—Cecil—
—¿Estás completamente segura de lo que sientes? —Le preguntó la rubia mientras dejaba la taza de su café a un lado.
—No lo sé... —contestó Lara de forma insegura—. Ya no sé lo que siento... Estoy confundida—. Bajó la cabeza y suspiró—. Cuando estoy con Edward todo es maravilloso, la forma en la que ahora es, su nueva apariencia, su cambio de actitud. Él me ha demostrado de mil formas lo mucho que ha cambiado y de lo arrepentido que está. Estoy segura de que lo que siente por mí es real, pero... cuando veo a Leonard... toda mi perspectiva con relación a Edward cambia. Leonard es diferente, él es como el viejo Edward, pero con la única diferencia de que él siempre fue honesto conmigo. Leonard jamás me mintió y trabajar con él durante todos estos meses me lo ha demostrado. Es frío y condescendiente y, con mi hija... es como el padre que no puede ser Edward.... Es amoroso a su manera, la trata de una forma en que no puedo describir. Deberías verlo... Deberías ver el rostro de Gianna cuando Leonard se acerca, sus ojitos brillan...
—Como los tuyos ahora. —Le interrumpió.
—¿Qué? —espetó Lara un poco confundida, luego desvió la vista, pensando en que lo que le decía Cecil no era verdad.
Pero lo cierto era que, sus ojos brillaban de una forma diferente a cuando miraba a Edward, incluso su corazón latía distinto, se ponía nerviosa y actuaba de manera extraña, cosa que Leonard encontraba divertida, aun así, siempre la respetaba.
—Lara... —Alcanzó a escuchar de fondo su nombre—. Es cierto que tus ojos brillan de forma diferente, pero cuando estas con Edward brillan de la misma manera en la que siempre lo hicieron. Y más que estar confundida yo creo que solo estás agradecida con Leonard. No es amor lo que sientes por él, y sí, tal vez te sientes “comprometida” por el hecho de que él estuvo a tu lado cuando Edward no lo hizo. Pero… no creo que ya hayas olvidado todo lo que pasaste por tener a ese hombre a tu lado, y aunque me duele admitirlo, él te ama y tú a él.
—Cecil...
En ese momento Lara la miró con pesar, pero Cecil tomó su mano en un intento por no hacerla sentir culpable.
—Descuida. —Le dijo—. No tienes de qué preocuparte. Lo que quedó en el pasado está en el pasado —mintió.
Cecil aún tenía sentimientos profundos por Edward, sin embargo, eso era algo que siempre se guardaría para ella.
—Pero dejemos eso de lado. Lo importante es que aclares tus sentimientos, no puedes permitirte olvidar a Edward. Ambos tienen a una hermosa niña y... —En ese momento hizo una pausa, retiró su mano y se recargó en su asiento mientras miraba a un hombre de traje oscuro en la distancia.
Edward estaba llegando. Torció una pequeña mueca y sin muchos ánimos se levantó.
—Lo siento, pero tengo que irme —anunció casi enseguida al tiempo en que buscaba dentro de su bolso la parte de su cuenta.
—¿Por qué? —inquirió Lara al mirarla—. Si apenas llegaste.
La rubia sonrió.
—Lo siento. —Volvió a disculparse—. Pero olvidé que tengo una cita importante, además no creo que sea bueno que Edward nos vea juntas. Aún es un poco incómodo. —Le dijo haciendo unas pequeñas señas con la mirada—. Está vez, yo pago la cuenta.
Lara volteo a sus espaldas, detrás de ella, Edward caminaba a lo lejos, cruzando la calle con una pequeña niña en sus brazos.
Se veía feliz al cargarla. Sus ojos negros jamás habían relucido tanto junto aquella blanca sonrisa que muy pocos conocían.
—Pero... ¿Cómo es te irás sin cruzarte con él? Cecil, tu auto esta justo ahí...
Lara le señaló la misma dirección en la que Edward venía.
—No te preocupes. —Le contestó la mujer—. Ya me las arreglaré.
—Está bien —susurró—. Cuídate.
—Y tú...
Cecil dejo un par de billetes sobre la mesa, tomó su bolso y sin que Edward se diera cuenta cruzó rápidamente por la acera para subirse en su auto, afortunadamente un grupo de personas estaba cerca, por lo que pudo mezclarse entre ellos para no ser vista por un hombre que ni siquiera la notó. El pequeño Ibiza negro que estaba estacionado justamente en el lugar donde hace dos años atrás ella y Amelia la vigilaban, fue abierto de inmediato cuando Cecil llegó, se subió y arrancó, aunque no lo hizo enseguida. Su vista aguamarina se había clavado en la pantalla de su celular cuando sonó al recibir una notificación.
Ni siquiera la abrió, Cecil estaba absorta en su fondo de pantalla, ahí y con algunos filtros una fotografía se dejaba ver.
—Amelia… —murmuró para sí misma.
A Cecil aun le dolía su pérdida.
Para ella, Amelia se había convertido en alguien más que especial pese a que su relación no había sido perfecta, habían sido solo un par de semanas de conocerse, de hablar, de planear, de discutir cosas estúpidas y de amar a un hombre que a ninguna de las dos les convenía, sin embargo, muy en el fondo de su alma la comprendía. Comprendía el hecho de ser traicionada, de no tener amigas, de vivir sola y esperanzada a que un hombre le amará tanto como Edward amaba a Lara.
—¡Maldición! —Se quejó mientras golpeaba con fuerza el volante de su auto.
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Editado: 08.08.2020