Crown of darkness

Capitulo dieciocho

El día amaneció radiante en Miami, pero la tristeza por saber que este era nuestro último día aquí me oprimía el pecho. No quería regresar a la mansión, a esa oscura realidad que me esperaba. Aquí, con la brisa cálida del océano y la sensación de libertad que ofrecía esta ciudad, casi había olvidado que todo era una farsa, un acuerdo sellado por la desesperación.

Angelo había sido diferente estos días. Casi parecía un hombre normal, alguien que podría enamorar a cualquiera con su gentileza oculta y su cuidado silencioso. Pero sabía que era un espejismo, una tregua temporal antes de que todo volviera a la oscuridad. Sin embargo, cada sonrisa que me había sacado, cada gesto de preocupación, lo sentía como un recordatorio de la complejidad de nuestra situación.

Me vestí en silencio, con el corazón pesado por el retorno inminente. Angelo y yo no habíamos hablado mucho de lo que vendría después de este viaje, pero el inevitable regreso a la realidad me asustaba. Cuando salí de la habitación, lo encontré esperando en el vestíbulo del hotel, impecablemente vestido como siempre, con esa misma calma imperturbable en su expresión.

"¿Lista para regresar?" preguntó, aunque su voz parecía contener una mezcla de comprensión y algo más, como si supiera lo que este viaje había significado para mí.

Asentí en silencio, no confiando en mi voz para mantener la compostura. Caminamos juntos hacia el auto que nos llevaría al aeropuerto, y la nostalgia ya comenzaba a apoderarse de mí, recordando cada momento de estos dos días, deseando que duraran un poco más.

Subir al jet privado fue un desafío para mí. A pesar de la experiencia anterior, el pánico todavía acechaba en el fondo de mi mente. Angelo lo notó de inmediato, y como antes, tomó mi mano con firmeza, dándome el valor que necesitaba. Sus palabras, esta vez más suaves, fueron como un bálsamo que calmó mis nervios.

"Todo va a estar bien, Isabel," me dijo, su voz baja pero segura. "No dejaré que te pase nada."

Sentí una conexión en ese momento, una corriente de entendimiento que fluyó entre nosotros. No era solo un acuerdo de conveniencia, sino algo más profundo, algo que no quería nombrar, pero que estaba ahí, creciendo en los rincones oscuros de esta relación imposible.

El vuelo fue tranquilo, y aunque mi corazón se calmó con el paso de las horas, la sombra de lo que nos esperaba al llegar a la mansión nunca se desvaneció por completo.

Finalmente, la majestuosa mansión apareció en el horizonte, imponente y aterradora. El jet aterrizó suavemente, y al bajar, la sensación de encierro regresó de golpe. Estaba nuevamente atrapada en la jaula dorada de Angelo Di Marco.

Mientras caminábamos hacia la entrada principal, me preguntaba qué me esperaba ahora. La realidad había regresado, y aunque estos días en Miami habían sido un respiro, sabía que ahora debía enfrentar lo que fuera que Angelo tenía preparado para mí.

Al llegar a la mansión, el cambio de ambiente fue palpable. La calidez y libertad de Miami se desvanecieron, reemplazadas por la opresiva atmósfera de la oscura fortaleza que Angeloe llamaba hogar. La vasta propiedad se extendía ante nosotros, con sus imponentes muros y jardines perfectamente cuidados, pero todo parecía carente de vida, como un reflejo de la situación en la que me encontraba.

Angelo, como era su costumbre, se retiró de mi vista casi de inmediato. Apenas intercambiamos algunas palabras mientras nos dirigíamos al interior, y pronto él desapareció entre las sombras de la mansión. Sabía que no lo vería en todo el día, y la fría realidad de su ausencia cayó sobre mí como un manto de inquietud.

El personal de la casa se movía silenciosamente a mi alrededor, siempre atentos, pero distantes. Había una rutina en sus movimientos, como si estuvieran acostumbrados a la presencia invisible de Angelo, a su misteriosa forma de manejar las cosas. Nadie hacía preguntas, y yo tampoco me atreví a hacerlo.

Pasé el día recorriendo los pasillos interminables de la mansión, con una sensación de vacío en el pecho. Las habitaciones, aunque lujosas y llenas de historia, me resultaban extrañas y frías. Cada rincón parecía susurrar secretos que nunca llegarían a mis oídos, y cada sombra me recordaba la figura enigmática de Angelo, siempre presente pero inalcanzable.

Al caer la noche, el peso de la soledad se hizo más intenso. Mi mente volvió a los días en Miami, buscando en esos recuerdos recientes algún consuelo, alguna señal de que lo que había sentido no era solo una ilusión. Pero la mansión, con sus altos techos y sus oscuros rincones, parecía devorar cualquier esperanza de calidez o cercanía.

Finalmente, llegó la medianoche. Sabía que era el momento en que Angelo reaparecería, como si la oscuridad de la noche fuera la única capaz de revelar su presencia. Me preparé para nuestro inevitable encuentro, mi mente llena de preguntas que sabía que no podrían ser contestadas fácilmente.

Al salir de mi habitación, el silencio de la mansión se sentía casi opresivo. Lorenzo me esperaba, como siempre, para llevarme a la oscura oficina donde Angelo me recibiría. Con cada paso que daba, el peso de lo que se avecinaba se hacía más grande, y me pregunté qué más descubriría esta noche sobre el hombre que ahora controlaba mi destino.

Cuando llegué a la oficina de Angelo, el aire estaba cargado de una tensión palpable. La luz tenue que emanaba de una lámpara en el rincón apenas iluminaba la vasta habitación, dejando a Angelo, como de costumbre, envuelto en sombras. Solo su silueta era visible, una figura imponente que proyectaba poder y misterio.

Me senté en la silla que estaba frente a su escritorio, esperando a que hablara. Hubo un momento de silencio, uno que parecía estirarse más allá de lo soportable, hasta que finalmente su voz rompió la quietud.

"Isabel," comenzó, su tono suave pero firme, "es hora de que entiendas el mundo en el que ahora vives, y el peso que conlleva."




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