Crown of darkness

Quarantatre

A la mañana siguiente, me desperté con una determinación renovada. Sabía que no podíamos perder tiempo; cada minuto contaba para la recuperación del imperio de Angelo. Me vestí rápidamente y me dirigí a su oficina tan pronto como el sol asomó entre las cortinas. En mi mano llevaba una lista de nombres y números de contactos, pero también tenía en mente la conversación que necesitaba tener con los Harrington. Ese sería mi primer movimiento.

La oficina de Angelo, con su elegancia austera, parecía casi intimidante. El escritorio estaba cubierto de documentos y carpetas que testificaban la magnitud del desafío que enfrentábamos. Me senté, respiré hondo y abrí el ordenador portátil de Angelo, dispuesta a iniciar una jornada de trabajo intensa.

Primero, me concentré en los Harrington. Sabía que Thomas y Evelyn eran clave para conseguir la invitación a la fiesta, y necesitaba asegurarme de que estuvieran dispuestos a ayudarnos. Tomé el teléfono y marqué el número que había memorizado desde mi infancia. El tono de espera sonaba interminable, pero me obligué a mantenerme firme. Cuando una voz familiar contestó al otro lado de la línea, me presenté con la voz más segura que pude.

—Buenos días, hablo con Thomas Harrington, por favor —dije, tratando de mantener la calma—. Soy Isabel. Hemos estado fuera de contacto por un tiempo, pero necesito hablar con él sobre un asunto importante.

Hubo una pausa, y luego la voz de Thomas resonó al otro lado.

—Isabel, qué sorpresa —dijo, con un tono cálido pero cauteloso—. Hace mucho tiempo que no sabíamos de ti. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, gracias —respondí, sintiendo cómo los recuerdos de mi infancia volvían a mí—. Thomas, necesito tu ayuda. Hay una fiesta importante en unos días, y necesito una invitación. Es crucial para un asunto que estoy manejando. ¿Podrías ayudarme?

Hubo un silencio al otro lado de la línea, como si Thomas estuviera sopesando mi petición.

—Isabel, sabes que siempre he tenido un cariño especial por ti —dijo finalmente—. Pero estas cosas no son simples. ¿De qué se trata exactamente?

—Es complicado —admití—, pero te prometo que no te meteré en problemas. Solo necesito una oportunidad para presentar una propuesta que podría beneficiarnos a todos. Confía en mí, Thomas.

Hubo otra pausa, más larga esta vez, y luego Thomas suspiró.

—Está bien, Isabel. Te conseguiré la invitación. Pero ten cuidado, ¿de acuerdo? Estas fiestas no son un juego.

—Lo sé, Thomas —dije, sintiendo un alivio inmenso—. Y te lo agradezco mucho. No olvidaré esto.

Colgué el teléfono y respiré profundamente. Había dado el primer paso. Ahora, con la invitación asegurada, podía concentrarme en el resto del plan. Tomé la lista de diez contactos estratégicos que Lorenzo y yo habíamos elaborado: antiguos aliados, figuras influyentes y personas con conexiones clave en la ciudad. Mi objetivo era claro: conseguir reuniones cara a cara con cada uno de ellos para demostrar que Angelo estaba listo para regresar, para reclamar lo que era suyo.

Tomé el teléfono de nuevo y marqué el primer número. El tono de espera sonaba interminable, pero me obligué a mantenerme firme. Cuando una voz contestó al otro lado de la línea, me presenté con la voz más segura que pude.

—Buenos días, hablo en nombre de Angelo Di Marco —dije—. Estamos interesados en discutir posibles colaboraciones que podrían beneficiarnos mutuamente. ¿Le parecería bien agendar una reunión la próxima semana?

La primera llamada fue un éxito, aunque no sin cierto escepticismo. Pero sabía que eso era normal. Tras cerrar la cita, anoté rápidamente los detalles en una libreta y pasé al siguiente nombre en la lista.

La segunda llamada fue un poco más complicada; me encontré con cierta resistencia. Al parecer, había rumores sobre la caída de la mafia Di Marco y los riesgos de asociarse nuevamente con ellos. Utilicé mi mejor tono persuasivo, destacando la estabilidad y las nuevas oportunidades que una alianza con Angelo podría ofrecer. Después de unos minutos de conversación intensa, logré obtener un compromiso tentativo para una reunión.

Con cada llamada, me sentía más confiada. La lista se iba reduciendo, y tras varias horas de negociaciones y conversaciones, logré concretar citas con los diez contactos que tenía en mente. Algunos mostraron una curiosidad genuina, otros se mantuvieron cautelosos, pero al final, todos acordaron reunirse la próxima semana.

Tomé la agenda de Angelo y, con precisión, empecé a organizar las citas. Cada reunión debía ser perfectamente planificada, con tiempos adecuados para desplazamientos y preparación entre cada una. Organicé las citas de manera que comenzaran el lunes a primera hora y terminaran el viernes por la tarde, dejando espacio suficiente para que Angelo pudiera maniobrar y atender cualquier emergencia que pudiera surgir.

Guardé la agenda cuidadosamente y la coloqué en el escritorio de Angelo. Había programado todas las citas para la oficina de Manhattan, un lugar neutral y estratégico. Quería asegurarme de que Angelo tuviera todo lo que necesitaba a su disposición para impresionarlos y demostrarles que, a pesar de los recientes desafíos, él seguía siendo un jugador poderoso en este juego.

Luego, me aseguré de enviar correos de confirmación a cada uno de los contactos, proporcionando detalles sobre la hora y el lugar de las reuniones. Aproveché cada mensaje para dejar claro que Angelo estaba listo para una nueva etapa, dispuesto a escuchar y a colaborar, pero también a recuperar su lugar en Nueva York.

Terminé de enviar el último correo y respiré profundamente. Sabía que el camino sería largo y complicado, pero al menos habíamos dado el primer paso.

Cuando Angelo entró a la oficina al final del día, se detuvo al ver la agenda organizada meticulosamente. Me miró con una mezcla de sorpresa y admiración.

—Principessa, has hecho un trabajo excelente —dijo, sonriendo con ese gesto que siempre hacía que mi corazón latiera un poco más rápido.




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