El resto del día se desliza en un extraño y angustiante letargo. Mis pensamientos se enredan en un bucle interminable, repasando todo lo que ha ocurrido desde la noche anterior. La revelación de Lorenzo sobre Angelo no salir de día solo añade una capa más de misterio a la situación. ¿Por qué vive en la oscuridad? ¿Qué secretos esconde ese hombre al que nunca he visto claramente?
Me siento atrapada en esta mansión, un prisionero sin cadenas visibles, pero con el mismo sentido de encierro. La habitación, aunque lujosa, se siente como una jaula dorada. Intento distraerme con los libros en la estantería, pero las palabras se difuminan ante mis ojos. No puedo concentrarme en nada más que en la incertidumbre que me envuelve.
Finalmente, decido tomar una ducha, esperando que el agua caliente me despeje la mente. El baño es amplio y opulento, con mármol reluciente y toallas suaves. El vapor envuelve mis pensamientos en un sopor momentáneo, y por un breve instante, me permito olvidar la realidad.
Pero cuando salgo, el peso de mi situación cae sobre mí nuevamente. Me envuelvo en una bata de baño y me dirijo al armario, donde antes solo había visto ropa desconocida. Ahora, al abrir las puertas, me sorprendo al encontrar una selección de prendas que claramente han sido elegidas para mí. Cada pieza parece diseñada para encajar perfectamente con mi estilo, aunque más elegante de lo que estoy acostumbrada. Alguien ha pensado en cada detalle, desde la ropa interior hasta los zapatos.
El reconocimiento de que esta ropa es para mí, preparada sin mi conocimiento o consentimiento, me produce una sensación inquietante. ¿Qué más han planeado para mí en esta mansión? Aun así, no tengo otra opción que vestirme. Elijo un vestido sencillo, de un suave tono azul marino que resalta mi figura sin ser demasiado revelador. El tejido es suave y se desliza sobre mi piel como una segunda capa.
Me siento frente al espejo y trato de arreglarme con lo poco que tengo. Mi rostro está cansado, marcado por las emociones de las últimas horas, pero hago lo mejor que puedo con mi cabello y maquillaje. Quiero presentarme con dignidad, incluso si estoy asustada y confundida. En el fondo, sé que no se trata solo de impresionar a Angelo, sino de mantener un poco de control sobre mi propia vida.
Las horas pasan lentamente, y el crepúsculo da paso a la noche. La mansión se sumerge en la penumbra, y la ansiedad crece dentro de mí a medida que se acerca la hora de mi encuentro con Angelo. Estoy sentada en el borde de la cama cuando escucho el inconfundible sonido de unos pasos acercándose. La puerta se abre con suavidad, y Lorenzo aparece, su expresión tan inescrutable como siempre.
“Es hora,” dice simplemente, y me levanto sin decir una palabra.
Lo sigo a través de los pasillos oscuros, el eco de nuestros pasos resonando en las paredes. La mansión, que durante el día ya me parecía ominosa, se siente ahora como un laberinto de sombras, cada esquina cargada de secretos que no estoy segura de querer descubrir. El silencio es pesado, roto solo por el sonido de nuestras respiraciones y el suave crujido del suelo bajo nuestros pies.
Finalmente, llegamos a una puerta doble que Lorenzo abre con cuidado. Al otro lado, la oscuridad es casi total, salvo por un leve resplandor que ilumina una figura al final de la habitación. Es Angelo, sentado en lo que parece un gran escritorio de caoba, su silueta apenas visible. La única luz proviene de una lámpara de escritorio que proyecta un tenue halo, dejando la mayor parte de su rostro en las sombras.
Mi corazón late con fuerza mientras me acerco, cada paso más pesado que el anterior. Lorenzo se queda atrás, cerrando la puerta tras de mí. Estoy sola en la habitación con Angelo, el hombre que controla mi destino, y todo lo que puedo ver de él es su silueta oscura y la imponente presencia que emana de la oscuridad.
Me detengo a una distancia prudente, sin saber si debo hablar o esperar a que él lo haga primero. La tensión en el aire es palpable, y el silencio entre nosotros se alarga, hasta que finalmente su voz rompe la quietud.
“Isabel,” dice, su tono bajo y controlado, “ha llegado el momento de que entiendas tu lugar aquí.”
Me quedo quieta, esperando sus palabras, sabiendo que lo que venga a continuación marcará el curso de mi vida.
La voz de Angelo llena la habitación, resonando en el aire pesado con una autoridad que no deja espacio para dudas. Su figura sigue inmersa en las sombras, su rostro invisible, lo que hace que sus palabras parezcan provenir de una presencia etérea, casi fantasmal.
“Isabel,” comienza, su tono frío y calculador, “desde este momento, tu vida está irrevocablemente ligada a la mía. No eres más que una pieza en un juego que trasciende tu comprensión, pero una pieza fundamental, no obstante.”
Mis manos tiemblan ligeramente, pero las mantengo firmes a mis costados, esforzándome por no mostrar la creciente sensación de pánico que se agita en mi interior. “¿Qué es lo que esperas de mí?” Pregunto, tratando de mantener mi voz estable.
“Te lo explicaré de manera simple,” continúa Angelo, con una calma que me resulta inquietante. “Para que yo recupere mi imperio, necesito una esposa. No una verdadera esposa en el sentido convencional, sino una figura que sirva de fachada, que estabilice mi posición y silencie a aquellos que buscan aprovecharse de mi vulnerabilidad. Ahí es donde entras tú.”
Mis ojos se abren de par en par, y la incredulidad se mezcla con el temor. ¿Una esposa? ¿Para un hombre al que ni siquiera he visto claramente, y mucho menos conozco? “¿Por qué yo?” La pregunta sale de mis labios antes de que pueda detenerla.
“Porque tu padre ha acumulado una deuda que no puede pagar de otra manera,” responde sin titubear. “Y tú, Isabel, eres su única moneda de cambio. Esta es la única opción que le queda, y por lo tanto, la única opción que te queda a ti.”
El nudo en mi estómago se aprieta aún más. La realidad de mi situación se hace cada vez más clara, como un lazo que se cierra alrededor de mi cuello. “No puedo creer que me pidas que haga esto… ¿Cómo esperas que acepte algo así?”
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Editado: 19.11.2024