Cruzando barreras

• Desconcierto •

—Leonard—

Cuando Leonard llegó al hospital privado de la ciudad, lo primero que hizo fue abrirse paso entre la multitud de la gente, varias cadenas televisivas y muchos reporteros estaban conglomerados en la entrada principal, esperando con cámaras en las manos, que lo grabaron avanzar y perderse en la profundidad de un enorme pasillo.

La noticia sobre el traslado de Ayrton de su mansión hacia un cuarto de hospital se había esparcido de inmediato, por lo que a Leonard le fue casi imposible tratar de evadir todos los medios de comunicación, aun así, jamás perdió los estribos o la altura.

Era un hombre cabal.

Leonard ya estaba acostumbrado a tratar ese tipo de asuntos y entre menos les tomará importancia más rápido saldría de esos problemas, además de que eso era lo mejor para su imagen y reputación, aunque está vez los paso por alto, no le importó golpear en su camino a dos o tres reporteros con sus hombros. La salud de su padre estaba colgando de un hilo muy delgado.

—¿Cómo está? —Fue lo primero que preguntó con una voz gruesa a través del cristal cuando llego a donde su padre se encontraba.

El médico a su lado observó en la ventana el rostro preocupado y serio de Leonard, luego giró hacía él y lo miró.

—Para serte sincero... —musito en un suspiro—. Su condición no es nada buena. —Le dijo—. Ya se lo había advertido, pero ya conoces a tu padre. Muchas tensiones y el estrés de estos días lo llevaron a donde lo ves. Esta mañana tuvo un segundo infarto y... apenas logro resistirlo. Aunque... —En ese momento hubo un corto silencio y entonces Leonard lo comprendió. El chico ya sabía lo que ese enorme silencio significaba. —Leonard, lamento decirlo pero es posible que tu padre no...

—¿Cuánto? —preguntó de repente Leonard de manera apresurada.

El médico a su lado frunció el ceño al escuchar el tono frío y espontáneo de su voz.

—¿Cuánto... que?

Leonard giró a mirarlo, impasible y seguro de sí mismo. Sus ojos oscuros marcaban una profundidad aterradora y difícil de mantener.

El médico trago duro, pero aún así, contestó:

—Es imposible saberlo, pueden ser un par de horas, incluso uno o dos días. Todo depende de su progreso, aunque no hay mucho que se pueda hacer. Por ahora, logramos estabilizar su corazón. Leonard, tu padre está sedado, pero si tú quieres podemos despertarlo, solo no...

Leonard no respondió, se mordió la cavidad interna de su boca y contuvo el aire dentro de sus pulmones para luego caminar hacia el interior de la habitación.

Estando ahí, con un nudo en su garganta, se paró al lado de la cama y observó por un largo rato a su padre mientras mantenía su temblorosa y fría mano sobre la de Ayton. Verlo a él, postrado en una cama, conectado a un respirador, no era la imagen que Leonard hubiera deseado, ni tampoco el final que hubiera esperado pero... ahí estaba, aquel hombre de casi sesenta años, con apenas algunas visibles arrugas y con los ojos cansados.

El chico se preguntaba cuántos pecados tuvo que haber cometido su padre como para que terminara de esa manera, se cuestionaba si todo lo que él había hecho había tenido algún tipo de beneficio, incluso se preguntaba si después de morir Ayrton encontraría la paz.

Leonard no era muy apegado a las creencias religiosas, sin embargo, creía en la energía del universo, estaba totalmente convencido de que todo lo que se hacía en este mundo tarde o temprano se pagaba. Suspiró. Si Ayrton había terminado de esa manera, entonces... ¿Qué era lo que le esperaba a él?

Había sido un mal hijo, un mal hermano, un pésimo cuñado.

Chasqueo los dientes, luego gimió de forma indiferente, pensando en que cualquier cosa "buena" que hiciera en la vida, a partir de este punto, no le aseguraría un final tranquilo o las puertas del cielo, no obstante, estaba seguro de que su consciencia al menos estaría tranquila.

Apretó la mano fría de su padre y sin hacer otra cosa más que esperar, se sentó a su lado hasta que la puerta de la habitación se abrió.

—¿Leonard? —Lo llamó Samuel con una voz tan baja cuando se asomó por una ranura.

El chico volteó a mirarlo, era la primera vez que el pelirrojo lo miraba con los ojos cristalizados.

—Oye... Tal vez no es un buen momento para esto pero... creo que es necesario que sepas que encontraron la camioneta de los secuestradores.

Al escucharlo Leonard se paró de inmediato, limpio las lágrimas en sus ojos y recobró la postura firme y recta que le había heredado su padre.

—¡¿Dónde?!

—No muy lejos de la costa, aunque... Al parecer algo salió mal.

Leonard frunció el ceño.

—Explícate... —exigió de manera tajante a lo que él pelirrojo se encogió de hombros.

—Sí, bueno... La policía halló los cuerpos de los secuestradores. Alguien los traicionó y los mató.

—¿Y Lara?

Samuel meneo la cabeza.

—Solo sabemos eso. Pienso que ella aún sigue en manos de alguien. La gente que contrato tu padre para investigar el paradero de Lara junto con la policía y lo poco que pudimos hallar nosotros gracias a las cámaras de seguridad externas de la vía pública nos sirvió de mucho. No solo dimos con los secuestradores, también logramos saber que Lara aún sigue viva, porque de lo contrario la hubieran matado. Ahora solo necesitamos saber a dónde la trasladaron.




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