Cruzando barreras

• Instintos •

—Lara—

Cuando Lara despertó, lo hizo sintiendo un distinguido dolor entre sus piernas. El cuerpo le dolía casi por todos lados, aunque no era un dolor del cual estuviera molesta, al contrario, era agradable, por primera vez en toda su vida estaba satisfecha con esa clase de dolor.

Era una fría tarde de verano y sin embargo, todo a su alrededor se sentía extremadamente caliente, como si en algún momento todo fuera a derretirse, su corazón también seguía latiendo con fuerza y más lo hizo cuando unos fuertes brazos la rodearon por la espalda.

Lara sonrió para sus adentros, Edward estaba dormitando a su lado, su bello rostro poseía un sentimiento de calma cuando dulcemente le susurró:

—Por favor, Lara. Nunca te vayas.

Su corazón fue el primero en derretirse. Estaba feliz, por primera vez estaba siendo correspondida. Una lágrima escapó de sus ojos y con ella un nuevo sentimiento brotó. 

—Edward…

Pronunciar su nombre hizo que la lujuria se reanimara. Se mojó los labios. No tenía caso luchar contra sus instintos. El enorme y duro miembro de Edward aprisionaba su trasero. Maldición. La estaba quemando hasta el punto de hacerla enloquecer.

Lara quería girarse y montarlo. Galopar sobre sus piernas como lo había hecho hace un momento, pero eso y ahora que estaba más consciente era algo vergonzoso. ¿Cómo podría incluso a atreverse a mirarlo? Su lengua chasqueo. No era posible lo que ella estaba pensando.

Ella no era así, no debía ser así, pero ya era muy tarde.

Lara había probado el jugo de un fruto que por mucho tiempo le había sido prohibido.

Sin pensar en nada más y estando aún dormido, Lara se colocó sobre él, una pierna a cada lado apresaba su cintura mientras miraba cada parte de su cuerpo; su pecho, era una de las partes que más le gustaba. Acaricio su tatuaje y luego pensó en lo complido de su idea.

¿En verdad estaba bien hacerle eso a una persona dormida?

Claro que no.

Era incorrecto aprovecharse de alguien así, pero para esos momentos Lara ya no estaba pensando con claridad. El deseo, la lujuria, la saliva que se estiraba entre sus labios, su voz desgastada por el esfuerzo, el dolor y el ardor del placer en sus partes bajas que ahora estaban de nuevo mojadas, todo se mezclaba con los pensamientos obscenos en su cabeza.

Tragó duro y volvió a mojarse los labios al tiempo en que retiraba de su rostro un poco de sus cabellos que estaban empapados en sudor, luego tomó aquel miembro, deslizando de arriba hacia abajo frente a su entrada, complaciéndose con la punta. Lara podía sentir entre sus dedos el calor de aquel hombre y como su órgano comenzaba a palpitar y a hacerse cada vez más grande.

Era imposible de creerlo.

Ella era imposible.

✤✤✤✤✤✤

Más tarde, cuando el sol ya casi salía en el horizonte y las nubes grisáceas ya se habían acumulado en el cielo para cubrirlo, Lara se levantó. Su cuerpo aún le dolía, incluso más que antes. Había sido estúpido suplicar por una última ronda y solo ahora era que se arrepentía de haberle dicho a Edward que podía hacer con ella lo que quisiera.

El hombre no solo había desatado sus más bajos instintos, sino que, encima había cumplido cada una de sus malditas fantasías. Lara casi perdía la vida cuando iniciaron una tercera ronda. Su cuerpo temblaba y ardía sin importar en donde se encontrarán, la cama que era ahora era un completo desastre, había sido el inicio,  pero luego, Edward la traslado a cada rincón de cada habitación, los sillones, el piso, las sillas, el baño, incluso los muebles del comedor fueron testigos de lo ocurrido.

A mitad de la cuarta ronda, Lara pidió un descanso, sin embargo, el pene insaciable de Edward la reclamo. Izo sus caderas tantas veces como pudo hacerlo y aún así, parecía que él jamás terminaría pese a todas las veces que ya había eyaculado. Era increíble, insaciable. Lara no tenía idea de cuánta resistencia podía tener el hombre hasta que lo comprobó. Hace unos años había escuchado rumores aunque jamás los creyó, siempre pensó que solo eran comentarios estúpidos que solo servían para engrandecer su ego, pero ahora, que ella misma lo había comprobado, se había dado cuenta de cuánta verdad habían en aquellas palabras.

Sin lugar a dudas, Edward por mucho, era un hombre bastante saludable que sabía perfectamente cómo complacer a una mujer.

Lara gimió bajo sus caderas, salivando sin fuerzas, tenía las manos extendidas a cada uno de sus costados, estaba recostada con la mitad del rostro pegado al suelo y las piernas dobladas hacia su pecho mientras levantaba su trasero y experimentaba otra clase de dolor uno que era bastante placentero. Ella no podía resistirlo más. Se había entregado de pies a cabeza. Le había dado a Edward todas y cada una de sus primeras veces y lo peor, era que no se arrepentía. Lara se había estado preparando mentalmente por mucho tiempo, solo que no esperaba que las cosas con Edward terminaran siendo de esta manera.

Para su última ronda, Edward fue más despacio, aún así, en ningún momento permitió que Lara se escapara de sus brazos. Se habían abrazado el uno al otro tanto como habían podido y la prueba de ello estaban en todas aquellas marcas que se extendían por todo su cuerpo.




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