Crossroad 2 El eco de lo eterno

Indirectas

El silencio entre Daniela y Lucía se volvió insoportable. Ninguna buscaba a la otra directamente, pero ambas sabían cómo hacerse sentir presentes sin necesidad de hablar.

Las redes sociales se transformaron en el campo de batalla, en un lenguaje oculto que solo ellas entendían.

Una noche, Daniela publicó en sus historias una canción que solía cantar con Lucía en el auto. No agregó texto, solo la música sonando de fondo y una foto de la lluvia en su ventana.

A la mañana siguiente, Lucía compartió en su perfil una frase:
“Algunas personas se van, pero nunca dejan de habitar en uno.”

Daniela lo vio, y su corazón se agitó. ¿Era para ella? ¿O solo era casualidad?

Los días se llenaron de esas señales. Daniela subía fotos antiguas de lugares que habían visitado juntas, con frases ambiguas como “algunos lugares no se olvidan”. Horas después, Lucía respondía con publicaciones de paisajes similares o canciones con letras cargadas de nostalgia.

Era un diálogo silencioso, un lenguaje que el resto del mundo veía como simple contenido, pero que para ellas era una conversación disfrazada.

Daniela pasaba horas mirando la pantalla, esperando que Lucía subiera algo. Cada frase, cada canción, era un nuevo motivo para revivir recuerdos. Y aunque dolía, también era lo único que mantenía viva la ilusión de que todavía se pensaban.

Pero con el tiempo, esa dinámica empezó a desgastarla.

Una noche, después de publicar una foto de una estrella con la frase “hay luces que nunca se apagan”, Daniela se tiró en la cama y se dijo a sí misma:
—¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué sigo hablando con ella como si no la hubiera perdido?

Cerró los ojos, pero las lágrimas le quemaron las mejillas.

Lucía, desde su lado, tampoco estaba en paz. Cada vez que veía una indirecta de Daniela, sentía un nudo en el pecho. Quería responderle con un mensaje directo, quería decirle que también la extrañaba, pero se frenaba. No quería volver a ese círculo que tanto las había herido.

Y así, el amor entre ellas se convirtió en un lenguaje hecho de publicaciones, canciones y frases nunca dichas.

Un amor que no hablaba con palabras, pero que gritaba en silencio.

Daniela lo escribió en su cuaderno, como si quisiera dejar constancia de lo absurdo de esa situación:

"Nos decimos todo sin decir nada. Somos dos desconocidas que todavía se hablan en clave. Un idioma que inventamos juntas y que ahora usamos para recordarnos lo que ya no existe."

El eco del amor seguía vivo, ahora disfrazado de indirectas que herían más que sanaban




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