Cruzando barreras

• Pasado •

Edward

Discretamente, la lluvia en la ciudad comenzó a acentuarse frente a los ojos de Edward, quien estaba parado sobre el balcón de su departamento, observando hacia abajo como Lara avanzaba sobre la avenida, se detenía en la esquina a causa del semáforo y luego arrancaba, girando hacia su derecha para perderse finalmente por la vía.

Edward no era un nombre particularmente celoso y jamás sintió celos por alguien, todas las mujeres eran suyas. Ellas siempre lo preferían a él y por ello no importaba cuánto las utilizara, ellas solo eran su consolador personal, un agujero con el cual divertirse, desde que tuvo su primera vez. Edward tuvo muchas mujeres en su vida. No había sentimientos involucrados, solo era sexo y nada más. El chico era considerado por quienes lo conocían como un “gran semental”, al que no le gustaban las ataduras. Sus aventuras eran de un solo día y no se volvían a repetir. Odiaba acostarse con la misma mujer y casi siempre lograba conseguir dos o tres parejas diferentes en un día o a la semana, cuando el trabajo se le juntaba. Aunque, cuando su padre le puso un ultimátum, todo a su alrededor cambió. Edward tuvo que dejar de salir a menudo y tuvo que conformarse solo con las mujeres que “casi” lo satisfacían.

Hubo un tiempo, sobre todo cuando tuvo que comprometerse, que guardó celibato, no obstante, su abstinencia no duró por mucho, fue entonces que, Amelia y Cecil, fueron las únicas candidatas para quedarse en su vida, hasta que… Lara le hizo cambiar de opinión. Por ella, Edward había dejado su sucio pasado, se había propuesto conquistarla, tenerla solo para él.

Quería monopolizarla.

Hacerla suya nada más, solo ella le importaba porque era a la única que no había tenido en su cama.

La deseaba.

Sonrió para sus adentros al recordar su pasado. En verdad había sido un completo idiota. Había estado cegado por su egoísmo y arrogancia. Su codicia y sus celos irracionales de hace unos años casi le habían hecho perder lo que, por primera vez, había amado en toda su vida, y eso era algo que no quería repetir, sin embargo, la historia parecía negarle su propia felicidad.

Un sentimiento de ira mezclado junto con sus celos lo envolvió, a pesar de que se había propuesto confiar en ella. Edward no tenía por qué ni de qué preocuparse, Lara había aceptado su anillo y eso era todo lo que importaba, solo faltaba poner una fecha, pero él, aún seguía desconfiando de su hermano pese a lo que le había dicho su padre. Sabía que Leonard no era de las típicas personas que renunciaban y que, de ser posible, hacía hasta lo impensable para cumplir con sus objetivos, sin importarle los métodos que utilizará.

Un día, Leonard tuvo que llegar a ensuciarse las manos con el representante de un CEO muy importante con tal de conseguir que la empresa, para la cual estaba haciendo una nueva clase de negocio, se rindiera y le entregara todas sus acciones. Literalmente, la empresa de los Palmer la había absorbido a un ritmo ridículo, hubo un millar de especulaciones, pero al final se dijo que todo había sucedido bajo un régimen limpio, aunque Edward sabía que la mayor parte de eso era una mentira.

Leonard nunca se andaba con juegos, eso era algo que bien había aprendido de su padre. Ayrton le había enseñado cómo ser un hombre de negocios bien preparado y como conseguir todo lo que él quisiera tener a base de lo que sea. Pero a Lara, sería a la única que no tendría.

Edward se giró sobre sus talones y entró de nuevo en su departamento. Miró el reloj en su muñeca y dejó sobre una mesa de centro su vaso casi lleno vodka. Solo unos cuantos tragos y un par de minutos de tolerancia, le fueron más que suficientes para tomar su chaqueta e ir directo detrás de ella.

Lara le había dicho que no era necesario, sin embargo, no se iba a quedar de brazos cruzados, al menos no, cuando ya conocía las posibles intenciones de Leonard, aunque antes de que pudiera salir, algo en la sala llamó su atención. La puerta principal estaba semi-abierta. Su rostro inmediatamente se frunció. Ella no podría haber sido tan descuidada como para no haberla cerrado, sin embargo, supuso que las prisas le hicieron no darse cuenta de ello, además, parecía que últimamente su cabeza estaba demasiado ocupada.

Desde hace un tiempo ella ya no era la misma mujer que se concentraba con la misma intensidad en sus cosas, se había vuelto algo despistada y hasta torpe. La mayoría de las veces delegaba sus funciones, no asistía a reuniones que eran importantes o argumentaba otro tipo de cosas, diciendo que estaba demasiado ocupada. Casi siempre se mantenía observando nerviosa el teléfono, el computador o su celular, como si estuviera esperando una llamada.

En alguna ocasión Edward intentó persuadirla, alejarla de las presiones, del trabajo y de la vida tan pesada que llevaba, pero no funciono. Lara seguía concentrada y sumida dentro de sus propios pensamientos, aunque lo más extraño era que a pesar de haberse vuelto una persona así, siempre terminaba diciendo que su situación actual se debía por trabajo y a la carga que ella y Leonard tenían, lo cual comenzaba a ser sospechoso.

De pronto, las palabras de Ayrton sonaron en su cabeza.

—¡No! —Se dijo así mismo, tratando de olvidarlas—. Ella no te está engañando. —Se repitió una y otra vez para auto-convencerse de ello por qué, ¿qué clase de mujer infiel se excusaría cínicamente con su amante? A menos que… —¡¡No!! —Volvió a repetir, golpeando con fuerza el botón del ascensor, las puertas se abrieron y entró.




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