Cruzando ambos mundos

3

La mañana de mi cumpleaños número veinticuatro no empezó con flores, sino con un manotazo.

​—¡Mami, Dash me pegó! —se quejó Erickson, dramatizando como si le hubiera arrancado un brazo.

​—¡Dasha, no golpees a tu hermano! —gritó mi madre desde la cocina.

​—¡Solo lo pellizqué! —me defendí, aunque sabía que era una batalla perdida—. Cuanta traición en esta casa... —Los miré ofendida—. Ass face.

​—¡Dasha! ¡Ni en inglés, ni en español, ni en ruso insultes a tu hermano!

​—¿Escuchaste, Dashita? No me insultes —se burló él.

​Me levanté de la mesa ignorando sus bromas. Erickson intentó llevarme al hospital, pero me negué; todavía me hervía la sangre de pensar que trabajaba para un "Michael" sin apellido. Tomé el autobús, dejando que el frío de Moscú me terminara de despertar. Al cruzar las puertas del hospital, mi cerebro hizo el cambio automático al ruso.

​—Buenos días, Dasha. ¿Y esa carita? —me saludó Petra.

​—Ay, Pet... si te contara. Me asusta que Erickson esté en algo malo sin necesidad —susurré sentada en la banca—. Me he esforzado tanto para que no les falte nada...

​—Dash, mírame —Petra me sujetó por los hombros—. A Erickson no le va a pasar lo que a ti, ni se convertirá en la persona que te hizo daño. Él sabe lo que es honradez.

​Sus palabras me dieron un respiro. La abracé fuerte, agradeciendo tener a alguien que conociera mis cicatrices. El resto del día transcurrió entre consultas, hasta que llegó la reunión obligatoria. El director tomó la palabra y, de repente, todo el auditorio me miraba.

​—¡Feliz cumpleaños a nuestra chica trabajadora, Dasha!

​Sentí todas las miradas, pero solo una me quemaba: la de Nathaniel Volkov. Él se levantó y, frente a todos, se arrodilló ante mí. El silencio fue sepulcral.

​—Felicidades, señorita Dasha —dijo besando mi mejilla. Mi corazón martilleaba contra mis costillas.

​Luego vinieron las noticias: personal nuevo y, para mi sorpresa, una reducción de mi jornada de 12 a 6 horas por mi arduo esfuerzo. Aquello me hizo querer llorar. Cuando terminó la reunión, me refugié en los casilleros. La soledad me trajo el recuerdo de mi padre y las lágrimas no tardaron en salir.

​—Te odio y te amo a la vez —susurré.

​Dicen que la hija siempre es la princesa de papá. Conmigo fue así... y no. Fui su única hija, estuvo en cada control, en cada cita médica de niña. Pero al crecer, su traición, las humillaciones y la falta de dinero quebraron todo. Conocer quién era él realmente dolió más que cualquier golpe. Mami trataba de unirnos, pero siempre terminaba él gritándome o insultándome. La vez que me atreví a alzarle la voz para quejarme de mi dolor, me humilló delante de todos. Ese día decidí que jamás volvería a bajarle la cabeza a nadie.

​Poco se habla del dolor de dos personas que se adoran pero no pueden estar juntas porque explotan. Un padre y una hija que se hacen daño porque son demasiado parecidos. Y quién lo diría: a esa hija que él decía que no era nadie, hoy es una de las mejores pediatras neonatólogas de Moscú. Sin pensarlo más, le marqué.

​—Hola, padre —dije en español.

​—Flaqui, que bueno escucharte.

​—Padre, estoy en la lista de las mejores de Rusia. Solo somos cinco con ambos títulos en todo el país.

​—Qué bueno, Flaqui. Estoy orgulloso de ti.

​Ese orgullo me dio un remordimiento asfixiante por odiarlo. Pero la conversación se torció rápido cuando preguntó por mamá con ese tono de superioridad, como si no la hubiera destruido antes.

​—Padre, yo ya no tengo su apellido. Me lo quité a los 15, ¿recuerda?

​—Eso no me interesa, no entiendo por qué tu madre permitió que fueras solo López.

​—Mami está bien y yo tengo trabajo. Adiós. —Corté la llamada, temblando de rabia y nostalgia.

​Para despejarme, acepté la idea de Petra de ir a District's Bar. Me puse un vestido rojo de tirantes, corto, con la espalda descubierta. Cuando Petra llegó a buscarme, Erickson se quedó prendado de ella y el coqueteo no se hizo esperar.

​—¡He ave maría, mami! Me dejaron de lado para enamorarse —le dije a mi madre mientras ellos se adelantaban.

​En la discoteca, el ambiente era eléctrico. Erickson y Petra desaparecieron en la pista, así que me fui a la barra.

​—Lo más fuerte que tengas —le pedí al bartender.

​—Para todo público tengo vodka, pero si quieres algo real... tengo Spiritus Rectificado. Alcohol etílico puro al 96%. Se usa mezclado, jamás puro porque es como una droga.

​—Soy doctora, no voy tan borracha. Mézclalo con Sprite.

​Me entregó el vaso. Volví a la pista donde sonaba Die for you de The Weeknd. Me pegué a Petra, moviendo mi cuerpo al ritmo de la música, sintiéndome de puta madre. Pero en cuanto tomé el primer sorbo largo de esa mezcla de Spiritus, el fuego líquido bajó por mi garganta y el mundo se detuvo.

​Todo empezó a dar vueltas. Las luces neón se convirtieron en manchas borrosas y sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies. El Spiritus me había golpeado de lleno, y mi mundo estaba, oficialmente, de cabeza.

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Este capitulo ah sido arreglado.

Holiiii, espero les haya gustado este capítulo.

Quisiera saber si les es necesario que les traduzca las partes en inglés o las deje así. Sin más los dejo bayy!

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