La puerta se abre, revelando el interior de la mansión. La opulencia del lugar parece burlarse de mi desesperación, y la sensación de estar atrapada en un mundo que no comprendo se intensifica.
Trato de mantener la calma, aunque el pánico sigue burbujeando en mi interior. Mi mente sigue girando en torno a las palabras de Angelo y a la realidad de estar atrapada en este lugar con un hombre cuya verdadera identidad sigue siendo un misterio para mí. La incertidumbre es abrumadora, y el miedo se convierte en mi compañero constante mientras me adentro en la mansión.
Al entrar en la mansión, el contraste entre la opulencia y mi estado emocional se vuelve aún más pronunciado. Las luces suaves iluminan los pasillos adornados con obras de arte y muebles elegantes, pero el miedo y el dolor me siguen como sombras persistentes.
Angelo me observa de reojo mientras caminamos por el vestíbulo, y sus ojos se posan en mis pies descalzos. Siento su mirada de manera intensa, y la preocupación que veo en su expresión sorprende por un instante mi desesperación. La piel de mis pies está llena de cortes y moretones, evidencias del tumultuoso escape que intenté.
De repente, sin previo aviso, Angelo se acerca y me levanta en sus brazos con una fuerza inesperada. El movimiento es tan repentino que me toma por sorpresa, y me encuentro siendo transportada con rapidez hacia el interior de la mansión. La opulencia de la mansión se vuelve un blur mientras paso de una habitación a otra, finalmente llegando a lo que parece ser un lujoso baño.
El baño es un oasis de lujo: mármol blanco en el suelo, una bañera de hidromasaje enorme, y luces cálidas que contrastan con la fría oscuridad que he vivido. Angelo me coloca suavemente sobre una silla cercana al lavabo y empieza a preparar lo que parece ser un kit de primeros auxilios.
Me siento atrapada entre la incomodidad de la situación y el alivio de recibir atención. Mis pies están hinchados y doloridos, y el ardor de las heridas es casi insoportable. Angelo trabaja con precisión, limpiando cuidadosamente cada herida con un desinfectante que es tanto eficaz como doloroso. La suavidad de sus movimientos y la atención con la que trata mis pies son inesperadas, dadas las circunstancias.
Mientras él se concentra en sus tareas, su rostro sigue oculto bajo la balaclava. La falta de visibilidad de su rostro no hace más que intensificar la sensación de misterio y distancia. Cada vez que se inclina para aplicar una venda o limpiar una herida, me siento más confundida y vulnerable.
—No puedo creer que esté en esta situación —digo, tratando de romper el silencio que se ha establecido entre nosotros.
Angelo no responde de inmediato, y el silencio se convierte en una presencia abrumadora en el baño. Finalmente, mientras termina de aplicar las últimas curaciones, su voz baja y controlada rompe el silencio.
—Tienes que entender que la situación es más complicada de lo que crees. Las consecuencias de los actos de tu padre son graves, y ahora debes adaptarte a este nuevo entorno —dice, su tono mezclado con una mezcla de frialdad y un toque inesperado de preocupación.
—¿Y qué pasa con mi vida? —pregunto, tratando de mantener la compostura a pesar del dolor que siento.
—Tu vida, como la conocías, ha cambiado —responde Angelo. —Ahora debes cumplir con el papel que se te he asignado. Tu situación está destinada a protegerte y a mantenerte en una posición en la que puedas adaptarte. Es el precio que debes pagar por la deuda de tu padre.
Miro a Angelo mientras limpia las últimas heridas. La confusión y la desesperanza se apoderan de mí nuevamente. El dolor en mis pies es un recordatorio constante de que estoy atrapada en una realidad que no comprendo completamente. La sensación de ser una pieza en un juego del que no entiendo las reglas me llena de incertidumbre.
—¿Qué debo esperar ahora? —pregunto, buscando alguna forma de entender lo que se me exige.
Angelo termina de vendar mis pies y se aleja, su figura volviendo a la sombra mientras la luz de la habitación resalta la elegancia y el lujo a su alrededor.
—Descansa por ahora —dice con firmeza. —Lo que viene a partir de aquí se discutirá en el momento adecuado. Por ahora, concédele a tu cuerpo el tiempo necesario para recuperarse. Las cosas cambiarán y se harán más claras con el tiempo.
La puerta del baño se cierra detrás de él, dejándome sola con mis pensamientos y el resplandor tenue de las luces. La opulencia del baño, aunque lujosa, no puede ocultar el sentimiento de desesperanza que se cierne sobre mí. Mientras me siento en la silla, intentando aliviar el dolor en mis pies, me doy cuenta de que mi vida ha dado un giro dramático, y la incertidumbre de lo que vendrá me llena de una ansiedad abrumadora.
La mansión es silenciosa mientras descanso en el baño, con la opulencia de los alrededores creando un contraste inquietante con mi estado emocional. El alivio momentáneo de las curaciones se mezcla con el dolor persistente de la situación en la que me encuentro. Mientras me siento en la silla, con los pies envueltos en vendas, me doy cuenta de lo que significa realmente estar atrapada en esta realidad.
La puerta del baño se abre con suavidad, y Angelo regresa, su presencia es solemne y cautelosa mientras se acerca a mí. La preocupación en su rostro es palpable, y el contraste con su usual actitud distante me sorprende.
—¿Cómo sigues? —pregunta con un tono que es casi maternal, a pesar de la severidad de su posición.
—Estoy… mejor, gracias —respondo, intentando sonreír, aunque el dolor aún me embarga.
Angelo asiente, sus ojos grises mostrando una mezcla de emociones que no puedo descifrar completamente. Se acerca a mí y, con una gentileza inesperada, coloca una manta suave sobre mis hombros. El gesto es pequeño pero significativo, y me hace sentir por un momento como si no estuviera completamente sola en esta mansión.
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Editado: 19.11.2024