Cruz

Capítulo 2

Carlos Vega levanta su muñeca para ver la hora, el hombre frente a él se remueve nervioso en su silla.

—¿Prosigo Señor?

—No —se pone de pie, los hombres en la mesa se miran entre sí.

—No ha terminado la presentación Señor Vega.

—No es nada de lo que pedí —su mirada oscura se pasea sobre los rostros de los presentes.

—Señor Vega ...—uno de los ejecutivos trata de detenerlo, pero él no les presta atención, sale de la sala de juntas, se dirige hacia su oficina.

Camina directamente hacia su escritorio, al sentarse vuelve a tomar el documento que estuvo leyendo antes de ir a la reunión, su entrecejo está fruncido, ha descubierto que su padre deposita de manera mensual una suma a una cuenta de una mujer llamada Cruz, pasa la mano por su cabello negro, su madre estaba enferma ¿Cómo era posible que él se buscará una amante?

Sigue revisando los documentos, la última transacción era la compra de un apartamento, uno a nombre de Cruz Esperanza Delgado, la ira se encendió en la mirada de Carlos, siempre respetó a su padre, no podía imaginar que él era capaz de hacerle eso a su madre.

Revisó la copia de la compra del apartamento, toma su pluma y escribe la dirección del lugar, por supuesto que esto no se iba a quedar así, tomaría cartas en el asunto.

*****

Cruz no puede creerlo, sus ojos brillan llenos de luz y alegría.

—¿En la Ciudad? —su padrino asiente.

—Si, tu abuela y yo hemos estado hablando, es tiempo que estudies algo.

Magdalena cierra más el chal, el páramo estaba más frío que de costumbre, había decidido aceptar irse a la ciudad, varias noches los animales se habían puesto inquietos, no sabia la razón, hasta hace dos noches, que pudo mirar al hombre moviéndose en el patio, el hijo de Maria, había caminado frente al cuarto donde dormia con Cruz, sabía las intenciones, quería a la muchacha a las buenas o a las malas.

Le había pedido a Cruz que se comunicará con Enrique, ella no podía usar esa tecnología, le pidió al hombre que se llevará a la muchacha, la quería como a la nieta que nunca iba a tener, no dejaría que le hicieran daño.

Enrique le pidió que se mudará con Cruz, ella no podía estar sola en la ciudad y por supuesto el viejo Bernardo, el hombre mayor no debería quedarse solo.

—Está noche, regresan conmigo —el rostro de Cruz era pura felicidad, al fin conocería la ciudad.

El viejo Bernardo, las mira con tristeza, toda su vida ha vivido en el Páramo, pero ellas eran parte de él.

Las iba a extrañar, no sabia como haría cada día, ya ellas no estarian...

—Tú también Bernardo, las has protegido toda la vida, siempre te necesitarán —los ojos del anciano se iluminaron, ellas eran su única familia.

—Enrique, empacare lo primordial —Magdalena con un peso en su corazón se aparta del grupo, sentía que estaba rompiendo la promesa que le hizo a los padres de Cruz, pero no podía permitir que los hombres del páramo le hicieran daño, ahí las pocas mujeres no tenían ni voz, ni voto, el hombre posaba sus ojos en ella, la tomaba a las buenas o a la fuerza, no importaba, se adueñaba de la mujer...no había ley en el páramo de Altazor... esa fue su historia, su esposo la rapto de casa de sus padres, no pudieron hacer nada, lo odio con todas sus fuerzas, trajo al mundo a su único hijo, odiando al padre, pasaron los años, y aprendió a convivir con el hombre, los años fueron suavizando el carácter del hombre que fue su marido, en ese momento, empezó a amarlo, los últimos años de vida del hombre, Magdalena lo amó, lo lloró amargamente, extrañandolo, pero al hombre de los últimos años, no al monstruo que la rapto y la tomó a la fuerza cuando era joven.

Nació y creció en el páramo de Altazor, nunca pensó en irse de ahí, la ciudad siempre le pareció un lugar que no era para ella, donde la gente no veía con buenos ojos a la gente del páramo, habían leyendas, historia sobre ellos y el lugar, se decía que las mujeres de ahí... eran brujas, algo muy alejados de la verdad, salio al patio sus ojos cansados recorrieron el lugar, la neblina estaba más densa esa tarde, ella creía que el páramo tenía vida.

—Nos marchamos —murmuró sin apartar la mirada del frente —Debo protegerla, ella vino aquí buscando refugio, prometí cuidarla, no te molestes porque nos marchamos, cuándo ella esté a salvo, volveré a casa —una brisa abrazo a Magdalena, ella cierra los ojos, lágrimas recorren su ajado rostro por las arrugas —Cuida de mi casita y de la tumba de los míos, yo volveré, aunque sea para ser enterrada en tus tierras.

Magdalena seca sus ojos.

—No te preocupes por los animales —Enrique esta detrás de ella —Mañana vendrán por ellos, estarán en una finca cerca de la ciudad, puedes llegar a verlos cuando lo desees.

—Gracias, viejo necio —su mirada recorre por última vez el paisaje gris.

*****

—Este lugar es increíble —el rostro de Cruz estaba pegado a la ventana del auto de Enrique, estaban entrando a Altazor, la ciudad se extendía como un tapiz de luces y sombras, con torres que se elevan hacia el cielo, Cruz miraba emocionada todo el lugar las luces titilaban, los autos que pasaban junto al de ellos eran impresionantes, ella sólo había visto el de su padrino, las mujeres que conducían eran de otro mundo para ella, muy elegantes.

Magdalena iba junto a ella, estaba aterrada, el lugar para ella era un monstruo que se las podía tragar vivas, los enormes edificios, el ruido de la ciudad la tenían con el corazón en la boca. Bernardo iba adelante, junto a Enrique, ambos hombres iban conversando de cosas sin importancia, o eso creía Magdalena, los nervios la dominaban.

Cerro los ojos, necesitaba calmar su corazón, cuando los abrió, ya habían llegado al lugar.

Se detuvieron en un edificio, Enrique se bajó, le abrió la puerta a Cruz, ella baja sin dejar de ver alrededor, su boca estaba abierta por la sorpresa.

—Bienvenida a tu nuevo hogar, mi pequeña.




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