Cruzando barreras

• Separación •

—Edward—

Tan pronto como Edward escuchó esas últimas palabras su corazón se vino abajo, lo mucho o poco que creía saber de él se había desmoronado casi al instante, fue como si un cristal se rompiera justo al lado de sus oídos y, entonces no pudo evitar recordar la primera vez en que lo conoció.

✤✤✤✤✤✤

—Oye… ¿Estás bien?

Le preguntaron mientras alguien le extendía una mano ensangrentada y firme a su frente.

El chico apenas y levantó la vista, no podía ver con claridad debido a la nube que comenzaba a marcarse en sus ojos. De nuevo Edward se había visto envuelto en una pelea. El hombre estaba en un callejón cerrado, detrás de un reconocido pub, enfrentándose a varios sujetos que lo dejaron mal herido junto a un enorme contenedor de basura. Su excusa para provocar la pelea había sido ridícula, sin embargo, Edward aún era muy joven como para ponerse a pensar en la situación y sobre su reputación misma.

Chasqueó los dientes y sin mirar al hombre golpeó su mano que estaba tendida.

—Aléjate… No me toques.

—De acuerdo… No lo haré —respondieron al tiempo en que ponían sus manos frente a su pecho—. Pero… Si yo fuera tú, no haría este tipo de cosas mucho menos en esta clase de lugares. —Edward levantó la vista y lo notó un poco mejor, era un chico joven de complexión delgada y ojos grandes, su cabello claro caía en forma de flequillo por su frente, aunque para la edad que representaba se veía bastante maduro.

Edward se quejó por dentro mientras lo analizaba con la poca visión que tenía, su clase social y su manera de hablar; era absurdo que un chico como él estuviera ahí, a altas horas de la noche usando un traje tipo sastre color gris, que ahora estaba sucio y desordenado, lleno de tierra y algunas cuantas manchas de sangre. Maldición. ¿Qué le había hecho creer que podía ayudarlo? Seguramente ese sujeto no era más que otro tonto chiquillo consentido por sus padres que le permitían hacer lo que quisiera donde quisiera, después de todo se encontraban en un lugar acaudalado y el bar en el que estaban no era precisamente uno de los más pobres.

—Tsk… Tú qué sabes… No eres más que un pobre diablo.

El chico a su frente sonrió.

—Si tienes razón. —Le dijo enseguida—. Tal vez no sé nada, pero... Estoy seguro de que si alguien importante te reconociera la reputación de tu padre se vería afectada.

Inmediatamente Edward frunció el ceño.

Se veía confundido.

—¿Qué…? ¿Pensaste que no te reconocería…? —De pronto se echaron a reír con ganas—. Por favor, eres Edward Palmer, el segundo hijo de Ayrton Palmer y el hermano menor de Leonard, un hombre tan arrogante y frívolo como su padre. Vamos Edward, cualquier mortal te reconocería en cualquier lado y más aún si armas un completo escándalo como este.

Cuando el chico terminó de hablar miró a su alrededor. Para esos instantes ya no había nadie en el callejón, solo estaban él y Edward, quien aún seguía sentado en el suelo, mirando hacia arriba a un chico que, parecía conocerlo mejor que cualquiera dentro del Pub.

—Así que me conoces…

—Sería difícil no mirarte… Dicen que eres un dolor en el culo de tu padre… Además, te he visto venir desde hace un par de semanas. Siempre te sientas en la barra, pides un vodka doble, bebes hasta tarde y luego te vas, pero hoy me dio curiosidad saber porque te veías tan molesto que terminaste insultando a esos hombres.

Dicho esto, Edward volvió a chasquear los dientes, luego sonrió para sí mismo. Su padre le había dado la jovial noticia de que iba a casarse con la primogénita de los Evans así que… Qué más podía hacer más que sentarse en algún pub a beber y a escuchar ahora a un imbécil que no paraba de hablar.

—Después de verte, no podía dejar que te enfrentaras a ellos tú solo. Uno contra uno está bien, pero ellos eran demasiados y, no solo soy un pobre diablo que es consentido por sus padres. Si estoy aquí, en este lugar es porque me lo he ganado, aunque la verdad no me gusta. Ser el hijo rico de papi es una mierda. —El chico hizo un mohín, luego continuó hablando—: Soy de los tipos que cree que ser impulsivo y vagar por la vida sin preocupaciones, así como tú, es mejor que andar lamiendo los zapatos alguien. Bueno, como sea… Soy Sebastián...

Tan pronto como Sebastián terminó de hablar, Edward se echó a reír luego y sin volver a rechazar su ayuda, tomó su mano.

Después de eso, un puesto en la empresa de Ayrton Palmer se abrió y Sebastián fue contratado, quedando como uno de los socios minoritarios y responsable de la mitad de algunos departamentos.

✤✤✤✤✤✤

Edward suspiró… 

¿En qué momento Sebastián se había perdido? ¿Cuándo había sido el instante en que se convirtió en un loco maniático, en un asesino?

Bajó la vista.

¿En verdad se había convertido en un asesino?

—Por… ¿por qué?

Sebastián quien aún seguía del otro lado solo inclinó la cabeza, subió la mirada a una esquina y después de tanto pensarlo contestó:




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