Crónicas: Un Viaje Dimensional

CAPÍTULO 34: DECISIONES

Hoy tenía el día libre en el hospital, eran aproximadamente las diez de la mañana, así que salí a tomar mi desayuno. Ya había equipado el departamento con las cosas más importantes como era la congeladora, la cocina y una mesa; a decir verdad, estaba completo, tenía mis muebles en la sala y mis estantes en la cocina, pero ese día me sentía desanimada. No quería ni despertar, pero lo mejor era salir de ahí y no regresar hasta la noche. No tenía ganas de ver, ni hablar con nadie. Hoy se cumplían dos años desde que los familiares de Jared y los de sus amigos se habían dado por vencidos, hoy se cumplían dos años del velorio y el entierro simbólico que les hicieron.

Recordarlo me provocaba un dolor en el pecho y no podía contener mis lágrimas. Era muy doloroso; todavía no quería aceptar que estaba muerto y nunca lo haría. Recordé cuando me pidieron que dijese unas palabras por Jared. No pude decir nada, tenía un nudo en la garganta y lo único que pude emitir fue que no estaba muerto. Salí corriendo de ese lugar, y hasta ahora no lograba entender cómo pudieron haberse dado por vencidos, como pudieron dejar de buscarlos. Había muchos lugares donde podían estar y lo más probable era que no pudiesen volver por culpa de lo que pasó ese día. Lo extrañaba demasiado.

Traté de recomponerme mientras terminaba mi desayuno, pero solo pude darle unas mordidas al pan y tomar algo de jugo; mi estómago no quería aceptar más comida; así que me levanté y me metí a la ducha. Me tomé mi tiempo para bañarme, nada me apuraría ese día, cuando salí del baño ya eran las once de la mañana; aún seguía sin tener hambre. Me dispuse a cambiarme, cogí un par de jeans, un top pequeño blanco, una blusa abierta marrón, mi ropa interior y medias, y mis zapatillas. Cuando terminé de arreglarme salí al patio de lavandería y me apoyé en la baranda. La ciudad había cambiado tanto que seguramente Jared no la reconocería, pero era lógico; en dos años y siete meses las cosas habían dado un giro de ciento ochenta grados. Todo estaba cubierto de árboles frondosos y verdes, prácticamente no se veía el pavimento. Los edificios sobresalían entre las arboledas; lo que alguna vez había sido una ciudad urbana, ahora era un bosque. El aire que se respiraba era más puro, mucho más limpio, de todo, podría decir que eso había sido lo único positivo. Todo ese tiempo sin saber nada de Jared, me preguntaba dónde estaría; el dolor volvió a invadirme haciendo que mis lágrimas volvieran a correr.

—No debí ponerme maquillaje —dije para mí misma. Traté de recomponerme mientras me enjugaba las lágrimas.

La muralla que rodeaba la ciudad estaba terminada, había torres de seguridad cada cierto tramo; la gente estaba más tranquila y ya no había muchos desmanes, había bastantes campos de cultivo y granjas de animales. Los militares mantenían el orden en la ciudad y evitaban que las bestias ingresaran. Todo estaba mejor organizado, y gracias al invento de Augusto, podíamos mantener a raya a las criaturas.

Los hermanos de Jared trabajaban junto con Augusto para la mejora de las defensas. Casi todo el mundo tenía ocupaciones; era algo bueno; había un grupo de militares que salía de la ciudad para intentar llegar a otros pueblos; ya que no había comunicación con ellos. Las torres de señal de las radios se habían dañado o habían sido destruidas, por suerte, dentro de la ciudad aún se mantenía la comunicación y la luz no faltaba, aunque para lograrlo, se tuvo que cambiar todo el cableado eléctrico, lo que se llevó varios meses. Sin embargo, Sebastián, quien era el capitán de defensa de la muralla, me dijo que estaba empezando a bajar la potencia. Uno de estos días tendría que formar un batallón para revisar lo que estaba pasando; ya que, sin electricidad, la ciudad estaría indefensa y todo volvería a ser un caos.

Volví a entrar a mi departamento, cogí una mochila y la llené de fruta y agua; siempre me daba hambre cuando iba al lugar de la desaparición; me la puse en la espalda y bajé.

Abajo la gente me saludó. Ya me conocían todos ahí, puesto que había atendido a la mayor parte de ellos. Había dos chicos que no dejaban de insistir. Siempre intentando alagarme con palabrería barata como que estaba hermosa, y que no se darían por vencidos hasta que los aceptara. Eso me hacía mucha gracia; nunca les contestaba y seguía de largo. Cabalgué en el caballo que me habían regalado; era una yegua y la nombré “princesa”. La gente ya se había adaptado a este nuevo mundo. Por suerte había sacado un sombrero, pues el sol estaba intenso ese día, y el cielo completamente despejado.

Al cabo de unos minutos llegué a mi destino, todo estaba igual; un arenal completo y en el centro seguía el departamento destruido de Christian. Se decía que era tierra muerta, ya que habían tratado de sembrar ahí, pero nada crecía y el agua se evaporaba. Por eso nadie se acercaba al sitio, incluso; al principio; Princesa se sentía incómoda al venir. Ahora ya estaba acostumbrada, siempre se quedaba en el mismo lugar, bajo la sombra. Me bajé y lo amarré a un fierro que sobresalía de la estructura destruida. Era mejor prevenir, pues no quería regresar a pie. Subí con cuidado las escaleras y me acerqué adonde siempre iba.

—Bueno, ya estoy de nuevo aquí. —Tenía la costumbre de ir y pretender que le estaba contando las actualizaciones a Jared. Le decía todo sobre mí, y lo que estaba pasando en el mundo; o lo que lograba enterarme—. Sé que debes estar molesto porque hace más de quince días que no he venido a hablar contigo, pero estuve demasiado ocupada —suspiré y tomé asiento en una silla, dejé las flores al lado de una foto que había llevado de él.

»Han vuelto los excursionistas para ver si podemos viajar a otras ciudades, así que como entenderás, volvieron muchos heridos —dije mientras mis ojos se empezaban a humedecer—. Lo bueno es que han vuelto todos —respiré profundo y me arrodillé delante de la foto—. Te extraño Jared, te extraño demasiado. —Sin poder contenerme empecé a llorar— ¿Por qué tenías que irte?, hubiéramos podido vivir juntos, podíamos estar juntos. —Sabía que no había nadie en ese lugar así que no me contuve, y dejé que mis lágrimas salieran sin parar—. Hoy se cumplen dos años Jared, dos años desde que todos se rindieron y dejaron de buscarte —balbuceé llena de rabia y dolor— ¿Por qué Jared? ¿Por qué tenías que desaparecer?




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