Cruel Realidad

Capítulo 13

¿Una marca? 

Ese castigo es el peor de todos.

En definitiva, los dueños de este lugar son unos locos.

Un escalofrío se apodera de mi cuerpo; Siento temor al mismo tiempo que asimilo la marca que van a ponerme. Todavía no entendía bien la razón del castigo. ¿Qué hice para enfurecerlos tanto? Hasta que recordé todo lo que hizo desde que llegué, y eso logró que mis labios se curvaran en una sonrisa. Ahora sí estaban enfurecidos si pensaban llegar a estos extremos.

Igualmente, no importaba; de todos modos iba a recibir castigos peores.

—Que lo hagan —todos miraron sorprendidos al escucharme.

Mis pensamientos vagaron hacia el momento en que entre en este lugar inhóspito. Recordé cómo me había unido a un grupo de rebeldes, luchando contra el sistema opresivo que reinaba. Mi determinación había desafiado las normas establecidas, y mi intento por liberar, había llevado a un enfrentamiento inevitable con los dueños de este lugar.

A pesar del miedo que me embargaba, una chispa de orgullo surgió dentro de mí. Sabía que mi resistencia no era en vano y que estaba dispuesta a pagar el precio, por mi lucha, por la libertad.

El silencio en la sala se volvió aún más tenso cuando mis palabras resonaron. Aunque las miradas de sorpresa me rodeaban, no tenía miedo. Estaba lista para enfrentar las consecuencias, porque sabía que mi determinación era más fuerte que cualquier castigo que pudiera infligirme.

El temor se desvaneció. Recordé que no debía permitir que el miedo me dominara, enfrentar la vida es un desafío diario y no tenía la intención de mostrar lo que sentía, mucho menos rendirme tan fácilmente. Ya estaba herida tanto física como psicológicamente, y no importaba lo que pudiera suceder; por más que resistiera, harían conmigo lo que quisieran mientras estuviera atrapada con ellos.

Mi mente divagó hacia momentos más felices, cuando la libertad era una realidad y no solo un anhelo. Extrañaba la sensación de la brisa en mi rostro, el sol acariciando mi piel y la paz que había conocido antes de esta pesadilla. Sin embargo, sabía que no podía permitirme hundirme en la nostalgia. Debía mantenerme fuerte y concentrada en el presente, porque solo así podría encontrar una manera de escapar de este lugar y volver a la vida que alguna vez conocí.

Ángela, mi compañera de infortunio, observó mi determinación con sorpresa. Su sonrisa se desvaneció ante mis palabras de resignación, y sus ojos reflejaron el odio. Pero yo no podía permitir que esa incertidumbre me detuviera; Estaba dispuesta a enfrentar cualquier desafío que se presentara en mi camino hacia la libertad.

—¿Estás escuchando lo que dices? —dice Brian.

—¿Para qué demostrar miedo? Si de todos modos seguiremos encerrados. Y si lo pensamos bien, no será lo peor que hemos pasado —respondí.

—Tienes razón —Rous comienza a hablar—. No podemos tenerles miedo; siempre ha sido nuestro lema.

—Micaela, debes ser consciente de que la marca duele mucho —continuó Brian—. Ninguno de nosotros la tiene, pero hemos visto cuando la ponen.

Suspiré derrotada; desde ese momento debía prepararme mentalmente para no mostrar ganas de llorar al día siguiente. Lo peor de todo era que adelantaron el castigo; las torturas nunca iban a parar, así que tenía que seguir ocultando el dolor que eso producía o iban a tener control sobre mí.

—Tengo una idea —comentó Rous y luego me miró—. No pienso permitir que te marquen.

—Ninguno de nosotros lo permitirá, somos una familia —siguió hablando Cristián—. ¿Cuál es tu plan?

—Necesito ver el mapa completo del patio. Pero antes de eso, debemos unirnos y recordar por qué estamos aquí. Hemos luchado juntos y no podemos permitir que nos dividan ahora. Tenemos que encontrar una forma de resistir, de superar esto y salir de aquí como lo hemos hecho en el pasado. 

El grupo asintió en acuerdo, y sentí que la esperanza se encendía en nuestros corazones una vez más. Estábamos dispuestos a enfrentar cualquier obstáculo con valentía y astucia, porque éramos más que prisioneros; éramos una familia decidida a recuperar nuestra libertad.

Brian se dedicó a buscar lo que Rous le había pedido y revisó varias carpetas en busca de los planos de la clínica. Aunque no estaban completamente detallados, servían para ver lo que necesitábamos. Seguía sin comprender del todo el plan de Rous; ella miraba el patio a través de las cámaras y el mapa al mismo tiempo.

—Aquí —señaló la pantalla del ordenador—. Acerca más la vista de la tarima.

La tarima estaba ubicada en el patio y la había visto algunas veces al pasar por su lado. Nunca imaginé que ese lugar fuera utilizado para impartir castigos; pensé que se utilizaba para discursos u otras actividades.

Cuando la imagen estuvo lo suficientemente cerca, Rous nos explicó el plan que tenía en mente. Su voz resonó con determinación en la pequeña habitación mientras nos relataba su estrategia para evitar que me marcaran. 

Era un plan arriesgado.

—Justo aquí te van a amarrar —continuó Rous—. Tenemos que quitarte las cadenas. ¿Cómo? No sé.

—¿Ese es tu plan? —Brian miró seriamente, con los brazos cruzados.




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