Las yemas de mis dedos sangran,
sintiendo aún el tacto de las cuerdas de la guitarra.
Las lágrimas caen por mis mejillas hasta chocar con mis muñecas.
De fondo, una dulce melodía lucha,
intentando ser más fuerte que los gritos provenientes del salón.
La música siempre me salvó de mis demonios,
a cambio de unos minutos de mi vida que yo le doy encantada.
Todo está bien, todo estará bien.
¿O no?