Los días pasaron y, con el tiempo, fui recuperándome por completo. Mi cuerpo sano por completo, y aunque las cicatrices de los eventos recientes aún eran visibles, mi espíritu se sentía más fuerte que nunca. Angelo y los médicos habían hecho todo lo posible para asegurarme una recuperación completa, y la determinación que había mostrado para superar mis miedos se reflejaba en cada día que pasaba.
Finalmente, llegué al momento en que me sentí lista para retomar mi rutina. Volver a entrenar con Lorenzo era algo que había estado esperando con ansias. A pesar de todo el dolor que había pasado, sabía que regresar a mi rutina me ayudaría a recuperar la sensación de normalidad que tanto anhelaba.
Era una mañana fría y soleada cuando me dirigí al gimnasio de la mansión. El aire estaba fresco, y mientras caminaba hacia el área de entrenamiento, me di cuenta de cuánto había extrañado estos momentos. El lugar estaba lleno de ese olor familiar de sudor y esfuerzo, un recordatorio constante de mis metas y la disciplina que había adoptado.
Lorenzo ya estaba allí, revisando algunos equipos y preparando el espacio para la sesión de entrenamiento. Cuando me vio entrar, su rostro mostró una mezcla de sorpresa y satisfacción. Me saludó con una ligera sonrisa y un asentimiento de aprobación.
— ¿Lista para volver al ruedo, Isabel? — preguntó con un tono que combinaba profesionalismo y preocupación.
Asentí con firmeza, aunque sabía que mi regreso significaría enfrentar nuevamente mis límites. Lorenzo había sido una figura crucial durante mi recuperación, siempre alentándome a seguir adelante y recordándome lo fuerte que podía ser.
— Más que lista — respondí, tratando de mantener un tono decidido, aunque sentía una ligera oleada de nerviosismo. — He estado esperando este momento.
Lorenzo me condujo hacia el área de entrenamiento, donde comenzó con una serie de ejercicios para evaluar mi estado. Observó con atención cada movimiento, corrigiéndome cuando era necesario y alentándome cuando veía que necesitaba un pequeño empujón. El sudor pronto comenzó a formarse en mi frente, y el ritmo acelerado de mi corazón me recordó lo que significaba regresar a la rutina.
Cada golpe, cada técnica, me ayudaba a olvidar el pasado y a concentrarme en el presente. Sentía cómo mi cuerpo se iba fortaleciendo nuevamente, cómo mi mente se agudizaba a medida que retomaba el control. Era como si cada sesión de entrenamiento fuera un paso hacia adelante en mi camino hacia la recuperación.
Lorenzo y yo hablamos en medio de los ejercicios, compartiendo detalles sobre lo que había pasado y cómo me sentía. Hablaba sin rodeos, sin ocultar nada, y aunque había momentos en los que los recuerdos eran dolorosos, también sentía una profunda gratitud por la oportunidad de volver a entrenar.
— Sabes, Isabel — dijo Lorenzo mientras ajustaba algunos equipos —, tu fortaleza es admirable. La forma en que has enfrentado todo esto y has vuelto a tus entrenamientos me muestra cuánto has crecido. No es fácil, pero lo estás haciendo muy bien.
Sonreí, sintiendo una oleada de gratitud hacia Lorenzo. Su apoyo había sido inquebrantable, y me sentía afortunada de tenerlo a mi lado.
Gracias, Lorenzo. No podría haber llegado aquí sin tu ayuda y tu paciencia.
Lorenzo asintió, su expresión seria pero llena de orgullo.
—No tienes que agradecerme —dijo—. Solo hice lo que cualquier amigo haría. Pero el mérito es tuyo, Isabel. Tú eres la que ha luchado, la que ha resistido. Yo solo te di las herramientas.
Sus palabras me hicieron recordar todo lo que había pasado, todo lo que había aprendido bajo su guía. Lorenzo no solo había sido un protector, sino también un maestro. Me había enseñado a defenderme, a pensar con claridad en situaciones de peligro, y a no dejarme llevar por el miedo. Sin él, sin su entrenamiento y su mentalidad, no habría logrado sobrevivir a todo lo que había enfrentado.
—No subestimes lo que hiciste por mí —dije, mirándolo con gratitud—. Sin tu entrenamiento, sin esa mentalidad que me enseñaste, no habría podido mantenerme fuerte. No habría podido resistir.
Lorenzo se quedó en silencio por un momento, como si estuviera considerando mis palabras. Luego, asintió lentamente.
—Tal vez —dijo—. Pero la fuerza siempre estuvo en ti, Isabel. Yo solo te ayudé a encontrarla. Y ahora, mirándote, sé que no hay nada que no puedas superar.
Sus palabras me llenaron de una sensación de orgullo que no había sentido en mucho tiempo. Sabía que no había sido fácil, que había momentos en los que pensé que no podría seguir adelante, pero ahora, aquí, rodeada de personas que me apoyaban, sentía que podía enfrentar cualquier cosa.
—Gracias, Lorenzo —dije de nuevo, esta vez con una voz más firme—. Por creer en mí, incluso cuando yo no creía en mí misma.
Él sonrió, un gesto raro pero lleno de cariño.
—Siempre, Isabel —respondió—
Asentí, sintiendo cómo el cansancio comenzaba a apoderarse de mí.
Durante el entrenamiento, Lorenzo y yo encontramos momentos para hablar sobre asuntos más allá de los ejercicios. Mientras tomábamos un descanso, nos sentamos en un banco cercano, y la conversación se desvió hacia un tema que había estado en mi mente desde hace tiempo: cómo podríamos ayudar a Angelo a recuperar su mafia.
—Isabel —comenzó Lorenzo con un tono pensativo—, hemos hablado mucho sobre tu recuperación y tu regreso al entrenamiento, pero hay algo más que me preocupa. Angelo está enfocado en reconstruir su imperio y recuperar lo que le pertenece, pero sabemos que no es una tarea fácil. El ruso no es el único enemigo que tenemos, y la ciudad está llena de depredadores que están esperando el momento adecuado para atacar. Necesitamos una estrategia sólida, algo que nos dé ventaja.
Me quedé en silencio por un momento, considerando sus palabras. Sabía que Lorenzo tenía razón. Angelo estaba trabajando incansablemente para recuperar su posición, pero no podía hacerlo solo. Necesitábamos aliados, personas que estuvieran dispuestas a apoyarlo y a luchar a su lado. Y entonces, una idea comenzó a tomar forma en mi mente.
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Editado: 05.05.2025