La tensión en el aire era palpable. A medida que Daniela y Lucía se acercaban más, las miradas de sus compañeros se volvían más insistentes. particular, Javier parecía estar interesado en Lucía, y eso despertaba una mezcla de celos y frustración en Daniela. Una tarde, mientras estudiaban en la biblioteca, Daniela notó que Lucía recibía mensajes de texto de Javier. Cada vez que sonaba su teléfono, Lucía sonreía y se sonrojaba. Daniela intentó concentrarse en sus apuntes, pero la incomodidad crecía dentro de ella. —¿Qué te dice? —preguntó Daniela, tratando de sonar casual. —Oh, solo está preguntando si quiero ir a una reunión del club el viernes —respondió Lucía con una sonrisa.
Daniela sintió un nudo en el estómago. La idea de que Lucía pasara tiempo a solas con Javier la inquietaba. —¿Vas a ir? —preguntó, sin poder ocultar su tono ansioso. —No lo sé… tal vez —dijo Lucía, mirando su teléfono nuevamente. Esa noche, Daniela no pudo dormir. Se dio cuenta de que sus sentimientos por Lucía eran más profundos de lo que había admitido. Pero también sabía que si no podía controlar sus celos, podría arruinar la amistad que tanto valoraba.