Crown of darkness

Trentanove.

Isabel Savino

El tiempo, a veces, tiene una forma peculiar de sanar las heridas más profundas. Después de la tormenta, tanto física como emocional, llegué a un lugar de calma donde la recuperación se convirtió en una parte integral de mi vida. La asistencia de Angelo había sido crucial para este proceso. Su apoyo incondicional y su dedicación a mi bienestar me habían dado un sentido renovado de esperanza y fortaleza.

Había pasado un tiempo desde el ataque, y aunque las cicatrices físicas empezaban a desvanecerse, las emocionales aún eran visibles, como una sombra persistente en mi mente. Angelo estaba a mi lado durante cada paso del proceso de recuperación. Había sido paciente y atento, y su apoyo inquebrantable me había permitido encontrar un equilibrio entre mi dolor y mi curación. Sin embargo, había algo que no podía superar: el miedo a salir de la mansión. Después de semanas de rehabilitación, me había refugiado entre estas paredes, convencida de que fuera solo había peligro.

Un día en particular, nos sentamos juntos en el jardín de la mansión, un lugar que se había convertido en mi refugio. El sol brillaba suavemente, y el aire fresco del jardín proporcionaba un alivio necesario para mi espíritu cansado. Angelo se había asegurado de que pasáramos tiempo al aire libre, lejos de las sombras de la casa, en un esfuerzo por ayudarme a encontrar la paz. Pero hoy, su mirada tenía algo diferente, algo más firme.

—Isabel —dijo, rompiendo el silencio que había entre nosotros—, no puedes seguir encerrada aquí. La mansión es segura, lo sé, pero no debería ser tu prisión. El mundo no se detuvo porque tú estés adentro, y tampoco deberías hacerlo tú.

Sus palabras me tomaron por sorpresa. Sabía que tenía razón, pero el miedo era más fuerte que la lógica. El simple hecho de pensar en salir de la mansión me hacía sentir vulnerable, como si en cualquier momento Viktor pudiera aparecer de nuevo.

—No estoy lista, Angelo —respondí, evitando su mirada con terror—. Aquí me siento segura. Fuera... fuera hay demasiadas cosas que no puedo controlar.

Él suspiró, pero no con frustración, sino con comprensión. Se inclinó hacia mí, tomando mis manos entre las suyas con suavidad.

—Isabel, entiendo tu miedo —dijo, con una voz calmada pero firme—. Pero no puedes dejar que él te controle. Viktor ya te quitó demasiado. No permitas que también te robe la libertad. Tú eres más fuerte que esto, y yo estaré a tu lado en cada paso que des. Pero necesitas dar el primero.

Sentí cómo las lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos, pero me negué a dejarlas caer. Sabía que Angelo tenía razón, pero admitirlo era difícil. El miedo se había arraigado tan profundamente en mí que parecía imposible deshacerse de él.

—¿Y si pasa algo? —pregunté, con la voz temblorosa—. ¿Y si él está ahí fuera, esperándome?

Angelo apretó mis manos con más fuerza, como si quisiera transmitirme su seguridad.

—No lo está —respondió, con una convicción que no dejaba lugar a dudas—. Mis hombres han estado vigilando cada rincón de la ciudad. Viktor no se atreverá a acercarse. Y si lo hace, yo estaré ahí para protegerte. Pero no puedes vivir con miedo, Isabel. No es justo para ti.

Sus palabras resonaron en mi mente, pero aún no podía convencerme del todo. Sin embargo, sabía que Angelo no se rendiría. Él siempre había sido así, empujándome a ser mejor, a enfrentar mis miedos, incluso cuando yo no creía poder hacerlo.

—¿Y si empezamos con algo pequeño? —sugirió, con una sonrisa tranquilizadora—. Un paseo por el parque, solo nosotros. Nada de multitudes, nada de estrés. Solo tú, yo y el aire libre. ¿Qué dices?

Lo miré, sintiendo cómo su determinación comenzaba a contagiarme. Sabía que no lo haría si no estuviera completamente seguro de que estaría bien. Y, en el fondo, sabía que no podía seguir escondiéndome para siempre.

—Está bien —dije finalmente, con un suspiro—. Pero solo si prometes que no me dejarás ni un segundo.

Él sonrió, un gesto lleno de alivio y cariño, y asintió.

—Lo prometo, Isabel. No te soltaré ni por un instante.

Y así, con esa promesa, comencé a dar el primer paso hacia mi libertad. Sabía que no sería fácil, que el miedo no desaparecería de la noche a la mañana, pero con Angelo a mi lado, sentía que podía enfrentar cualquier cosa. Porque, al final, él era mi refugio, mi fuerza y mi razón para seguir adelante.

La noche había caído sobre la mansión, envolviendo todo en un silencio inquietante. Aunque Angelo había insistido en que me quedara en mi habitación, cerca de la suya, el miedo aún se aferraba a mí como una sombra persistente. Había logrado conciliar el sueño, pero no fue un descanso tranquilo. Las pesadillas, como siempre, encontraron la manera de colarse en mi mente.

En mi sueño, estaba de vuelta en aquel lugar frío y oscuro, atada y vulnerable. El ruso estaba allí, con su sonrisa cruel y sus ojos grises que parecían perforar mi alma. Me hablaba, pero sus palabras eran distorsionadas, como si vinieran de muy lejos. Intenté gritar, pero no salía ningún sonido. Luego, de repente, todo se volvió más intenso. Sentí el dolor en mi pierna, el frío del agua helada, la desesperación de no poder escapar. Y entonces, el ruso se acercó más, sus dedos fríos rozando mi mejilla mientras susurraba algo que no podía entender, pero que me helaba la sangre.

—¡No! ¡Aléjate de mí! —grité en mi sueño, pero las palabras no salían. Intenté moverme, pero estaba paralizada. Y entonces, todo estalló en un grito desgarrador.

Me desperté de golpe, sentándome en la cama con el corazón latiendo a mil por hora. El sudor frío cubría mi cuerpo, y mi respiración era entrecortada y agitada. La habitación estaba oscura, pero sabía que no estaba sola. Escuché pasos rápidos acercándose desde la habitación contigua, y antes de que pudiera reaccionar, la puerta se abrió de golpe.

—¡Isabel! —la voz de Angelo resonó en la habitación, llena de preocupación y urgencia. Entró corriendo, con el pelo despeinado y los ojos llenos de sueño, sin el balaclava pero alerta. Se acercó a mí en un instante, sentándose en el borde de la cama y tomando mi rostro entre sus manos.




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