Crowfield: Secretos Enterrados

Capítulo 3 La Rebelde Del Grupo

Amy Roberts se encontraba caminando por un vecindario un miércoles por la noche, era algo que hacia últimamente para liberar su mente. La Sra. Roberts le había pedido buscar unas muestras de telas en casa de la Sra. Ginger, una mujer que vendía telas en su propia tienda en Crowfield y era gran amiga de la madre de Amy desde que se había dedicado a la costura. Aunque Amy había aceptado ir, se sentía algo incómoda, sus pisadas se sentían pesadas ya estaba caminando por un conjunto de casas que ya conocía, era un vecindario que visitó mucho. 

Ella tragó saliva, mientras caminaba pudo observar la casa de Alice, al mismo tiempo vio la casa de Stephen a oscuras, ella ya no recordaba cuando fue la última vez que había visto al chico, un día sólo se fue. Y estaba también la casa de Helena, la última vez que supo de sus padres fue cuando se enteró que los Crabbs vendieron su casa y se habían ido lejos. 

Se le hizo extraño, ¿por qué los Crabbs harían eso? Era como si ya se hubieran dado por vencidos, como si no les quedara esperanzas de encontrar a Helena... Como si realmente estuviera muerta. Sus recuerdos hacían un remolino en su cabeza, ella recuerda que el día que ella desapareció, en la mañana Helena y Amy tuvieron una pelea en la escuela. 

— ¡Te pedí que lo hicieras bien, Amy! —le gritaba Helena. 

Amy sentía su corazón salirse por su boca. 

—No pude, ¿está bien? Yo no soy capaz de hacer eso. 

Helena dejó escapar una carcajada. 

—Que cobarde eres... Niña Rebelde. 

Amy cerró sus ojos. Sentía como su sangre hervía. 

—Si soy rebelde... y cobarde ¿y sabes por qué? 

Helena negó con la cabeza. Amy caminó hacia ella.

—Porque no soy capaz de hacer las porquerías que quieres obligarme a hacer, Helena. 

La puerta del aula de clases se abrió Alice y Cassidy estaban entrando. Las dos se quedaron mudas observando, era algo usual ver a Helena y Amy pelear. — ¿A qué te refieres con porquerías? -le preguntó Helena. 

—Tú sabes a lo que me refiero. —Fue lo único que dijo Amy, Cassidy iba a hablar pero Alice le negó con la cabeza para que no lo hiciera. 

—Tú eres capaz de hacer lo que sea, Amy. —se burló Helena. Amy parecía mareada. 

— ¿D-de qué hablas? 

Helena miró a las otras chicas que estaban prácticamente quietas. 

—Tú sabes a lo que me refiero. —se mofó Helena. Amy echó un vistazo a las demás, su corazón latía con fuerza. 

—Estoy harta de ti y de tus estúpidas peticiones. —Se giró y camino hasta la puerta. 

Alice y Cassidy caminaron hacia ella. — ¿a dónde vas Amy? —le preguntó preocupada Cassidy. 

— ¿A dónde crees que voy Cassidy? Lejos de aquí. —Amy ni siquiera se había dado la vuelta. 

Helena se cruzó de brazos. 

—Anda, vete... vuelve a ese pozo de soledad e invisibilidad de donde te saque niña. Tu sin mi eres una pobre chica rebelde y cobarde. 

Amy se detuvo en la puerta, sintió como las lágrimas se salían de sus ojos, no por tristeza, sino por rabia. 

—Creo que prefiero ser cobarde que ser asesina. 

Alice y Cassidy quedaron impactadas. Helena se veía algo nerviosa. 

—Retráctate. —Ordenó Helena. 

—Lo siento... pero esta cobarde y rebelde como tú dices, no tienes las agallas para hacerlo. —ladró Amy y luego salió del aula... Horas más tarde Helena la había llamado para disculparse y para que volvieran a ser amigas. Luego la invitó para ir al bosque, Helena le había insistido hasta que Amy le dijo que si para salir del paso. 

Esa noche la habían pasado muy hasta que Helena se había ido. Después de un mes de que desapareciera, Amy se sintió aturdida y sentía como si todo eso había sido su culpa. Le escribió muchos mensajes disculpándose y pidiéndole que regresara pero no hubo respuestas. 

La culpa se la comía por dentro, no dejaba de pensar en todo eso, dejó de escribirles a sus amigos, dejo atender sus llamadas y los evitaba todo el tiempo. Era como si ella por dentro sintiera que ellos también la hacían culpable. 

— ¿¡Amy!? —llamó una voz detrás de ella haciéndola salir de sus pensamientos— Si, eres tú. Qué bueno verte, pensé que no llegarías. 

Era la Sra. Ginger. 

—D-discúlpeme, se me hizo tarde. —dijo Amy luego se dio cuenta de que estaba parada frente a la casa de Helena. 

La Sra. Ginger sonrió. —No te preocupes, de hecho salí un rato a pasear a Luna. —Luna era su perrita. Luego observó a donde estaba la mirada de Amy. La casa de su antigua amiga—. Oh, cariño. —le dio unas palmaditas al hombro de Amy. 

—No se preocupe. 

La Sra. Ginger le negó con la cabeza. — ¿Cómo no? Era tu amiga. Pobres padres también, digo, ella no era tan buena hija pero nadie quiere a que su hijo se lo trague la tierra. 



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En el texto hay: misterio, desaparición, chicos

Editado: 06.06.2021

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