Crown of darkness

Capitulo dieciséis

Ángelo Di Marco

El día que vi a Isabel por primera vez fue un momento que marcó un antes y un después en mi vida. Desde la sombra de mi posición, donde me mantenía en el anonimato y la oscuridad, observé cómo ella cruzaba el umbral de la mansión. Lo que había pensado que sería un encuentro rutinario se transformó en algo que ni siquiera yo había anticipado.

Isabel era un enigma envuelto en belleza. Su cabello caía en ondas perfectas sobre sus hombros, y su rostro, iluminado por la luz tenue de la entrada, parecía una obra de arte hecha realidad. Sus ojos, grandes y expresivos, reflejaban una mezcla de incertidumbre y valentía que me cautivó instantáneamente. Era como si en cada parpadeo, ella revelara un fragmento de su alma, y esa vulnerabilidad me atrajo de una manera que no esperaba.

Cuando entró en la mansión, era evidente que estaba desorientada y asustada, pero también había una fortaleza en ella que no podía ignorar. En esos primeros momentos, sentí una conexión que trascendía las palabras y las circunstancias. Era como si, a través de la distancia y el anonimato, pudiera percibir la esencia de lo que ella era.

La manera en que se movía por el espacio, buscando respuestas, reflejaba una determinación que me hizo admirarla aún más. Me di cuenta de que su presencia era un desafío y una oportunidad. Aquí estaba esta joven que, a pesar de la situación en la que se encontraba, mantenía una dignidad y un coraje que resonaban profundamente en mí.

La situación cambió drásticamente cuando, en un momento de desesperación, Isabel decidió escapar. La noticia de su huida llegó a mí como una ola de terror. No solo estaba preocupada por su seguridad, sino también por la amenaza constante de mis enemigos, que podrían usar su fuga para sus propios fines.

Sin pensarlo dos veces, me lancé a la búsqueda. Subí a mi deportivo, el corazón acelerado y la mente en caos. La búsqueda se convirtió en una carrera contra el tiempo. Cada minuto que pasaba sin encontrarla aumentaba mi desesperación. Sabía que mis enemigos no se detendrían ante nada para aprovechar cualquier oportunidad que se les presentara, y la seguridad de Isabel era mi principal preocupación.

Después de horas de búsqueda frenética, una mezcla de alivio y agotamiento me invadió cuando finalmente la encontré. Ella estaba en un estado lamentable, agotada y herida. Sin dudarlo, la subí a mi coche y conduje de regreso a la mansión, sintiendo una mezcla de alivio y culpabilidad por no haber podido protegerla mejor.

Cuando llegamos, llevé a Isabel directamente al baño de la mansión. La urgencia de tratar sus heridas me obligó a actuar rápidamente. Con el cuidado y la precisión que pude reunir en medio de mi preocupación, comencé a limpiar y vendar sus heridas. La visión de su piel lastimada me afectó profundamente; cada pequeño corte y rasguño era un recordatorio doloroso de la vulnerabilidad en la que la había dejado.

Mientras trabajaba, el silencio entre nosotros estaba cargado de una tensión palpable. A pesar de todo, había una necesidad mutua de entender y superar el caos que nos rodeaba. Isabel, a pesar de su agotamiento y dolor, me miraba con una mezcla de gratitud y desesperación. En esos momentos, sentí una conexión aún más fuerte, un compromiso silencioso de protegerla y asegurarme de que no volviera a encontrarse en una situación tan desesperada.

Finalmente, cuando terminé de tratar sus heridas, nos encontramos en un lugar de calma relativa. La misión de esa noche había sido más que una simple búsqueda; había sido una reafirmación de lo que significaba para mí proteger a Isabel, y de cómo cada desafío nos acercaba más.

Mientras la llevaba de vuelta a su habitación, me prometí a mí mismo que haría todo lo posible para asegurar su seguridad y bienestar. En medio de todo el caos, su presencia se había convertido en una fuente de propósito y determinación. La conexión que compartíamos, aunque forjada en circunstancias difíciles, era ahora el corazón de mi lucha por recuperar mi imperio y proteger a la mujer que, sin saberlo, había cambiado mi vida de manera irrevocable.

A medida que pasaron los días y nuestra interacción se volvió más frecuente, empecé a notar más de su carácter. Era fácil ver que estaba atrapada en una red de circunstancias que la superaban, pero había una fuerza en ella que parecía desafiar cualquier adversidad. En ese momento, supe que mi decisión de hacerla parte de mi vida, aunque por motivos que en su momento parecían estrictamente prácticos, se había convertido en algo mucho más significativo.

El día de la boda, vi a Isabel por primera vez vestida con el atuendo nupcial que había elegido para ella. La imagen de ella en ese vestido, con el rostro ligeramente sonrojado y la mirada decidida, era absolutamente deslumbrante. Mi reacción fue una mezcla de asombro y admiración. No pude evitar sentir una oleada de emoción al verla, sabiendo que el compromiso que habíamos asumido juntos no solo era una formalidad, sino también un punto de partida para algo mucho más profundo.

A medida que avanzamos hacia el altar, me di cuenta de cuánto había cambiado mi perspectiva desde aquel primer encuentro. Isabel no era solo una pieza en el rompecabezas de mi plan, sino una persona que, aunque enfrentada a circunstancias extremas, tenía una fortaleza y una belleza que desafiaban cualquier expectativa.

Mientras la ceremonia avanzaba y el padre anunció que podía besar a la novia, el momento llegó con una mezcla de solemnidad y ternura. Cuando levanté el balaclava lo suficiente para dejar ver mis labios, sentí el contacto de su piel en un beso suave en su mejilla. Era un gesto sencillo pero cargado de significado, una promesa de que, a pesar de las sombras que nos rodeaban, había algo de luz en lo que compartíamos.

Ahora, mientras nos dirigíamos a la camioneta para nuestro próximo destino, mi mente estaba llena de pensamientos sobre el futuro. Isabel había aceptado su papel en este nuevo capítulo de nuestras vidas, y aunque el camino por delante estaba lleno de incertidumbres, estaba decidido a enfrentar cada desafío con ella a mi lado.




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