La noche había llegado, y la atmósfera en la mansión estaba cargada de una anticipación palpable. Angelo y yo salimos de la casa, dirigiéndonos hacia un convoy de camionetas blindadas que esperaban en la entrada. La opulencia y la seguridad eran evidentes, y mis nervios se mezclaban con una creciente emoción mientras nos dirigíamos al evento.
El destino de la noche era Le Serene, un exclusivo restaurante en el corazón de Nueva York, conocido por ser uno de los lugares más lujosos para cenas privadas y eventos de alto perfil. El restaurante, situado en la cima de un rascacielos, ofrecía vistas impresionantes de la ciudad, con grandes ventanales que mostraban el horizonte iluminado. Era un lugar tan exclusivo que el acceso estaba reservado solo para aquellos que podían pagar el alto precio de la discreción y la elegancia.
A medida que el convoy se acercaba al restaurante, la noche se llenaba de una serie de luces brillantes y un ambiente de lujo inigualable. Las camionetas se detuvieron frente a la entrada principal, donde una alfombra roja se extendía desde la acera hasta las puertas del restaurante. La entrada estaba custodiada por un grupo de guardaespaldasque se veian altamente entrenados, su presencia una señal de la importancia del evento que se iba a celebrar esa noche.
Cuando Angelo y yo descendimos del convoy, la atención se centró de inmediato en nosotros. Los guardaespaldas formaban una barrera imponente a nuestro alrededor, los murmullos de la multitud se mezclaban en una sinfonía de curiosidad y respeto. Aunque no había medios de comunicación presentes, el ambiente estaba cargado de la expectativa de un evento importante.
La belleza del lugar era inigualable. Las luces tenues y los arreglos florales exquisitos adornaban la entrada, y el interior del restaurante se mostraba como un palacio moderno, con detalles dorados y mármol pulido que reflejaban la opulencia de la ocasión. La música suave y el murmullo de las conversaciones elegantes creaban una atmósfera sofisticada y exclusiva.
Angelo, con su presencia dominante y su porte inigualable, caminó con firmeza hacia la entrada. Mi corazón latía con fuerza mientras caminaba a su lado, el collar de diamantes que llevaba alrededor de mi cuello brillando con cada paso que daba. Su mano se mantenía firmemente en mi cintura, un gesto de protección y autoridad que me hacía sentir a la vez segura y importante.
A medida que avanzábamos, los invitados en el restaurante se volvieron hacia nosotros, sus miradas mezcladas entre admiración y curiosidad. Susurros llenaron el aire mientras se preguntaban quién era la mujer a su lado, y el respeto hacia Angelo era evidente en la forma en que se comportaban. La entrada de la pareja al lugar era como un espectáculo en sí mismo, la combinación de su belleza y el aura de poder que los rodeaba dejaba una impresión duradera en todos los presentes.
Al llegar a la entrada del restaurante, la elegante puerta de cristal se abrió automáticamente, revelando un vestíbulo decorado con mármol blanco y detalles en oro. La calidez y el lujo del interior contrastaban con la fría noche exterior, creando una sensación de bienvenida y exclusividad.
Angelo me guió con firmeza y confianza hacia el interior, la mano en mi cintura actuando como un recordatorio constante de su presencia y de su autoridad. La mirada en su rostro, aunque oculta en parte por el balaclava, revelaba una mezcla de determinación y orgullo. Juntos, avanzamos hacia el área privada reservada para el evento, sabiendo que esta noche marcaría una nueva etapa en nuestra relación y en la restauración de su imperio.
A medida que la cena avanzaba, la conversación entre los invitados se volvía más animada. Los murmullos de admiración y respeto en torno a Angelo seguían fluyendo, y yo me encontraba inmersa en un mar de caras conocidas y desconocidas. Angelo se movía con soltura entre las mesas, intercambiando palabras de cortesía y estratega, su presencia indiscutible atrayendo la atención de todos.
"¿Cómo va la noche para ti, Isabel?" preguntó Angelo, acercándose a mi lado después de un breve intercambio con uno de los asistentes. Su voz, suave pero cargada de autoridad, ofrecía una pausa momentánea en la dinámica de la velada.
"Es impresionante," respondí, tratando de ocultar mi nerviosismo. "Nunca había estado en un evento como este antes."
Angelo asintió, su mirada calculadora observando el entorno con detenimiento. "Me alegra que te guste. Esta noche es importante para nosotros."
Poco después, Angelo se inclinó y me dio un beso en la mejilla, un gesto de cercanía que, a pesar de su carácter formal, me hizo sentir un poco más cómoda en medio de la pomposidad del evento.
"No te preocupes, solo relájate y disfruta," me animó. "Voy a tener que ausentarme por un momento para discutir algunos asuntos privados con. Lorenzo estará por ahí, no te sientas sola; si necesitas algo, solo díselo."
Con esa breve despedida, Angelo se dirigió hacia una puerta discreta al fondo de la sala, donde se encontraba un pequeño despacho reservado para discusiones privadas. Lorenzo, que siempre estaba atento, se mantuvo cerca, vigilando la sala con una actitud de vigilancia constante.
Mientras Angelo y Lorenzo se retiraban, el ambiente en el restaurante seguía fluyendo con una mezcla de sofisticación y energía. Me acomodé en mi silla, observando el movimiento a mi alrededor y tratando de relajarme. Fue entonces cuando un hombre, con un traje oscuro a medida y una sonrisa confiada, se acercó a mí.
"Buenas noches," dijo el hombre con una voz suave, pero con una confianza que me hizo sentir incómoda. "No pude evitar notar cuánto brillas esta noche. Soy Matteo."
Levanté una ceja, sorprendida por su audaz acercamiento. "Gracias Sergei. Estoy disfrutando de la noche."
Sergei se inclinó ligeramente, como si estuviera buscando una conexión más cercana. "La cena es maravillosa, pero no se compara con tu presencia. ¿Te gustaría acompañarme por un momento para tomar una copa en el salón privado?"
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Editado: 05.05.2025