Cruzando barreras

• Promesa •

—Persecutor—

"Y en otras noticias, hoy se cumplen dos años tras el altercado en contra de los multimillonarios Edward Palmer y Lara Evans; y aunque aún no se ha esclarecido del todo el rumor, se dice que..."

"A dos años del incidente ocurrido en la estación de tren «XXX», hoy vemos a la feliz pareja más unida que nunca..."

"Edward Palmer y Lara Evans, un amor que ha superado las expectativas de muchos y las esperanzas de pocos..."

Esas eran algunas de las noticias que escuchaba y revisaba su persecutor en la radio y en las redes sociales mientras la vigilaba al otro lado de la acera, en un automóvil pequeño. Lara llevaba casi media hora sentada en su café favorito, no estaba esperando a nadie en particular, tan solo se encontraba ahí por el buen sabor de la bebida, aunque había momentos en los que el dueño del lugar se acercaba a ella y conversaban por un largo rato.

Tenía la cabeza baja mientras leía un buen libro de poesías. Se veía tranquila, como si no tuviera ninguna preocupación, como si nada le molestara, como si los mensajes que le mandaba no le afectarán en lo absoluto.

De pronto, un mohín lleno de ira se escuchó dentro del auto.

Maldición.

Le irritaba mirarla, escucharla, saber que ella respiraba. La odiaba por encima de cualquier cosa, Lara había sido la culpable de cada una de sus pérdidas y sus desgracias. Aquella mujer había dejado en su corazón una huella imborrable y que, con el tiempo, en vez de curarse, solo se profundizaba.

Un sentimiento de ira volvió a invadirle. La tristeza, el dolor, la pérdida. Todo llegaba en gran medida. No había comparación. El color de sus ojos se cristalizó en un segundo. Ya no tenía nada más que perder; después de todo, la vida le había arrebatado lo que más amaba en el mundo.

—Amelia...

Recordar su nombre hacía que su corazón llorara.

—Prometo que voy a vengarte. Lo juro.

Se dejó caer hacia el frente, sintiendo de nuevo un nudo en su garganta. Suspiró. No tenía deseos de pensar en nada más. Su cuerpo le dolía, su mente estaba cansada, sus ojos le ardían, estaban rojos e hinchados, llevaba demasiado tiempo sin poder descansar como se debía, y aunque lo hubiera hecho, una silla de metal y un viejo catre en un maloliente sótano, lleno de humedad y desechos oxidados y viejos no era un buen lugar para descansar, pero… ¿qué más podía hacer? No se podía dar el lujo de planearlo todo en su hermoso hogar. ¿Como podría? ¿Cómo se atrevería? Sus aposentos no eran el lugar indicado, además, nadie sería tan estúpido como para planear algo bajo su techo.

Chasqueó los dientes, luego volvió su nublada vista hacia uno de sus costados.

Su plan por más simple y trillado que pareciera, era perfecto. Nada podría salirle mal y el fallar, no era algo que le conviniera. Después de todo lo había estado planeando por semanas.

Asintió en silencio y con alguna melodía en su cabeza miró a Lara ponerse de pie para luego extender los brazos hacia el frente con una gran emoción, fue entonces que, a los pocos segundos de hacerlo se puso en cuclillas y abrazo a una pequeña que recién estaba llegando.

Para ese momento, no le fue difícil sonreír. Era una sonrisa tétrica, de esas en las que con solo ver la expresión, la piel se eriza.

Lara, quien estaba al otro lado de la acera tuvo un ligero presentimiento, sin embargo, cuando levantó la vista para observar, llegó Edward a su lado; inmediatamente se abrazaron y besaron, siendo apenas un contacto rápido pero que al menos a más de uno hizo suspirar, se notaba el “amor” que la pareja desprendía pese a que los nuevos rumores apuntaban a una nueva clase de infidelidad.

Notas amarillistas, chismes de revista, especulaciones sin sentido; todas señalaban lo mismo, aunque esta vez por parte de Lara, ya que anteriormente, había sido Edward el que había estado en las primeras portadas. No obstante, esta vez las cosas habían cambiado, aun así, algunos medios de comunicación trataban de rescatar el amor que ambos se profesaban, lo cual, incrementaba el odio irracional que sentían hacia la mujer más joven y poderosa de la ciudad; aunque lo que muchos no sabían, es que ese amor sí era verdadero; y la prueba de ello estaba frente a los ojos de una persona que, no podía dejar de odiarla.

Sin apartar su mirada encendió el motor y se alejó a toda prisa, pensando en que su escena de una "familia feliz" no duraría para siempre. Sonrió para sus adentros, solo era cuestión de tiempo para que Lara estuviera sola y una vez que lo hiciera... pondría en marcha su plan.

Llevaba un par de semanas vigilándola de cerca, y aunque Lara había estado en el extranjero, eso no le suponía un problema. Había planeado cada uno de sus pasos, sabía dónde dormía, dónde iba, dónde comía, lo que hacía fuera y dentro de su oficina, conocía su itinerario, sus relaciones, lo conocía todo, no había falla alguna.

Está vez, le haría sufrir por cada lágrima, cada sollozo y cada dolor que perpetuaba aún su corazón.

Con esas ideas en la cabeza dio vuelta en U en la esquina y piso un poco más al fondo el acelerador hasta llegar al lugar en donde una mujer le estaba esperando. No era necesario que la citara, ella siempre estaba en el mismo lugar. Amelia descansaba en un columbario privado, en donde solo podían tener acceso cierto número de personas, aunque no muchos la visitaban, de hecho, su urna solo era adornada por un par de flores blancas y una antigua fotografía.




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