Crown of darkness

Venti.

Desperté con una extraña sensación de confusión. Lo último que recordaba era estar en la terraza, observando la luna y permitiendo que mis pensamientos fluyeran en un intento desesperado de encontrar algo de claridad en medio de este caos. Pero ahora estaba en mi cama, con las sábanas perfectamente colocadas a mi alrededor.

Me senté lentamente, repasando los eventos de la noche anterior. ¿Cómo había llegado aquí? No recordaba haber caminado hasta mi habitación. La idea de que alguien me hubiera cargado me incomodaba y al mismo tiempo, despertaba algo en mi interior que no podía nombrar. Angelo... ¿había sido él? La suavidad con la que estaba acomodada en la cama sugería un cuidado que nunca habría esperado.

Sacudí la cabeza, tratando de deshacerme de esos pensamientos. No podía permitirme el lujo de pensar en él de esa manera. Me levanté, dejando las sábanas a un lado, y caminé hacia el armario. Mi entrenamiento con Lorenzo comenzaba temprano, y no tenía tiempo para perderme en suposiciones.

Opté por una ropa deportiva simple: unos leggings oscuros y una camiseta de manga larga. Era temprano, no más de las seis de la mañana, y el aire fresco de la mañana me envolvía cuando salí de mi habitación. Mi cuerpo aún estaba cansado, pero no podía permitirme el lujo de detenerme. Si había algo que podía controlar en este lugar, era mi propia fuerza y habilidad para defenderme.

Mientras caminaba por el pasillo hacia el lugar de encuentro con Lorenzo, mi mente seguía divagando. ¿Qué más podría estar ocultándome Angelo? La revelación de su historia, de cómo perdió a su familia en un ataque brutal que también lo dejó marcado físicamente, seguía resonando en mi mente. Sabía que había más, que aún no había revelado todo, pero por ahora, tenía que enfocarme en lo que venía.

Al llegar al patio donde Lorenzo me esperaba, respiré hondo y me preparé para lo que sería otro día de entrenamiento. Estaba decidida a hacer lo que fuera necesario para estar lista, tanto para enfrentar a Angelo como para encontrar una manera de salir de este lugar... si es que alguna vez lograba encontrarla.

Lorenzo me esperaba en el gimnasio privado de la mansión, un espacio amplio con paredes de espejos y un suelo acolchonado diseñado para los entrenamientos más intensos. A las 6 de la mañana, ya estaba allí, vestido con ropa deportiva y con una expresión seria. El aire era fresco, y la luz del amanecer apenas comenzaba a filtrarse por las ventanas.

Lorenzo me entregó un par de vendas y guantes. "Primero, vamos a proteger tus manos. Los nudillos son sensibles, y no queremos que te lesiones."

Me enseñó cómo enrollar las vendas alrededor de mis manos, asegurando bien los nudillos y las muñecas. Luego, me puse los guantes de boxeo. El peso de ellos era inusual, pero a medida que los movía, comencé a acostumbrarme.

"Ahora, vamos a trabajar en la postura. Mantén los pies separados a la altura de los hombros, uno ligeramente delante del otro. Las rodillas deben estar un poco flexionadas, y los brazos siempre deben proteger tu rostro."

Me puse en posición, intentando imitar a Lorenzo lo mejor que pude. Su mirada crítica me corregía cada vez que mi postura se desviaba, asegurándose de que entendiera la importancia de estar bien plantada.

"Vamos a empezar con lo básico," dijo Lorenzo, levantando los guantes para que pudiera golpear. "Un jab con la mano izquierda. Recuerda, no solo es el brazo, también debes girar ligeramente el cuerpo para darle más fuerza."

Lancé mi primer golpe, tímida al principio, pero Lorenzo me animó a ser más firme. "No tengas miedo de usar tu fuerza, Isabel. Aquí, lo que necesitas es poder."

A medida que avanzábamos, los golpes se volvían más fluidos. Un jab, seguido de un directo con la derecha. Lorenzo me enseñó cómo moverme, cómo mantener el equilibrio, y cómo encadenar los golpes para ser más efectiva.

Después de un rato, pasamos a la defensa personal. Lorenzo me mostró cómo reaccionar si alguien intentaba agarrarme por detrás. Me enseñó cómo utilizar el peso del oponente en su contra, cómo liberarme de agarres, y cómo hacer que cada movimiento contara.

"En una situación real, no se trata de pelear limpio," dijo Lorenzo, con una seriedad que no había visto antes. "Se trata de salir viva. Usa lo que tengas a mano, no dudes."

Finalmente, me llevó a una mesa donde descansaba una pistola. Mi corazón se aceleró un poco al verla. Lorenzo me mostró cómo sujetarla correctamente, cómo mantener el dedo fuera del gatillo hasta estar lista para disparar, y cómo quitar el seguro.

"Esto es solo el principio," dijo, entregándome el arma para que practicara. "Mañana continuaremos con el entrenamiento de tiro. Hoy, quiero que te familiarices con el peso del arma y cómo manejarla. Necesitas sentirte cómoda con ella, porque puede que dependas de esto algún día."

El entrenamiento duró hasta las 10 de la mañana. Al final, estaba agotada, pero también me sentía un poco más segura. Sabía que este era solo el comienzo, pero algo en mí estaba cambiando. Ya no era la misma Isabel que había llegado a esta mansión.

Tomo una ducha y después de la ducha, me visto con rapidez y bajo a la cocina para desayunar. El aroma del café recién hecho y de los croissants me recibe, y aunque no tengo mucho apetito, me sirvo una taza de café y un par de croissants. Mientras como, reflexiono sobre el entrenamiento que acabo de recibir y el nuevo mundo en el que estoy inmersa. A pesar del dolor y la incomodidad de los entrenamientos, me siento más segura. Entender cómo defenderme y manejar un arma es crucial para sobrevivir en esta nueva realidad.

Con el desayuno terminado, decido explorar la mansión un poco más. Paso por la biblioteca y me detengo a hojea libros sobre defensa personal y estrategias. Aunque los libros no son tan efectivos como el entrenamiento práctico, me brindan una mejor comprensión de lo que aprendí esta mañana. La soledad de la biblioteca también me da un momento para pensar en mi vida y en lo que se me espera.




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