“Es suficiente por esta noche,” dice Angelo, su silueta aún de espaldas a mí, sumergida en la penumbra. “Lorenzo te llevará de regreso. Descansa, Isabel. Mañana comenzaremos los preparativos.”
Pero antes de que pueda darme la vuelta, algo en mí se niega a dejar pasar esta oportunidad. Respiro hondo, intentando reunir el valor necesario para formular la pregunta que ha estado rondando mi mente desde que llegué a este lugar.
“¿Quién eres en realidad?” Mi voz suena más fuerte de lo que esperaba, aunque todavía teñida de una mezcla de miedo y curiosidad. “¿En qué trabajas? ¿Por qué es tan importante para ti que yo me convierta en parte de todo esto?”
Angelo permanece en silencio durante unos instantes, y por un momento pienso que no responderá. Pero entonces, gira ligeramente su cabeza, apenas un movimiento que permite que su silueta sea más visible contra la escasa luz.
“Isabel,” comienza con una voz que parece más grave, más pesada que antes, “pertenezco a la mafia de los Di Marco. Una organización que, hasta hace unos meses, gobernaba el inframundo de Nueva York con mano de hierro. Pero una traición desde dentro hizo que todo se desmoronara. Perdimos nuestro poder, nuestras posiciones, y aquellos que una vez fueron nuestros aliados se convirtieron en enemigos. Ahora, para recuperar lo que es legítimamente mío, necesito hacer movimientos estratégicos. Y tú, como esposa mía, eres uno de esos movimientos.”
Mi corazón late desbocado, cada palabra que pronuncia parece una sentencia. Mafia. Traición. Poder perdido. Las piezas comienzan a encajar en mi mente, y la magnitud de la situación se vuelve aterradoramente clara.
“Así que esto es… esto es sobre venganza,” susurro, más para mí misma que para él.
“No es venganza, Isabel,” corrige Angelo con un tono gélido. “Es restaurar el orden. Es reclamar lo que me pertenece. Nueva York es mi territorio, y lo será de nuevo. Tú simplemente juegas un papel en mi estrategia.”
“¿Por qué haces esto?” Pregunto, todavía tratando de entender la frialdad con la que habla. “¿Qué te pasó?”
Angelo guarda silencio por un momento, como si estuviera considerando cómo responder. Finalmente, dice con un tono más sombrío: “Sufrí daños físicos que van más allá de lo que puedes imaginar. Pero esos detalles no son relevantes para ti, Isabel. Lo único que necesitas saber es que esos daños alimentan mi determinación para recuperar lo que he perdido.”
Mis labios se sienten secos, y no sé qué más decir. Las sombras que lo rodean parecen aún más oscuras, como si absorbieran la luz de la habitación.
“Lorenzo,” dice finalmente Angelo, cortando la tensión. “Llévala de regreso.”
Sin más que decir, me doy la vuelta con el corazón pesado y la mente en caos. Mientras Lorenzo me escolta de regreso a mi habitación, las paredes de la mansión parecen cerrarse sobre mí, y la oscuridad que antes solo era física se convierte en algo más: una representación tangible de la prisión en la que ahora estoy atrapada.
Mientras Lorenzo me escolta de regreso a mi habitación, el silencio en los pasillos es casi ensordecedor. La oscuridad parece aún más profunda después de mi encuentro con Angelo, y mi mente está llena de preguntas sin respuestas. Apenas puedo procesar todo lo que ha ocurrido en las últimas horas, pero una inquietud crece en mi interior: mi teléfono.
Me detengo abruptamente, obligando a Lorenzo a detenerse también. "Lorenzo," mi voz suena más urgente de lo que esperaba, "mi teléfono... ¿dónde está? Lo tenía conmigo antes de llegar aquí."
Lorenzo me mira con sus ojos inmutables, su rostro imperturbable como siempre. "Tu teléfono fue confiscado cuando llegaste, Isabel. No te será devuelto."
Una ola de frustración me golpea. "¿Por qué? Necesito contactar a mis amigos... mi vida... no puedes simplemente quitarme eso."
Lorenzo se mantiene firme, su tono sereno pero autoritario. "Entiende que ahora estás bajo la protección de Angelo Di Marco. Eso significa que ciertas libertades han sido restringidas por tu propia seguridad. No podrás comunicarte con el exterior sin su permiso."
Mis manos se cierran en puños, y la impotencia se convierte en una especie de rabia silenciosa. "Así que estoy completamente aislada... sin contacto con el mundo exterior."
"Así es," responde Lorenzo sin titubear. "Pero te aseguro que, mientras estés aquí, estarás cuidada. Tu seguridad es la prioridad de Angelo."
Sus palabras no me consuelan. A cada paso, me doy cuenta más y más de cuán atrapada estoy en esta situación. Sin mi teléfono, sin la posibilidad de hablar con alguien que no esté vinculado a este mundo, me siento completamente sola, perdida en un mar de incertidumbre.
Lorenzo continúa caminando, y yo lo sigo, aunque cada vez más reacia. Finalmente, llegamos a la puerta de mi habitación. Él la abre y me hace un gesto para que entre. "Descansa, Isabel. Tendrás mucho en qué pensar en los próximos días."
Antes de que pueda responder, Lorenzo cierra la puerta detrás de mí, dejándome sola en la penumbra de mi habitación. Me quedo de pie en la oscuridad durante un largo momento, el peso de todo lo que ha sucedido cayendo sobre mis hombros como una losa.
Sin mi teléfono, sin contacto con el mundo exterior, la realidad de mi situación se vuelve más opresiva.
Mientras me recuesto en la cama, los pensamientos se arremolinan en mi mente como una tormenta imparable. Las palabras de Angelo retumban en mi cabeza, y la sensación de estar atrapada en esta mansión sin salida posible me oprime el pecho. No puedo quedarme aquí, esperando a que las cosas sucedan a mi alrededor. Debo hacer algo.
Me levanto lentamente, tratando de no hacer ruido. Mi mirada se dirige primero hacia el baño. Quizás haya una ventana por la que pueda escapar. Me dirijo hacia allí, mis pies deslizándose suavemente por el suelo de mármol. Abro la puerta con cuidado, y mi corazón late con fuerza mientras exploro la pequeña habitación.
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Editado: 19.11.2024