Crown of darkness

Quarantotto.

Las semanas pasaron rápidamente y, con cada día que transcurría, el imperio Di Marco comenzaba a mostrar signos claros de recuperación. Las reuniones que habíamos organizado fueron fructíferas, y cada nuevo aliado que conseguíamos añadía una capa más de fortaleza a la organización. La influencia de Angelo en Nueva York se extendía como una sombra imponente, y pronto comenzaron a circular rumores de que el apellido Di Marco volvía a resonar con fuerza en los bajos fondos de la ciudad. Los negocios florecían, los contactos volvían a confiar en nosotros y las operaciones se multiplicaban. Se podía sentir un aire de cambio en cada rincón de la mansión, en cada mirada de los hombres que nos rodeaban.

Un día, mientras Angelo y yo repasábamos los últimos movimientos financieros en su oficina, él recibió una llamada que lo hizo fruncir el ceño. Se levantó de su silla con un gesto de preocupación y me miró a los ojos.

—Principessa —su voz era grave y con un matiz de preocupación—estaré fuera durante tres días. Necesito hacer presencia y cerrar un trato importante en Italia, pero confío en que todo aquí funcionará sin problemas, a tu cargo.

Me fijé en los detalles que solían pasar desapercibidos: las líneas de tensión en su frente, el leve temblor en sus manos mientras se pasaba una y otra vez por el cabello. Todo esto evidenciaba el peso de la situación.

—Lo haré, Angelo —le respondí con firmeza, tratando de ocultar la preocupación que también crecía en mi pecho—. No te preocupes por nada aquí. Lorenzo estará a mi lado y me aseguraré de que todo siga en marcha.

Un momento de silencio pesado se instaló entre nosotros. Sus ojos, que normalmente eran tan seguros y enigmáticos, mostraban un destello de vulnerabilidad que rara vez revelaba. Pude ver cómo su mirada se posaba en cada rincón de la oficina, como si tratara de grabar la escena en su memoria antes de partir.

—Confío en ti, principessa. —La suavidad en su tono contrarrestaba la rigidez de su postura—. Y sé que puedes manejar esto. Pero no olvides que estoy a solo una llamada de distancia.

Una sonrisa breve y sincera cruzó su rostro, aunque estaba teñida por la preocupación que no podía ocultar. Se acercó lentamente hacia mí, y un silencio cargado de significado llenó el espacio. Su mano se deslizó suavemente sobre mi mejilla, un contacto tan tierno que parecía contrastar con la gravedad de la situación.

—Toma cuidado —le dije, mis palabras saliendo casi en un susurro—. Prometo que todo estará bien aquí. Pero vuelve pronto, ¿de acuerdo?

Angelo asintió, su mirada se endureció por un momento, revelando su determinación de cumplir con la misión en Italia. Su mano se movió hacia mi brazo, y con un gesto delicado, me atrajo hacia él. Nos abrazamos en un gesto de afecto que, aunque breve, contenía un peso emocional profundo. Sentí su respiración en mi cuello, una mezcla de calidez y tensión.

—Lo haré —murmuró, su voz vibrando con una mezcla de emoción y un tenue temblor—. Lo prometo.

Me separó lentamente, sus manos dejando un rastro cálido en mi piel. Sus ojos se encontraron con los míos, llenos de una mezcla de esperanza y miedo. El reloj en la pared parecía marcar cada segundo que pasaba con una precisión dolorosa. Sabía que el tiempo que íbamos a pasar separados sería crucial, y la presión de asegurar que todo funcionara sin él solo aumentaba.

Finalmente, Angelo se dirigió hacia la puerta, sus pasos resonando en el suelo de mármol. Al llegar al umbral, se volvió una última vez, su mirada encontrándose con la mía. Con un último gesto lleno de significado, asintió una vez más antes de salir, dejando atrás la oficina, y a mí, con una mezcla de emociones turbulentas.

El silencio que quedó después de su partida fue abrumador. Miré la puerta cerrarse, el eco de sus pasos desapareciendo lentamente, y sentí el peso de la responsabilidad que recaía sobre mis hombros. La oficina, que antes era un refugio de actividad y propósito, ahora parecía más silenciosa y cargada de expectativas. Con un suspiro profundo, me dirigí a las tareas que me esperaban, sabiendo que cada decisión tomada durante estos tres días podría marcar la diferencia para el futuro del imperio Di Marco.




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