La lluvia caía violentamente sobre el Barranco Quemado, el oscuro cielo parecía rugir e iluminarse a cada paso, puede que sea una pequeña tormenta en las afueras de Crowfield, pero esto significaba mucho más. En un auto negro; por una ventanilla polarizada observaba aquél paisaje un personaje que anteriormente lo íbamos a conocer como el Cuervo.
No era un híbrido, tampoco una criatura sacada de algún libro de terror y suspenso de esos que se leen actualmente. Es un humano… o al menos lo era. Así se sentía. No paraba de ver ese sitio, le traía tantos malos recuerdos, horribles de hecho, pero allí se encontraba casi sin parpadear y en su cabeza podía escuchar los sonidos de aquella noche.
El chirrido del auto, la explosión, unas voces que ahora estaban ya distantes. El crepitar de las llamas mientras bailaban quemando todo, estaba ahí pero no podía decir una sola palabra y a unos cuantos metros de distancia, pudo ver a unos chicos. Parecían estar alterados aunque una chica que estaba con ellos tenía una actitud serena y tranquila, ¿cómo alguien puede ser tan frío en ese momento como para no denotar miedo o terror?
No lo entendía; pero trataba de arrastrarse entre la hierba, aguantando el dolor que sentía en todo su cuerpo. Sin embargo, tenía la impresión de que algo estaba corriendo por su frente y en uno de sus brazos. Me duele, me duele mucho, pensó pero no iba a gritar porque tal vez algo peor le pasaría. Se imaginó que tendría su brazo izquierdo fracturado y algunas costillas, y eso le costaba respirar.
Levantó un poco la cabeza para observar bien, la chica que parecía ser fría tenía un hermoso y brillante cabello negro añadiendo una voz malvada como si la hubiese sacado de una película de horror o algo así. Escuchó lo que pudo interpretar como gritos y luego vio que la malvada figura miró a la dirección en la que se encontraba, trató de ocultarse más por si le llegaba a ver y eso ayudó a divisar la cara de la joven, la conocía. Bien.
Muy bien.
Una ola de calor le recorrió por completo, y luego todo se puso oscuro. El sonido de los relámpagos hizo que volviera al presente, y ahí estaba… con vida. Puso a marchar el carro y se sumergió en un conjunto de cabañas en el bosque hasta que encontró la suya, salió y entre el barro y la lluvia corrió hacia la puerta; se quitó su sudadera negra porque ya estaba mojada y se puso una nueva.
Alice, Ian, Tom, Amy, Stephen, Kenneth, Cassidy… iba repitiendo esos nombres mientras revisaba un álbum de fotos, los pasaba de uno en uno hasta que llegó a dos imágenes particulares.
Erick… HELENA.
Buscó un encendedor y prendió fuego, mientras que sus ojos veían como la cara en la fotografía se deformaba y deshacía por el fuego, no le preocupó ya que tenía muchas de dónde había salido esa. En una pared tenía todo un collage de ellas también, parecían tan vívidas como si los chicos que se encontraban ahí los pudiera tener en frente y hacerles lo que quisiera y así terminar su venganza.
Pero no.
No se los permitiría tan fácilmente, no por lo que habían hecho aquella noche y que ahora -llamado actualmente como el Cuervo- recordaba. Vio todo. No estuvo tan cerca como para hacerlos pagar pero ahora sí lo está y los haría sufrir. Helena pudo salvarse porque había desaparecido o eso se creía hasta que su cuerpo fue encontrado. Claro, ya el Cuervo les profetizó que esa noche sería una que “no olvidarán jamás”. Ahora estaba inspirado y tenía muchas cosas listas para esos asesinos… cosas en su repertorio.
Plumas en sus alas.
No evitó esbozar una sonrisa; tal vez era de locura o de maldad pero no podía evitarla, debía al menos asegurarse de que a partir de ahora cada cosa que hiciera diera frutos y, así sería.
Caminó hasta la sala donde se encontraba una corona de rosas rojas bien arreglada, con una cinta en el medio que decía: Nunca te olvidaremos, Helena. Te amamos. Eran palabras irónicas porque la chica era una zorra que no era del agrado de muchos, a excepción de sus antiguos amigos (hasta donde sabía) que buscaban agradar haciendo cosas terribles por ella, aunque no estuvieran de acuerdo lo hacían… por ella.
Siempre.
En una mesa estaban dos ramos de flores diferentes. Una se supone que sería para los padres de Helena y la otra para sus “mejores amigos”, la de éstos contenía algo en su interior que sería una sorpresa para cuando la vieran.
No lo verán venir, una vez que mi venganza caiga en todos ellos no quedará nada.
En una hoja comenzó a pegar recortes de letras de distintos colores y formas. Cada palabra en ella le causaba una sensación placentera. Si ellos no tenían memoria para los muertos, el Cuervo los obligaría a recordar.
Y quizás, en algún momento, ellos formarán parte de esos muertos que fueron olvidados también.
Editado: 06.06.2021