Crown of darkness

Cinquantadue.

Isabel Di Marco

El café frente a la oficina se había convertido en mi refugio temporal después de una mañana llena de confusión. Me había decidido a salir sola en busca de un café para despejarme, especialmente después de no encontrar a Lorenzo, quien normalmente estaría cerca en momentos como este. Sin su presencia, me sentía un poco perdida, y además, no tenía un teléfono a mano para llamarlo y pedirle que viniera a buscarme.

El bullicio del café me ayudó a distraerme, al menos momentáneamente, de la inquietud que sentía. Mientras esperaba mi café, no pude evitar la sensación de que alguien me estaba observando. Cada vez que miraba a mi alrededor, notaba miradas furtivas y movimientos que no lograba identificar claramente. La paranoia crecía con cada sorbo que daba a mi bebida, hasta que el deseo de escapar se volvió abrumador.

Cuando finalmente decidí que era hora de irme, sentí una oleada de alivio al salir del café y regresar a la oficina. Pero justo cuando estaba a punto de dar el primer paso para pararme, el sonido de una voz conocida me hizo detenerme en seco. Angelo apareció en la entrada, su presencia dominante contrastando con el entorno ordinario del café.

—Principessa —dijo con una mezcla de preocupación y alivio en su voz. Sus ojos recorrieron mi figura con intensidad, y la mirada que me dirigió estaba llena de una ansiedad palpable. Me di cuenta de que su llegada no era casual. Algo estaba muy mal, y podía sentir la urgencia en el aire.

—Angelo, ¿qué haces aquí? —pregunté, confundida y algo asustada. No esperaba verlo aquí, especialmente en medio de todo el caos que había estado sintiendo.

—¿Qué estás haciendo sola? —dijo, su tono firme y serio mientras se acercaba a mí. La preocupación en su rostro era evidente, y antes de que pudiera responder, tomó mi brazo con firmeza y comenzó a guiarme fuera del café.

El camino de regreso a la oficina fue breve, pero la atmósfera estaba cargada de tensión. Cada paso que dábamos estaba lleno de una sensación de urgencia y alerta. La seguridad del edificio se hizo más evidente a medida que nos acercábamos, y no pude evitar preguntarme qué había sucedido para que Angelo se hubiera apresurado a encontrarme.

Cuando llegamos a la oficina, el ambiente era diferente. La seguridad estaba más reforzada, y una sensación de alerta llenaba el aire. Angelo no perdió tiempo en asegurarse de que estuviera a salvo y que todo estuviera bajo control.

—Lo siento por salir así, pero no podía encontrar a Lorenzo y me sentía incómoda con la sensación de ser observada —le expliqué mientras nos dirigíamos hacia el interior del edificio. Mi voz estaba llena de preocupación y confusión, y podía sentir el peso de la preocupación de Angelo sobre mis hombros.

—No te preocupes, Principessa. Lo importante es que estás a salvo ahora —dijo Angelo, su voz cargada de alivio a pesar de la tensión que aún se mantenía en el aire. La forma en que me miraba reflejaba una preocupación profunda, y me di cuenta de cuánto significaba para él que estuviera a salvo.

Mientras nos asentábamos en la oficina, me sentía un poco más tranquila al estar rodeada de la seguridad que proporcionaba el edificio. A pesar de la situación tensa, estaba agradecida de tener a Angelo a mi lado, y su presencia me daba una sensación de protección que necesitaba desesperadamente en ese momento.

El episodio me había dejado con una profunda reflexión sobre la vulnerabilidad y la seguridad. La presencia de Angelo me hacía sentir protegida, y el hecho de que él hubiera venido a buscarme en medio de su apretada agenda me hizo sentir aún más apreciada. La experiencia en el café había sido una prueba dura, pero saber que Angelo estaba allí para cuidarme me daba un respiro de tranquilidad en medio de la tormenta.

La oficina se sintió más segura con Angelo a mi lado, pero la preocupación seguía latente. Mientras nos asentábamos en uno de los sofás de la oficina, Angelo me miró con seriedad, y sentí que la conversación que íbamos a tener iba a ser crucial.

—Principessa, necesito hablar contigo sobre lo que sucedió antes de que te encontrara —dijo Angelo, su voz grave y tensa. La intensidad en sus ojos no dejaba lugar a dudas sobre la gravedad de la situación.

—Claro, Angelo, dime —respondí, intentando mantener la calma a pesar de la inquietud que me envolvía.

—Recibí una advertencia mientras estaba en Italia. Me mandaron una foto tuya desde lejos junto con un mensaje amenazante —dijo Angelo, su expresión endureciéndose a medida que avanzaba en la explicación. —no detallaron qué planeaban hacerte. No sabía qué hacer más que apresurarme a encontrarte.

El miedo se apoderó de mí mientras escuchaba. La idea de haber estado bajo amenaza sin saberlo me hizo sentir una oleada de pánico y vulnerabilidad. Miré a Angelo, intentando mantener la compostura mientras asimilaba la información.

—Yo también he sentido que alguien me está observando —le conté, mi voz temblando ligeramente. —Cuando salí a buscar café, me sentía inquieta, como si estuviera siendo vigilada. Fue una sensación constante durante todo el tiempo que estuve fuera.

Angelo se pasó una mano por el cabello, claramente preocupado. —No sé quién está detrás de esto ahora que el ruso está desaparecido, pero debo asegurarme de que estés a salvo. Lo más importante ahora es que volvamos a la mansión. Necesitamos evaluar la situación con más calma y asegurarnos de que todo esté bajo control.

Horas después, después de haber revisado todo lo necesario en la oficina y de haber asegurado que todo estuviera en orden, decidimos regresar a la mansión. La decisión fue un alivio, aunque la tensión seguía presente.

El camino hacia la mansión fue silencioso, marcado por una atmósfera cargada de preocupación. Angelo se mantenía al volante con una concentración feroz, y yo me sentía cada vez más agotada. La sensación de ser observada y la reciente amenaza habían dejado su marca en mí, y estaba deseando regresar a un lugar que sentía más seguro.




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