Cruzando barreras

• Impotencia •

—Leonard—

Leonard se despertó sintiendo un fuerte dolor en su brazo derecho. No estaba seguro de lo que había sucedido, todo había pasado tan rápido que, para cuando se dio cuenta ya estaba corriendo detrás de Lara, quien luchaba fuertemente contra dos hombres enmascarados que la halaban hacia el interior de una camioneta blanca.

El chico sacó su arma y apuntó a uno de ellos, pero un tercero lo intercepto desde uno de sus costados, la bala surco por los aires y atravesó su hombro derecho. Leonard cayó al suelo, sin embargo, continuó disparando, una herida poco grave no iba a detenerlo.

Pronto, se protegió detrás de un auto, no iba a permitir que se la llevaran.

Contuvo el aire dentro de sus pulmones y tenso su cuerpo lo más que pudo, no era la primera vez que se encontraba en una situación como esas, su padre le había enseñado a tolerar más que eso. Frunció su ceño y mirando el reflejo de aquellos hombres en la fascia de un auto negro a su derecha calculo sus siguientes movimientos al tiempo en que escuchaba a Lara gritar su nombre.

Chasqueó los dientes y poniéndose de pie apuntó, firme y en una sola dirección.

Su tiro dio justo entre las cejas de un hombre robusto que, inmediatamente cayó al piso, aunque antes de tocar el suelo una segunda bala penetró el cuerpo de Leonard. El hombre bajó la vista y miró su abdomen manchado de sangre. Tocó su herida e ignoró el dolor entre un par de muecas, luego y sin pensar en nada más corrió directo hacia Lara, pero en eso, el auto negro en el que se había apoyado minutos antes, lo atropelló.

Leonard prácticamente salió disparado por los aires, rodando por el cofre hasta estamparse contra el parabrisas y caer de forma escandalosa por una de las esquinas, parte de su cabeza y hombro derecho recibieron todo el impacto cuando toco el suelo, aun así, no se permitió cerrar los ojos.

—Lara… —murmuró dentro de sus labios y, una fina lágrima rodó por su rostro.

Su cuerpo destrozado comenzaba a temblar por el dolor. Respiró profundo, le dolía incluso el hacerlo, golpeó el concreto y escupió toda esa sangre que lo abrumaba; luego apoyó una mano sobre el suelo y sin ser capaz de resistir un poco más cayó por completo, escuchando detrás de sí como el elevador se abría a sus espaldas para después ver como Edward pasaba corriendo por su lado y mirar como la mujer que ambos amaban era golpeada en la cara para ser subida de una forma violenta a un auto que, se perdió entre la oscuridad de la noche.

—Edward… —gimió Leonard con voz débil al verlo desde el suelo ser atropellado.

Su voz apenas era estable, sus ojos no resistieron y finalmente perdió la consciencia de sí mismo.

Tres días después, ya se encontraba un poco mejor, aunque el dolor seguía persistiendo en todo su lado derecho. Bajó a mirar su cuerpo y notó los vendajes y los rastros de una larga cirugía. A pesar de que Leonard tenía una alta resistencia al dolor no pudo evitar contraer su rostro en un par de ocasiones, mucho menos lo hizo cuando levemente se incorporó. Los analgésicos ya habían dejado de surtir su efecto y el dolor que sentía en esos momentos era incontrolablemente fuerte, sin embargo, no era algo que no resistiera. Estaba acostumbrado al dolor físico, aunque no al dolor que abundaba en su corazón.

Miró las lámparas del techo y se quedó pensando por un largo rato, tranquilo y cauteloso mientras pensaba en la desesperación y las lágrimas de Lara. 

Suspiró, luego se llevó el antebrazo izquierdo a su rostro para tapar sus ojos oscuros, los cuales ya se habían cristalizado.

—Lara —bisbiseó—. ¿En dónde estás ahora?

No podía dejar de escucharla en sus oídos. Sus lamentos, sus súplicas, su nombre; la imagen de ella en sus ojos. Todo eso le provocaba una terrible impotencia y hacía que aun después de tanto tiempo su piel se erizara.

Hizo su mano izquierda un puño y golpeó la base de la cama, lastimándose hasta dejar de percibir el dolor.

—Estúpido. —Se insultó así mismo mientras recuperaba el control de sus acciones.

Necesitaba calmarse si es que quería pensar con claridad para recuperarla. Ya no importaba si ella lo elegía a él o a su hermano. Lo único que quería Leonard en esos momentos era que ella estuviera viva. Los hombres que la habían secuestrado sin duda eran unos expertos. El chico había notado su habilidad y de alguna forma los había reconocido. Asesinos a sueldo. Hombres sin piedad a los que no les importaba absolutamente nada más que el dinero.

—Maldición… Maldición… ¡¡Maldita sea!!

Mojo sus labios y se secó sus lágrimas mientras se preguntaba cuánto tiempo ya había pasado, aunque no le fue difícil suponerlo, una herida de bala como las que tenía en su hombro y abdomen no eran algo que sanará rápidamente. Contrajo su nariz y su ceño se frunció. No era momento para quedarse de brazos cruzados, él tenía que hacer algo y pronto, aún no era demasiado tarde o al menos eso era lo que él esperaba.

Aunque primero tenía que burlar a la seguridad del hospital y de ser necesario, también la de su padre.

Apretó su puño y con todas las fuerzas que tenía en esos momentos se incorporó, arrancando los catéteres de sus brazos.

—¿Acaso eres estúpido? —De pronto una voz a uno de sus costados se escuchó—. Aún no te han dado de alta. 




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