Crown of darkness

Capitulo diez

El bosque se convierte en un laberinto interminable mientras sigo corriendo. Cada sombra parece alargarse y entrelazarse, formando un manto oscuro que me envuelve. Las ramas de los árboles rozan mi piel, como si intentaran detenerme, pero no puedo parar. Corro con una determinación que apenas sabía que tenía, impulsada por el miedo y la desesperación.

El tiempo parece perder su sentido; corro hasta que mis piernas comienzan a fallar, hasta que mis pulmones arden y cada respiración se convierte en una tortura. El sudor se mezcla con las lágrimas en mi rostro, y el frío de la noche se adentra en mis huesos.

Finalmente, mis fuerzas me abandonan, y me veo obligada a detenerme. Me inclino, apoyando las manos en mis rodillas mientras jadeo por aire. Todo mi cuerpo tiembla, y mis pensamientos son un torbellino de confusión y miedo.

Miro a mi alrededor, tratando de orientarme, pero el bosque parece interminable. La oscuridad lo envuelve todo, y solo los sonidos de la noche me rodean. El crujido de las hojas bajo mis pies, el murmullo distante del viento entre las ramas, el latido frenético de mi corazón en mis oídos.

No puedo quedarme aquí, lo sé. Reuniendo lo poco que queda de mi fuerza, me enderezo y sigo caminando. Mis pasos son pesados, y cada vez más inciertos. La sensación de estar atrapada en este laberinto verde empieza a desmoronarse cuando, a lo lejos, vislumbro un claro. La línea de árboles se adelgaza, y más allá, veo un destello de luz, el primer indicio de que he llegado a las afueras del bosque.

Con el corazón en la garganta, acelero el paso. Salgo del bosque tambaleándome, y me encuentro en un camino pavimentado. Una carretera que se extiende hacia el horizonte, iluminada solo por la pálida luz de la luna y las estrellas. Mis pies descalzos sienten el frío y la dureza del asfalto, pero es una sensación que casi me reconforta. Es un signo de que estoy saliendo de la oscuridad.

Camino por lo que parecen minutos interminables, mis pensamientos aún aturdidos por el miedo. A lo lejos, las luces de la ciudad de Albany empiezan a brillar, un faro en la oscuridad que me atrae como una promesa de seguridad. La carretera que sigo me llevará allí, lo sé, pero cada paso es más difícil que el anterior. Mi cuerpo está exhausto, mis fuerzas casi agotadas.

Pero sigo adelante. Con la ciudad en la distancia como mi único objetivo, camino por esa carretera desierta, dejando atrás el bosque que casi me engulló. Con cada paso, la esperanza de escapar y de encontrar ayuda crece, aunque no puedo evitar sentir que, a pesar de todo, el peligro sigue acechando, siempre a la sombra de mi huida.

El dolor en mis pies se vuelve insoportable mientras camino por la carretera desierta. Cada paso es una punzada aguda que recorre mis piernas, producto de las ramas afiladas y espinas del bosque que dejaron sus marcas en mi piel, y ahora, del asfalto frío y duro que aplasta mis pies descalzos.

Mis pies, ya sensibles y adoloridos, sienten cada imperfección en el pavimento. Las pequeñas piedras se clavan en la piel, y el asfalto se vuelve abrasivo con cada zancada. El sufrimiento es constante, y cada paso parece multiplicar el dolor. La sensación de ardor y punzadas se mezcla con el cansancio extremo, haciendo que cada movimiento sea una tortura.

A medida que continúo, me doy cuenta de que el asfalto, que en principio parecía una mejor opción que el bosque, es ahora una superficie implacable que intensifica mi dolor. Mis pasos se vuelven cada vez más pesados, y cada nuevo latido de dolor en mis pies me hace reconsiderar mi decisión de escapar.

La luz de Albany sigue siendo una promesa distante, pero la fatiga y el dolor comienzan a desdibujar mi visión de esperanza. Mi mente, nublada por el agotamiento y el sufrimiento, lucha por mantenerse enfocada en el objetivo, en ese resplandor de la ciudad que parece tan lejano y tan inalcanzable.

A pesar del dolor, sigo adelante, mi determinación más fuerte que el malestar físico. El pensamiento de la seguridad que me ofrece Albany, la posibilidad de encontrar ayuda y alivio, es lo que me impulsa a seguir. Con cada paso, el suelo bajo mis pies se vuelve un recordatorio constante de la desesperación de mi situación y de lo lejos que estoy de todo lo que conocía y de la vida que había construido.

Finalmente, las luces de la ciudad se vuelven más claras y más definidas. La esperanza y el miedo se entrelazan en mi mente mientras me acerco a Albany. La carretera parece interminable, pero la perspectiva de encontrar ayuda y posiblemente escapar de este tormento me da un último empujón de fuerza.

Con el dolor en mis pies convirtiéndose en una parte constante de mi realidad, continúo avanzando, acercándome lentamente a la ciudad. Cada paso es un desafío, pero no tengo opción. Albany se acerca, y mi esperanza de encontrar una salida a mi pesadilla se renueva con cada paso que doy.

La carretera desierta se extiende ante mí, y aunque Albany está cerca, el agotamiento y el dolor me hacen cuestionar si realmente llegaré. De repente, un rugido de motor rompe el silencio de la noche. Mi corazón se acelera al ver las luces de un deportivo lujoso que aparece en el horizonte, acercándose a gran velocidad.

Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo al darme cuenta de que el auto se dirige directamente hacia mí. El miedo se apodera de mí, y sin pensarlo dos veces, arranco a correr con todas mis fuerzas, mis pies adoloridos golpeando el asfalto con una dureza que apenas noto. Las luces del coche se acercan cada vez más, y el rugido del motor se intensifica.

El deportivo acelera, y el sonido de los neumáticos chirriando se mezcla con mi respiración agitada. Mi desesperación aumenta mientras siento que el coche está justo detrás de mí, y mi mente busca frenéticamente una solución. El asfalto parece interminable, y no puedo mantener el ritmo por mucho más tiempo.

De repente, el deportivo se adelanta y se detiene bruscamente justo frente a mí. Las luces del auto iluminan el camino, y mi respiración se detiene por un momento mientras el pánico se apodera de mí. La puerta del conductor se abre, y una figura alta y enigmática emerge del vehículo. La luz de los faros proyecta una sombra larga sobre el asfalto, haciendo que la figura parezca aún más imponente.




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