Los días siguientes fueron difíciles para Daniela. Cada vez que veía a Lucía interactuar con Javier o con otros chicos del grupo, sentía cómo la inseguridad la invadía. La amistad que había florecido entre ellas ahora se veía ensombrecida por sus propios miedos. Una tarde, después de clase, Lucía le dijo a Daniela que había decidido asistir a la reunión del club con Javier. —Creo que sería divertido —dijo Lucía con entusiasmo —. Además, es una buena oportunidad para conocer más gente. Daniela sintió un escalofrío recorrer su espalda. No podía soportar la idea de que Lucía se divirtiera sin ella, especialmente si eso significaba pasar tiempo con Javier
—¿No crees que sería mejor si fuéramos juntas? — sugirió Daniela, tratando de ocultar su nerviosismo. Lucía frunció el ceño. —Daniela, no puedes estar celosa. Es solo una reunión. No significa nada —dijo con un tono conciliador. Pero esas palabras solo hicieron que Daniela se sintiera peor. Se dio cuenta de que estaba atrapada en un torbellino emocional; quería que Lucía fuera feliz, pero al mismo tiempo no podía evitar sentirse amenazada por la idea de perderla.