Crown of darkness

Trentuno.

Narrador omnisciente

Al llegar al final de la escalera, se encontró con una puerta que daba al exterior. Con el corazón latiendo con fuerza, la abrió y salió al aire libre. La noche estaba fresca, y las estrellas brillaban en el cielo. Aunque todavía estaba lejos de estar a salvo, Isabel sabía que había dado un paso crucial hacia su libertad. Con la determinación de sobrevivir, comenzó a caminar hacia la carretera, decidida a encontrar ayuda y regresar a donde pertenecía: junto a Angelo.

Isabel logró salir al exterior, respirando profundamente el aire fresco de la noche. La sensación de libertad fue fugaz, pero poderosa. Con el corazón aún acelerado, comenzó a correr, alejándose del edificio abandonado. Cada paso era un esfuerzo, pero la adrenalina la mantenía en movimiento. Sabía que no podía detenerse, que tenía que poner la mayor distancia posible entre ella y sus captores.

Sin embargo, apenas había recorrido unos cuantos metros cuando escuchó un disparo. El sonido agudo y seco resonó en la noche, seguido de un ardor intenso que le atravesó la pierna derecha. El impacto la hizo tambalearse, y antes de que pudiera reaccionar, cayó al suelo con un grito ahogado de dolor. La sensación de quemazón se extendió rápidamente, y la sangre comenzó a manchar su pantalón.

Isabel intentó levantarse, pero el dolor era demasiado intenso. Miró hacia atrás y vio a dos hombres acercándose rápidamente, armados y con miradas frías. Uno de ellos sostenía un arma humeante, confirmando que había sido él quien le había disparado. El otro, más grande y con una expresión de desprecio, avanzaba con determinación.

—¡No te muevas! —gritó el hombre con el arma, apuntándole directamente.

Isabel, a pesar del dolor y el miedo, sabía que no podía rendirse. Recordó las palabras de Angelo: "Nunca te rindas, Isabel. La fuerza está en tu mente". Con un esfuerzo sobrehumano, logró arrastrarse unos metros más, tratando de alejarse de ellos. Cada movimiento era una agonía, pero la necesidad de sobrevivir la impulsaba a seguir adelante.

Los hombres se acercaron rápidamente, y el más grande la agarró del brazo con fuerza, levantándola del suelo. Isabel gritó de dolor, pero no dejó que el miedo la paralizara. Con las últimas fuerzas que le quedaban, intentó liberarse, golpeando y pateando con todas sus fuerzas. Sin embargo, el hombre era demasiado fuerte, y su herida en la pierna le impedía moverse con agilidad.

—¡Déjame ir! —gritó Isabel, luchando con todas sus fuerzas.

El hombre con el arma, harto de su resistencia, se acercó con una expresión de fastidio —Ya basta de esto —dijo con voz fría, y antes de que Isabel pudiera reaccionar, le golpeó en la sien con la culata de su arma.

El impacto fue brutal. Isabel sintió cómo el mundo giraba a su alrededor, y una oleada de oscuridad comenzó a envolverla. Intentó mantenerse consciente, pero el dolor y la confusión eran demasiado intensos. Sus piernas cedieron, y cayó al suelo, incapaz de moverse.

Los hombres la levantaron con brusquedad, arrastrándola de vuelta hacia el edificio. Isabel, semiinconsciente, apenas podía mantener los ojos abiertos. El último pensamiento que cruzó su mente antes de que la oscuridad la consumiera por completo fue una mezcla de desesperación y determinación. Sabía que no podía rendirse, que tenía que encontrar una manera de sobrevivir, de volver con Angelo.

Mientras la arrastraban de vuelta a su prisión, Isabel inconscientemente se aferró a la esperanza de que, en algún lugar, Angelo estaría buscándola. Y con esa última chispa de resistencia, permitió que su cuerpo cediera a la inconsciencia, sabiendo que la lucha no había terminado.




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