Crown of darkness

Venticinque.

Narrador omnisciente

Isabel despertó con la primera luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas de la habitación. El suave calor a su alrededor la hizo sentir más relajada de lo que había estado en mucho tiempo. Al abrir los ojos, sintió una sensación peculiar, como si estuviera descansando sobre algo cálido y firme. Al moverse lentamente para ajustarse, se dio cuenta de que el objeto en cuestión era el cuerpo de Angelo.

El corazón le dio un salto al recordar la noche anterior. Se había acurrucado junto a él, buscando consuelo en su presencia. Ahora, al levantar la cabeza con cuidado, se encontró frente a frente con Angelo, quien dormía tranquilamente bajo su abrazo.

El rostro de Angelo estaba ahora a la vista, sin el habitual balaclava que solía ocultarlo. Isabel lo observó con fascinación, sus ojos recorriendo cada detalle de su rostro. La luz del amanecer iluminaba sus rasgos con una suavidad que resaltaba su belleza en un modo completamente nuevo. Sus ojos, enmarcados por largas pestañas, estaban cerrados, y su piel, aunque marcada por cicatrices, parecía aún más atractiva en su vulnerabilidad.

Isabel se quedó observando el rostro de Angelo con una mezcla de fascinación y preocupación. Al tocar la cicatriz en su mejilla, sintió una oleada de emociones que no podía controlar. La cicatriz cerca de su mandíbula, aunque pequeña, era un recordatorio tangible del sufrimiento que había pasado. La vulnerabilidad de Angelo al estar sin su balaclava y la forma en que intentó ocultarse cuando ella tocó su rostro solo intensificaron el drama del momento.

Angelo despertó de golpe, sus sentidos entrenados reaccionando al más mínimo contacto. Su cuerpo se tensó de inmediato, y sus ojos se abrieron con un destello de alerta mientras su instinto le exigía defenderse. Su respiración se aceleró y sus manos se movieron con rapidez, listas para actuar.

Pero entonces la vio.

Isabel estaba junto a él, con la mirada llena de ternura y preocupación. Su toque no era una amenaza, sino una caricia suave sobre su piel.

El latido frenético de su corazón se desaceleró poco a poco al comprender que estaba a salvo, que no era un enemigo quien lo había despertado, sino su esposa. Aun así, la sensación de vulnerabilidad lo golpeó con fuerza cuando se dio cuenta de que estaba sin su balaclava.

Con un movimiento instintivo, llevó las manos a su rostro, intentando cubrirse, pero Isabel lo detuvo suavemente, entrelazando sus dedos con los de él.

—No te cubras —le pidió, su voz quebrada por la emoción—. Déjame seguir viéndote.

Angelo tragó en seco, su cuerpo todavía rígido por la mezcla de emociones que lo invadían. Su mirada chocó con la de Isabel, y en ella vio algo que lo desarmó por completo: aceptación. No había miedo, ni juicio, solo una calidez que lo envolvía como un refugio al que nunca había creído tener derecho.

El silencio se llenó de una tensión palpable mientras Angelo, con su rostro parcialmente visible, miraba a Isabel con una expresión de vulnerabilidad que raramente mostraba. La inseguridad en sus ojos era evidente, y sus labios temblaban ligeramente mientras esperaba la reacción de ella. Las cicatrices en su piel contaban una historia de dolor y lucha, pero también de fortaleza y resistencia. Sin embargo, la mirada de angustia en sus ojos mostraba una parte de él que no estaba acostumbrado a revelar.

El rostro de Angelo mostró una mezcla de frustración y vulnerabilidad. "¿No te da asco?" preguntó con una voz cargada de inseguridad, su mirada fija en Isabel. "¿No te repugna?"

Isabel sacudió la cabeza con firmeza, sus ojos llenos de comprensión y cariño. "Nunca," le aseguró. "Nunca me has hecho sentir eso. Eres perfecto tal como eres. Estas cicatrices, esta cicatriz, son parte de ti," dijo Isabel, su voz rota por la emoción. "Son parte de tu historia, de lo que has pasado. No me alejan de ti, solo me hacen admirarte más."

Isabel sintió una punzada en el corazón al escuchar esas palabras. La idea de que Angelo pensara que ella podría sentir repulsión por él la entristeció profundamente. Se inclinó hacia él, sus manos temblando ligeramente mientras se apoyaba en el colchón. La ternura y la sinceridad en sus palabras eran genuinas, y el dolor en su voz era palpable.

Las lágrimas brillaron en los ojos de Angelo mientras escuchaba las palabras de Isabel. La tristeza y la gratitud se mezclaban en su mirada, y una oleada de emociones conflictivas lo invadió. La lucha interna en su rostro era evidente, y el dolor que había intentado ocultar durante tanto tiempo se hacía visible en sus ojos. La forma en que Isabel lo aceptaba, sin juzgarlo, le hacía sentir un amor y una vulnerabilidad que no sabía cómo manejar.

Isabel se inclinó más cerca, sus labios rozando la piel de Angelo en un gesto tierno. Le dio un pequeño beso en la mejilla, justo en la cicatriz que había tocado momentos antes. Fue un gesto lleno de cariño y ternura, uno que transmitió más que mil palabras. Angelo sintió una oleada de amor y gratitud mientras el calor del beso de Isabel se extendía por su piel.

"Gracias, Isabel. No sabía que necesitaba escuchar eso hasta ahora," dijo Angelo, su voz temblando ligeramente.

Los ojos de Angelo reflejaban un dolor profundo y una vulnerabilidad que Isabel nunca había visto antes. A través de su mirada, pudo ver un océano de emociones, desde el dolor hasta la desesperación y la esperanza. La conexión entre ellos se hizo más profunda, una mezcla de amor, comprensión y empatía que llenó el espacio entre ellos.

La luz del amanecer iluminó la habitación, resaltando las sombras y las cicatrices en el rostro de Angelo. Isabel se acurrucó más cerca, su cuerpo apoyado en el de él mientras el calor de su presencia le brindaba un consuelo inesperado. Angelo, sintiendo el peso de sus emociones y el calor de la cercanía de Isabel, dejó que sus defensas cayeran, permitiendo que el amor y el apoyo de ella lo envolvieran.




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