Era una de esas noches tormentosas en Crowfield; la lluvia caía violentamente sobre el pequeño pueblo, inundando todas las calles y las aceras y creando grandes charcos de lodo en los patios y entre todos ellos, en alguna casa particular del bosque, algo estaba a punto de pasar.
-¿A dónde vas, Helena? -dijo Stephen algo confuso.
-A ningún lado en particular.
-¿nos estás dejando?
La chica no respondió nada de eso. Stephen sintió como una extraña sensación que se apoderaba de él, era inusual pero no lo podía controlar.
-Deberías calmarte, Steph. -le aconsejó Helena, el joven empezó a notar algo raro en ella. Su cabello estaba algo desarreglado y lleno de hojas y ramas, su cara ya no era la imagen linda que él recordaba sino que se había transformado en una cara pálida, con moretones y llena de lodo.
-¡H-Helena! -le dijo con lágrimas en los ojos. No podía creer que estuviera pasando. La tomó del brazo pero éste estaba frío. -¿Qué te ha pasado?
-¿Qué me ha pasado? -repitió en tono de burla. Retrocedió unos pasos hacia atrás donde la luz de la luna dejaba verla perfectamente. El joven no creía lo que veía era un cadáver lo que le estaba hablando. La difunta chica tenía la mirada vacía y un hilillo de sangre bajaba por su frente, su boca y por la nariz. -¿No lo recuerdas acaso?
Stephen palideció, no sabía lo que estaba pasando ni las cosas que su amiga le decía y ella lo comprendió, a modo de respuesta Helena le sonrió y no se veía como su hermosa y habitual sonrisa sino como algo horrible y grotesco.
-Tú me hiciste esto, Stephen… tú me mataste.
Algo cayó sobre Stephen que lo hizo despertarse de golpe. Cuando miró hacia la puerta estaba Tom con una almohada en la mano.
-Despierta, Alien -le dijo arrojándole la otra almohada. -Tenemos cosas que hacer.
-¿T-Tom? ¿Cómo… entraste? -preguntó Stephen dormitando.
-Tu papá me dejó entrar. Vamos levántate.
Stephen dijo algo a regañadientes que Tom no entendió y se volvió a acostar.
-No, no, no, no, no. Levantate, o lo último que te tiraré será un zapato.
-Ay Tom, dejame dormir.
Tom le arrojó el zapato en la cabeza y Stephen se quejó.
-¿Qué mierda, Tom?
-Vístete rápido. Estaré abajo tomando café.
-¿Quién te dijo que tomarás café? -le dijo pero Tom se marchó sin responderle.
-Tu papá me dijo: "está en su casa, hijo". -le gritó el rubio mientras bajaba las escaleras.
Stephen miró su reloj, era un fresco sábado por la mañana y qué mejor manera de descansar un rato del drama sobre la muerte de Helena y del Cuervo acechando por ahí, estaba algo exhausto y quería descansar pero tenía un inconveniente… un muchacho rubio que no era gran amigo suyo, pero que ahora lo estaba esperando para ir a… ¿qué lugar dijo que iban? No lo mencionó y tampoco lo quiso decir, después de todo era Tom. No es que sea predecible su manera de pensar.
Se levantó rápido, se cepilló los dientes y bajó hacia la cocina donde se encontraba Tom comiendo cereal con leche. -¿Te estás comiendo mi desayuno? -le preguntó con cierta molestia a lo que Tom le respondió aún con comida en la boca:
-¡Tenía hambre! -tragó y se metió otra cucharada de cereal en la boca- El tuyo está allá. Come rápido que me vas a acompañar a un lugar.
-¿puedo saber dónde queda ese lugar?
-No.
-Ah, ok. Comeré entonces y me prepararé para cualquier sorpresa mortal que tengas.
***
Una vez que terminaron se fueron al lugar al que Tom estaba llevando a Stephen, ya que ellos no eran muy cercanos todo el camino consistió en estar callados y compartir una que otra palabra con cierto tono de incomodidad. No eran buenos amigos ya que el rubio solía molestar a Stephen junto a su amigo Kenneth antes y el azulejo odiaba eso, estaban unidos por Helena cuando ella estaba con ellos y, tal parece que los hizo seguir así después de su muerte.
-¿A dónde te fuiste de todos modos, Stephen? -soltó Tom.
-Fui a visitar a mis abuelos al este -le mintió. No podía decirle lo que había hecho y el por qué decidió irse así de pronto porque no lo entendería, ni él… ni los demás-. Mis tíos también estaban allá y decidí ir a verlos también.
-Está bien. Creo que fue bueno que lo hicieras… digo, así estarías con tu familia.
-Si, eso creo.
Miró por la ventana tratando de evitar cualquier signo de contacto con Tom y al parecer le funcionó porque no volvieron a decir nada en todo el camino. Al joven azulejo se le hizo familiar la ruta; estaban por las afueras del pueblo, el bosque a su izquierda le resultaba familiar luego pasaron por la ruta que le traía tantos malos recuerdos, allí estaba el cruce y en él se encontraba el barranco quemado, llamado así por los accidentes que ocurrieron ahí tiempo atrás.
-Tranquilo, no terminaremos allá abajo. -comentó de repente Tom, como si en su mente Stephen se lo estuviera preguntando.
-Eso espero.
Una vez que Tom cambió de dirección, Stephen comprendió a dónde iban en realidad… a su cabaña la que también era otra fuente de malos recuerdos.
-¿Qué vamos a hacer? -preguntó curioso.
-Me ayudarás con algo.
A Stephen no le gustaba eso… Si quería ayudarlo pero no estaba de acuerdo con la idea de hacer algo que no sabía que era ¿mató a alguien? ¿Sería algo ilegal lo que voy a hacer? ¿Va a matarme también? Fueron las preguntas locas que rondaban su mente pero no tenía cómo responderlas… tal vez el loco era otro.
Cuando se estacionaron cerca de la cabaña Stephen salió del carro y respiró el fresco aire del bosque, sólo estaban ellos dos ahí. De manera repentina a Stephen empezó a sentirse observado, tal vez su cabeza le estaba jugando un mal momento o algo así.
-Y bien… soy todo oídos. ¿En qué te ayudaré?
-Vamos a enterrar un cadáver.
-¿QUÉ? ¿U-un cadáver? Dime que estás bromeando Tom.
Editado: 06.06.2021