Crowfield: Secretos Enterrados

Capítulo 43 Personas, Sirenas Y... "Eso" ¡Qué Locura!

No había durado mucho tiempo antes de que las patrullas de policía llegaran a lo que hace poco se podía considerar como una Gran Fiesta, pero con cierta sorpresa al final. Stephen se encontraba sentado en los escalones del porche de la cabaña de Greg; no se escuchaba nada más que el sonido de las sirenas policiales y de todos aquellos chicos hablando sobre lo que ocurrió. Se sentía tan asustado y tan confuso ahora mismo que hasta le costaba pensar alguna respuesta sobre lo que el oficial a su lado le preguntaba. 

—N-no lo sé señor oficial, todo pasó tan rápido —le respondió Stephen sin apartar la vista del lugar donde encontraron el cuerpo—. Había un olor horrible y fuimos a ver que era. 

El oficial empezó a anotar todo lo que el chico le decía. 

— ¿Eso ocurrió antes  después de que las chicas de allá gritaran? 

—D-después, señor. Ocurrió después. 

—Bien. Gracias por sus declaraciones. —el oficial se despidió y fue con otros chicos a que les dieran sus declaraciones. El joven azulejo no se percató que Alice se sentó junto a él y le trajo una taza de café. 

—Le pedí permiso a Greg para hacer un poco. 

—Gracias, Alice. 

—Creo que hemos descubierto algo grande hoy, ¿no? 

—Creo que han pasado muchas cosas horribles y esta es una de esas. 

Bebió un sorbo de café, sintió como si hubieran pasado años  que no lo tomaba. Un equipo forense llegó para llevarse lo que tenía la lona. —Sabemos lo que hay ahí, sólo que nuestros cerebros se niegan a reconocerlo, como si algo dentro de nosotros nos hace creer que estamos equivocados. —le explicó a su compañera. Observó que Greg se encontraba cerca de los troncos ahuyentando los cuervos; lo veía pálido como si aún estuviera asustado y a lo mejor así era. 
—Siento como si estuviéramos en un episodio de una serie criminal de esas que tanto te gusta ver, Steph. 

Stephen sonrió, le agradaba que Alice recordara los programas que a él le gustaba ver. En cierto estaba contento porque aun conservaban un poco de esa amistad de tanto tiempo, a pesar de las circunstancias pero, ¿por cuánto tiempo? Era la pregunta que se hacía. 

— ¿Y los demás dónde están? 

—No lo sé —le respondió Alice mirando de un lado a otro—. Cassidy está allá junto a Jennifer, eh Kenneth habla con un policía. Tom se encuentra con su hermano, Amy está en la cocina creo…In no lo he visto, ¡ah! Allá está. 

— ¡Vaya! Creo que cada quien siguió su camino, otra vez —la respuesta que tenía se resolvió en ese instante, al menos Alice estaba ahí con el hablándole… pero ella también se iría. Una brisa fría hizo que el chico tiritara así que tomó otro sorbo de café y luego otro, hasta que se lo terminó—. Iré por un poco más de café. 

Stephen se dirigió hasta la cocina, en la sala se encontraban pocos chicos ya que algunos se habían ido después que el cuerpo fue encontrado mientras otros tenían que esperar a que sus padres llegaran a buscarlos como era el caso de Stephen. Al entrar a la cocina se percató de que Amy hablaba con un chico de cabello rojizo; se dio cuenta de que era su amigo Jerry. Decidió no ir a dónde ellos estaban para no molestarlos y llegó hasta la cafetera, afortunadamente todavía tenía café. 

—Sírveme un poco a mí, por favor —le dijo alguien detrás de él. Era Ian, Stephen llenó la taza de su amigo con café—. Muchas gracias. 

— ¿Y… cómo sigues? De la pierna. 

—Oh, un poco mejor. Al menos puedo pisar el suelo sin mucho dolor. 

—Me alegra saberlo, Ian. —le dijo Stephen, luego de eso sólo hubo un extraño e incómodo silencio el que lo llenaron tomando café casi al mismo tiempo, hasta eso le parecía raro al joven azulejo. 

—Sabes, las chicas me dijeron que te preocupaste cuando supiste que me fue tras Erick. 

—¡Claro! Digo, eres un amigo… Ian. Cómo no me iba a preocupar. 
—Gracias por eso de verdad, amigo. —le dio una palmada en el hombro a Stephen y luego se fue de la cocina. El chico sabía que ya no podían ser mejores amigo como antes, no después que pelearon aquella vez aunque Stephen no recordaba bien lo que ocurrió algo dentro de él le decía que era el culpable. 

— ¡Stephen! —exclamó Marcus, el azulejo casi suelta la taza de café al suelo. 

— ¡Dios, Marcus! Me asustaste. 

El chico se echó a reír. 

—Oh, disculpa. No era mi intención, ¿por qué estás tan nervioso? 

— ¿Te parce poco eso que acabamos de ver en el patio delantero? 

— ¡Ah, eso! Si, si dio miedo y asco. Sabrá Dios que cosa debe estar ahí dentro. Me da escalofríos de sólo pensarlo, mira. 



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En el texto hay: misterio, desaparición, chicos

Editado: 06.06.2021

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