Crown of darkness

Due.

El reloj de la cafetería avanza lentamente hacia las 4 p.m., marcando el final de mi turno. Los clientes han comenzado a abandonar el lugar, y la luz tenue de un casi atardecer en la calle proyecta un resplandor difuso en las ventanas. Con cada taza que limpio y cada mesa que ordeno, el cansancio se va acumulando en mi cuerpo. Mis pasos suenan más pesados a medida que la noche avanza, y el deseo de descansar se convierte en una necesidad abrumadora.

Cuando finalmente el último cliente se va, despido la cafetería con un suspiro de alivio. La rutina diaria de limpiar y preparar todo para el día siguiente es una tarea que ya conozco de memoria. Con un último vistazo a mi entorno, salgo al frío de medio tarde de la ciudad. La tarde en Nueva York tiene un carácter inquietante, casi como si susurra secretos oscuros a quienes están dispuestos a escuchar.

La estación de metro cercana es mi refugio, el trayecto a mi siguiente destino siempre se siente largo y monótono. El metro, casi vacío a estas horas, me permite un momento de tranquilidad antes de mi segunda jornada. Las luces parpadeantes y el eco lejano de los anuncios de la estación parecen desdibujarse en el fondo de mi mente mientras me dirijo al bufete.

Al llegar al bufete, el ambiente se transforma en una mezcla de formalidad y energía concentrada. Las luces cálidas iluminan los pasillos con una claridad que invita a la concentración, y el sonido constante de teclados y murmullos de conversaciones telefónicas crean una atmósfera de productividad constante. El Bufete Wiliams & Asociados es un lugar imponente, con sus paredes revestidas de estantes llenos de libros de leyes y su diseño moderno pero funcional, que a veces me hace sentir como una pequeña parte en una maquinaria gigante llena de estrategias y argumentos.

El vestuario del personal, está lleno de movimientos apresurados y murmullos de colegas que se preparan para la próxima reunión o audiencia. Me cambio rápidamente, el traje formal me da una sensación de propósito, un recordatorio de que mi trabajo aquí tiene un impacto real. Cuando salgo al área de trabajo, el ritmo es frenético. Las salas de reuniones están llenas de clientes ansiosos, y las luces intermitentes de las pantallas de las computadoras crean una danza de sombras en las paredes.

La sala de juntas es un torbellino de actividad. Los clientes llegan con casos urgentes, con problemas legales que requieren atención inmediata. La interacción con los abogados senior y los pasantes es rápida y eficiente. Cada caso es un desafío que requiere análisis, rapidez y precisión. Mi rol aquí, como parte de mi reintegración al mundo legal, implica realizar tareas cruciales: revisar contratos, preparar documentos legales y asistir en la elaboración de estrategias para los casos.

A menudo, me encuentro en el corazón de la acción, donde cada palabra cuenta y cada decisión puede marcar la diferencia entre ganar o perder un caso. Las largas horas de trabajo se convierten en una mezcla de concentración y agotamiento, con breves momentos de descanso en los que me encuentro en la sala de descanso, tomando un café mientras espero la próxima reunión o llamada importante. Las luces tenues de las lámparas y el sonido de las impresoras crean una banda sonora inquietante pero familiar.

A medida que las horas avanzan, el cansancio se convierte en un peso tangible. Cada rostro que pasa por el bufete tiene una historia, un desafío, una esperanza. La gravedad de los casos a menudo se mezcla con la desesperanza y la fragilidad humana, recordándome lo importante que es la justicia y cómo, a veces, las leyes son la única barrera entre el caos y el orden.

Ese día en particular, estaba revisando un contrato de confidencialidad para un cliente importante. El caso era complejo, y cada cláusula requería un análisis minucioso. Mientras trabajaba, no pude evitar recordar los sueños que había tenido últimamente. Sueños en los que estaba en un tribunal, defendiendo a alguien, luchando por la justicia.

Finalmente, cuando mi turno en el bufete llega a su fin, regreso a mi pequeño apartamento. Mi cama se convierte en un refugio momentáneo de sueño, un descanso breve antes de que el ciclo comience de nuevo. Los días se mezclan y la rutina se convierte en un compañero constante. Sin embargo, no puedo evitar sentir que algo está a punto de cambiar, algo que podría alterar el curso de mi vida de maneras que ni siquiera puedo imaginar.

El silencio de mi apartamento es un alivio, y mientras me acomodo en mi cama, cierro los ojos y permito que el cansancio me envuelva. A medida que me sumerjo en el sueño, un pensamiento persiste en mi mente: ¿qué revelaciones están ocultas en las sombras de mi pasado y qué impacto tendrán en mi futuro?




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