Mientras las balas llovían sobre nosotras, la Comandante Valentina y yo nos encontrábamos detrás de unos muros desgastados. El sonido ensordecedor de los disparos llenaba el aire, y podíamos sentir el viento de las balas rozando peligrosamente cerca.
Mi corazón latía con fuerza mientras me agachaba junto a la Comandante. Miré hacia ella y en medio del caos, le dije: "Es hora, Comandante. ¡Activa los hilos paralizantes!".
La Comandante asintió y, juntas, activamos los hilos. Un resplandor azul se extendió a nuestro alrededor, y en un instante, la lluvia de balas se detuvo abruptamente. Cada memoria especial en mis dispositivos se llenó con un millón de horas de vida arrebatadas a aquellos que intentaban atacarnos.
Cuando finalmente nos levantamos, noté un agudo dolor en mi hombro derecho. Había recibido un disparo durante el caos, pero a pesar del dolor, sabía que podía seguir adelante.
La Comandante Valentina me miró con preocupación en sus ojos. Me susurró: "Evelyn, necesitamos encontrar un lugar seguro para tratarte. Pero primero, debemos asegurarnos de que estamos a salvo".
Asentí, sintiendo la adrenalina aun corriendo por mis venas. Aunque el dolor me recordaba la gravedad de la situación, mi determinación no se desvaneció. Sabía que teníamos que continuar, seguir luchando hasta que lográramos nuestra misión y liberáramos a aquellos que sufrían bajo la capitalización del tiempo.
La tensión llenaba el aire mientras esperábamos detrás de la puerta, la Comandante Valentina le gritó a Fénix que ya podía entrar. Justo cuando pensábamos que estábamos a salvo, algo inesperado sucedió. Una cabeza voló por el aire y aterrizó en medio de la sala. Quedamos perplejas, preguntándonos quién podría ser.
Cuando miramos más de cerca, nos dimos cuenta de que era Fénix. Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Cómo había ocurrido eso? ¿Quién estaba en la sala con nosotros?
Antes de que pudiéramos reaccionar, una figura gigantesca y amenazante entró en la habitación. No pisaba los hilos paralizantes y se burlaba de nuestro intento de atraparlo. La Comandante levantó un arma extraña, lista para enfrentar al intruso.
La figura se rió con desprecio y dijo: "Magnífico plan, pero no lo suficiente para detenerme". Su voz resonaba en la sala, llena de confianza.
La Comandante apuntó su arma hacia la figura y dijo: "No subestimes nuestro poder".
Disparó un líquido ácido que salió de su arma, pero la figura lo esquivó ágilmente. Una risa burlona escapó de sus labios.
"¿Es eso lo mejor que puedes hacer? Patético", respondió con desdén.
La tensión en la sala era palpable mientras el enfrentamiento se intensificaba. Sabíamos que estábamos en desventaja, pero no íbamos a rendirnos.
Con rapidez, mi mente ideó un plan arriesgado pero esperanzador. Tomé un imán de mi equipo y, con todas mis fuerzas, lo lancé hacia el techo. Grité a la Comandante que saliera del círculo, señalando el área donde se encontraba.
"Evelyn, ¿qué estás planeando?", preguntó la Comandante, confundida pero dispuesta a confiar en mí.
"¡Confía en mí, Comandante! ¡Sal del círculo ahora!", le respondí.
Sin dudarlo, la Comandante se lanzó fuera del círculo justo cuando el imán hizo contacto con el techo. En ese instante, los hilos paralizantes se activaron, formando una red de hilos que se extendieron por la habitación. El soldado quedó atrapado en medio de la red, incapaz de moverse.
El soldado, sorprendido y furioso, luchaba por liberarse de los hilos que lo retenían. Mientras tanto, la Comandante y yo nos miramos, satisfechas de que nuestro plan improvisado hubiera funcionado.
"¡Lo logramos, Evelyn!", exclamó la Comandante, sonriendo con orgullo. "¡Excelente trabajo!"
"Gracias, Comandante", respondí, aliviada de que nuestro enemigo estuviera temporalmente neutralizado. "Pero aún tenemos que encontrar una forma de acabar con él de una vez por todas".
El soldado, atrapado en los hilos, soltó una risa siniestra mientras nos miraba con desdén. "Pueden atraparme, pero no podrán abrir la bóveda. Se necesita una persona viva con exactamente un millón de horas, ni más ni menos. Y no se puede dividir. Una de ustedes tendrá que sacrificarse".
Sus palabras resonaron en el aire, dejándonos sin aliento. La gravedad de la situación se hizo evidente mientras procesábamos la terrible elección que se nos presentaba. Una vida por el acceso a la bóveda, una decisión que ninguna de nosotras quería tomar.
Luego de recibir la grave noticia, un sentimiento de desesperación se apoderó de mí. Sabía que debíamos hacer todo lo posible para abrir la bóveda y liberar a las personas del yugo de la capitalización del tiempo. Miré a la Comandante Valentina, y en un gesto impulsivo, la besé apasionadamente.
En medio de aquel beso, coloqué un dispositivo en su espalda sin que ella se diera cuenta. Al separarnos, le pedí disculpas, con lágrimas en los ojos. "Comandante, lo siento mucho por lo que estoy a punto de hacer, pero lo hago por amor y por el bien de todos".
Confesé mi amor por ella, desesperada pero convencida de que esta era la única opción. Con un gesto rápido, activé el dispositivo, electrocutando a la Comandante Valentina y dejándola inconsciente.
El dolor de mis acciones me atravesó el corazón mientras la dejaba atrás, confiando en que sobreviviría a pesar de la descarga eléctrica. Sabía que tenía que correr hacia la bóveda y cumplir con nuestra misión, incluso si eso significaba hacerlo sola.
Al llegar al cuarto de la bóveda, me encontré con Viper, quien me esperaba con una expresión preocupada en su rostro. Sin perder tiempo, le expliqué: "Cuando mi reloj se ilumine de rojo, ese será el momento de desactivar todo. Tenemos que apresurarnos, el tiempo es limitado".
Pero antes de que pudiera terminar mi frase, Viper me interrumpió, su voz llena de seriedad. "Evelyn, el rojo en tu reloj... significa la muerte".