El día siguiente se arrastra lentamente mientras me encuentro sola en la habitación asignada. Las horas pasan en un ciclo interminable de pensamientos inquietos y momentos de reflexión. A pesar de la suavidad de las sábanas y la comodidad de la habitación, no puedo escapar de la inquietud que siento. Angelo ha estado ausente todo el día, y su ausencia solo acentúa la incertidumbre que pesa sobre mí.
Las sombras en la habitación parecen moverse con cada pequeño sonido, y mi mente sigue vueltas con recuerdos de las recientes conversaciones y encuentros. A pesar de la calma aparente, el ansía y la confusión no me dejan en paz.
Cuando el reloj marca la medianoche, el sonido de un golpe en la puerta me despierta de mi letargo. El corazón me da un salto en el pecho, y me apresuro a levantarme, sin poder evitar preguntarme qué me depara esta vez.
—Isabel —la voz de Lorenzo resuena en el umbral de la puerta—. Señor Di Marco quiere verte.
La noticia me sorprende, y mientras me alisto con rapidez, el nerviosismo se apodera de mí. Me visto con la ropa que Angelo había dejado para mí y salgo de la habitación, siguiendo a Lorenzo a través de los oscuros corredores de la mansión. El silencio es profundo, y la mansión parece aún más opresiva en la noche.
Llegamos a una gran sala que no había visto antes. La decoración es elegante, con muebles de cuero y madera oscura, y una gran mesa en el centro. En el extremo de la sala, hay una figura en la penumbra. Angelo está allí, de espaldas, el rostro aún oculto en la oscuridad.
—Gracias, Lorenzo —dice Angelo, su voz cargada de autoridad y un tono de agradecimiento—. Puedes irte.
Lorenzo se retira, cerrando la puerta detrás de él. El silencio vuelve a instalarse en la sala, y mi mente se acelera con preguntas mientras me acerco lentamente a Angelo. La luz tenue que proviene de las lámparas de la sala apenas ilumina su figura, y su presencia imponente es difícil de ignorar.
Angelo gira lentamente para enfrentarse a mí, y aunque su rostro sigue en sombras, siento la intensidad de su mirada. Se acerca y me señala una silla frente a él. Me siento, intentando mantener la calma, mientras él toma su lugar en la silla opuesta.
—¿Cómo te encuentras hoy, Isabel? —pregunta con un tono que mezcla preocupación y autoridad.
—Estoy bien, gracias —respondo, tratando de sonar más segura de lo que me siento. —¿Por qué me has llamado?
—Quería hablar contigo sobre lo que sucedió ayer y sobre cómo avanzaremos a partir de ahora —dice Angelo, su voz grave y controlada. —Mi intención es aclarar las cosas y asegurarte de que comprendas la situación en la que te encuentras.
Se inclina hacia adelante, y aunque no puedo ver su rostro claramente, siento que está evaluando cada palabra que digo y cada gesto que hago. Su presencia es imponente, y el ambiente cargado de tensión es palpable.
—Ayer, te mostraste fuerte y valiente —continúa Angelo—. Aprecio eso más de lo que puedas imaginar. La realidad es que lo que ha ocurrido es solo el principio de un proceso más largo.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto, sintiendo una mezcla de miedo y esperanza.
—Quiero decir que, mientras la deuda de tu padre sigue en pie, también hay un propósito más grande en todo esto. Necesito tu cooperación, pero también quiero que sepas que tu papel aquí es más que una simple obligación. La posición que ocupas es crucial para mi plan de recuperación.
Angelo se levanta y comienza a caminar por la sala, su presencia llena el espacio con una combinación de autoridad y misterio. La forma en que se mueve, la forma en que habla, todo está cuidadosamente calculado.
—Lo que se espera de ti es lealtad y paciencia —dice finalmente—. Estás aquí para representar algo más grande. Mi imperio necesita ser reconstruido, y para ello, la apariencia de una familia estable y unida es fundamental.
—¿Qué quieres de mí exactamente? —pregunto, sintiendo que estoy al borde de una comprensión más profunda.
—Quiero que te adaptes y que entiendas tu papel —responde Angelo, su tono ahora más suave pero igual de firme—. Necesito que actúes como mi esposa en público. No será una unión convencional, pero tu presencia y tu papel serán cruciales para el éxito de mi plan.
Su explicación es tan clara como el agua turbia, y aunque todavía tengo muchas preguntas, siento una pizca de comprensión. La idea de ser una pieza en un juego más grande es desconcertante, pero también es una oportunidad para encontrar algún tipo de propósito en esta situación.
—Si tienes alguna pregunta o inquietud, este es el momento para expresarlas —dice Angelo, su voz cargada de una especie de sinceridad que no había notado antes.
—Solo quiero saber qué pasará con mi vida después de esto —admito—. ¿Qué sucederá una vez que todo esté en su lugar?
—Todo dependerá de cómo manejes tu papel —responde Angelo—. Si cumples con tus responsabilidades y demuestras que puedes ser una aliada valiosa, tu situación podría mejorar. Pero recuerda, también hay consecuencias para no cumplir con las expectativas.
Mi mente trabaja a toda velocidad, intentando visualizar un plan para salir de esta pesadilla y recuperar mi libertad. Mi disposición a cooperar con Angelo podría ser la clave para una posible salida. Respiro hondo y me decido a actuar con determinación.
—Estoy dispuesta a ponerme a disposición para ayudarte en todo lo que pueda —digo, con firmeza en la voz—. Si mi cooperación es crucial para tu plan, quiero estar al tanto de todo lo que necesites y cómo puedo contribuir de la mejor manera. Necesito entender la situación y estar al día para poder apoyarte efectivamente.
Angelo se detiene en seco y me observa desde la penumbra. La tensión en el aire se siente aún más fuerte. Su voz, aunque aún oculta en sombras, parece cargada de una mezcla de sorpresa y aprobación.
—Tu disposición es un buen comienzo —dice Angelo—. Aprecio tu actitud proactiva. Estaré encantado de mantenerte informada sobre los detalles necesarios para que puedas cumplir con tu papel. La información es poder, y te aseguro que tendrás todo lo que necesites para desempeñar tu función de manera efectiva.
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Editado: 19.11.2024