tenía los ojos inundados de lágrimas—. Puedes seguir viajando.

—No tiene sentido seguir.

—Encuentra tu propio sentido —le dije abrazándola con fuerza—, te prometo que no te arrepentirás si decides avanzar.

Correspondió mi abrazo, y empezó a llorar con fuerza, susurrando que lo intentaría.

Me alejé de ella para poder caminar. Llegué junto a Christian, que se encontraba conversando ya con Alberto y Alonso.

—Eso fue rápido —bromeó—, pensé que te pondrías en modo “magdalena”.

Izmar se acercó a Alberto y lo abrazó con fuerza, a pesar de las diferencias que habían tenido esos dos, su amistad se había hecho fuerte. Alberto le dio algunos consejos más sobre el control de fuego, lo que hizo que el humor de Izmar mejorara un poco.

Nos quedamos sentados mirando la despedida de los demás. La más desgarradora fue la de Jesús y Mikel que no dejaban de abrazarse, y ella no dejaba de llorar.

—Podría apostar que Jesús se queda —comentó Alonso.

—¿Qué quieres apostar? — le preguntó Alberto.

—Obediencia absoluta por una semana —propuso.

—Es una apuesta —Alberto le estiró la mano y Alonso la aceptó sonriendo.

—Jesús aún no ha decidido si vendrá con nosotros, recuerda que el tomaría la decisión cuando abriéramos el portal —comenté.

—Ya tomó su decisión —contestó—, de otro modo no se estaría despidiendo tanto tiempo.

Esa observación hizo que Alonso perdiera la sonrisa y Christian soltó una fuerte risa. Por otro lado, Miguel y Naythiry seguían en la misma posición, ella sentada en una roca y él frente a ella, con una mano entrelazada. Estaban conversando, pero no podíamos oírlos a esta distancia.

—Creo que ella no siente lo mismo que él —dijo al fin Izmar.

—¿Verdad? —continuó Christian—, lo trata como si fuera un premio de consuelo ¿o no, Jared?

—A mí me parece que si está muy enamorado de ella.

—No te hagas el payaso, estamos hablando de lo que puede sentir Naythiry —refutó Alberto.

—Supongo que mantendrá la farsa hasta que se vaya —comentó Izmar.

—No es una farsa, ella de verdad lo quiere —afirmé.

Después de un buen tiempo Jesús se levantó, tomó la mano de Mikel y se acercó a nosotros.

—¿Tomaste una decisión? —pregunté cuando estuvieron cerca.

—Sí, pero necesito que me hagan una promesa. Cuando terminemos con el hechicero en nuestro mundo; y si sobrevivo —Mikel apretó su mano y escondió su rostro a un costado de Jesús—, los que sobrevivan, me ayudarán a volver aquí. Sin importar el tiempo que nos demore, esa será su prioridad.

—Te lo prometo —dije estirando mi mano, él la tomó con fuerza—. Será mi prioridad.

Los demás hicieron lo mismo, en ese momento Mikel soltó la mano de Jesús y abrazó a Christian.

—Por favor, hermano —le dijo entre llantos—, no permitas que le pase nada, regrésalo a mi lado sano y salvo.

—Te lo juro —contestó abrazándola—. Por mi vida —dijo al final alejándola un poco para verla a los ojos y repitió—: te lo juro por mi vida.

—Umm —carraspeó Miguel— ¿Ya es hora de irnos? —Miguel se había acercado a nosotros mientras le hacíamos la promesa a Jesús.

—Supongo que sí.

—Entonces, volveremos todos —comentó Alonso, a lo que afirmamos con la cabeza.

—Carga mis cosas —ordenó Alberto sonriendo con satisfacción, Alonso de mala gana aceptó.

—Perdió una apuesta —le expliqué a Jesús.

—No —dijo Naythiry tomando con fuerza la mano de Miguel—, no dejaré que lo lleven.

—No lo estamos llevando —contesté—, él viene por decisión propia.

—Por favor no hagas esto —le suplicó Miguel—. Ya lo hemos hablado, cuando todo termine volveré.




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