Cruel Realidad

Capítulo 3

Un ruido se acercaba cada vez más a la habitación. No les preste tanta atención, estaba concentrada en mí. El espejo del baño estaba un poco sucio y no alcanzaba a notar bien mi reflejo fue difícil volverme a aplicar labial. Mi cabello era un desastre, de mi bolso saque un peine mientras lo arreglaba el tono de llamada de mi celular empezó a sonar, era Dora.

-Van hacer las once de la noche, ¿Por qué no has llegado?

-Estoy con mi novio, llego más tarde.

-¡Micaela! –Me regaña.

-Vuelvo mañana –Digo y cuelgo rápido antes de que se enoje más de lo que ya está.

Vuelvo a mirarme una vez más en el espejo. Escucho varios pasos acercándose más y más, salgo a revisar con mi celular en mano.

-Amor. Terminaste lo que ibas hacer.

En ese momento que salí del baño no esperaba encontrarme con dos hombres que nunca había visto. Tenían apariencia de 20 años lo que más me sorprendía era su ropa una camiseta blanca y un pantalón azul cielo como los que usaban en los hospitales. Dando un paso atrás ellos se acercaron más. Lento y con cuidado escondí mi celular en mi espalda, sabiéndome cada lugar donde se posicionaba las aplicaciones busque el teléfono para marcar al 911.

-Vaya, sí que es hermosa –Dijo uno de ellos mirándome los pechos.

-¿Quiénes son ustedes? -Fue lo primero que se me vino a la mente.

Una sonrisa perversa atravesó los labios de los dos. Uno de ellos saco una jeringa y el otro una cuerda, mis pies reaccionaron me devolví a cerrar la puerta y mi celular se cayó quedando afuera del baño.

Me pegue en la puerta a escuchar que sucedía –Buenas noches, diga su emergencia –Una voz provenía de mi celular.

«A la hora que vienen a contestar»

-Lo siento nos equivocamos de numero –Dijo uno de ellos.

«No, no, no. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?»

No sabía que hacer mi corazón latía de miedo, unos golpes empezaron a romper la puerta. Busque algo que me pudiera funcionar antes de que pudieran entrar, no había nada, solo me quedaba una opción y ese era mi bolso. Saque todo lo que había adentro, los cuadernos caían al suelo y una esperanza ilumino mi vida, un perfume se arrinconaba en lo más profundo de bolso.

Sin pensarlo dos veces lo saque rápido impaciente espere a que entrara. Cuando logro romper la puerta aprovecha y el ardiente aroma del perfume le cayó en los ojos, empezó a apretarse los ojos de dolor y gritaba por todo el lugar.

Pase corriendo por encima de él, al hacerlo me mando una cachetada solté el perfume cayendo al piso y rompiéndose por completo sin tener nada con que defenderme. Quede paralizada del golpe que ardía en mi mejilla.

Me cogieron de la cintura tirándome a la cama. De lo aterrada que estaba se me olvido que eran dos. Mis lágrimas empezaron a deslizarse por mi rostro, no entendía lo que estaba pasando y ¿Dónde estaba mi novio?... empecé a moverme por toda la cama intentando que no me aplicara lo que tenía esa jeringa. Lo rasguñe, golpe y le mordí una mano eso no impidió que me soltara, me seguía agarrando.

- ¡Alejo… Alejandro… Alejandro! –Los gritos ahogaban el cuarto.

Con una de sus manos agarro mis dos brazos por encima de mi cabeza, tenía mucha fuerza, no lograba soltarme. Con su mano suelta iba a chuzarme con la jeringa, alcanzo a darme un pequeño chuzón, pero no a inyectarme nada porque le di una patada en la entrepierna logrando que me soltara.

Me saque la jeringa del cuello y la rompí con la planta del zapato, aproveche y salí corriendo. Baje las escaleras deprisa en ese momento me encontré con Alejandro y lo abrace con fuerza.  

-¿Estas bien? –Dijo tranquilo.

-No escuchabas mis gritos –Lo seguía abrazando con fuerza con la esperanza de que ya estuviera a salvo.

Una pregunta empezó a invadir mi mente « ¿Cómo llego tan rápido y tranquilo?» En ese momento sentí como una aguja atravesó mi cuello logrando que ardiera lo que me había inyectado. Me soltó y di unos pasos débiles, mi vista se empezó a ir la ceguera se esparció hasta el punto que podía escuchar todo, lo único que no podía era ver.

Sentí como me cargaron en su hombro, intente pronunciar algunas palabras, mi boca no daba para pronunciarlas todo mi cuerpo se había dormido ya ni moverme podía. Una voz burlona me trajo de vuelta a la realidad.

-Les quedo difícil –Alejandro era quien me tenía en su hombro reconocía muy bien su voz y su aroma. Lo único en mis sentidos que no se perdió fue el olfato y la audición de resto todo desapareció de mi cuerpo.

Un motor se empezó acercar hasta el punto que sentí como me sentaban en una silla de auto mientras amarraban mis muñecas, una sombra se paró enfrente de mí. Me dio un beso en la mejilla y fue recorriendo hasta llegar a mis labios dándome un suave y delicado beso.

El auto arranco y yo seguía sin poder moverme –Perdóname –Susurraron a mi oído.

Un largo tiempo estuvimos en la camioneta hasta que se detuvo y me bajaron con cuidado. Un sonido muy peculiar se escuchaba alrededor eran varias gaviotas que me daban a conocer el lugar donde estábamos. El puerto no era tan grande, comprendía porque me traían este lugar era el más alejado de la ciudad y las almas no rondaban a esta hora de la noche.




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