Cruzando barreras

•  En marcha •

—Edward—

—¡Basta ya! ¡¡Es suficiente!! —gritó Matthew con una potente voz mientras tomaba por detrás a Sebastián y lo arrojaba lo bastante lejos de Edward—. ¡¡¿Qué les ocurre?!! ¿Acaso no son amigos?

Matthew con el ceño fruncido miró a Edward quejándose en dolor, luego volvió la vista a sus espaldas para mirar de reojo a Sebastián quien estaba sentado frente a la puerta con una rodilla pegada a su pecho mientras reía.

—¿Y qué es lo que pasa contigo…? —Le preguntó—. Actuando como un verdadero demente. ¿Acaso eres estúpido? Tan solo mírate… ¡Casi lo matas…! ¿En qué demonios estabas pensando? Por Dios, es tu amigo.

Sebastián sonrió aún más al escucharlo, aun así, Matthew lo ignoró y continuó, estaba furioso, frustrado.

—No importa lo que te haya hecho este imbécil… —gritó al señalarlo detrás de su espalda sin siquiera mirarlo. —No está bien lo que estaban… —dijo, aunque sus palabras se esfumaron en aire cuando miro aquel hombre ponerse de pie y correr a toda prisa hacia la salida.

Entre tanto, Edward ahogó un gran quejido en lo profundo de su garganta.

—¡Maldición! —Se quejó frunciendo la nariz. Le costaba trabajo mantenerse erguido—. Matthew por favor… No… No dejes que se vaya… ¡Detenlo!

Al escuchar su nombre, Matthew regreso la vista confundido hacia aquel hombre que apenas si podía sostener su cuerpo en una rodilla.

—No permitas que huya…

Su voz tuvo un ligero toque de furia y resentimiento que se mezcló con lo extraño de unas cuantas lágrimas, a lo que Matthew frunció el ceño, preocupado. Era raro ver en Edward ese tipo de comportamiento. El rubio solo lo había visto muy pocas veces así de vulnerable.

Dirigió su mirada a la puerta y chasqueo los dientes, dudoso.

Que Sebastián se hubiera ido era lo menos importante ahora. Sin hacerle caso a sus palabras ignoró aquel otro hombre y se acercó a toda prisa hacia el chico que consideraba como uno de sus mejores amigos, necesitaba revisarlo, Edward no se veía nada bien.

—Con un demonio —murmuró al llegar hasta él—. Si quiere irse ese bastardo loco, que se largue, no me interesa. Además, mira nada más cómo te ha dejado.

Matthew le levantó la camisa ensangrentada y lo examinó. Edward tenía una larga herida que le atravesaba el abdomen.

—Por Dios, Edward. —Mirarlo así también le dolía, sin embargo, trato de contener sus emociones—.  ¿En qué rayos tú también estabas pensando? Ya no eres un adolescente que puede resistirlo todo como si fueras una especie de superhéroe. Eso no existe.

Edward levantó la vista. Matthew hasta cierto punto tenía razón, pero qué más podía hacer el hombre más que intentar sentirse como él lo había dicho, un superhéroe.

—Pelando tan salvajemente. ¿Hasta cuándo aprenderás?

El chico de cabellera negra chasqueo los dientes. Todo era cierto, ¿hasta cuando iba a prender? No había hecho otra cosa en estos últimos días más que pelear una y otra vez con cuantos se le pusieran enfrente, desde adolescente lo había hecho y ya era hora de que parará con esto. Sin embargo, esta vez tenía justificación para hacerlo. Se mordió uno de sus dedos y contendiendo el dolor intentó ponerse de pie.

No era momento para rendirse, mucho menos para quedarse quieto ahora que estaba más cerca de atrapar al maldito que había secuestrado a la madre de su hija.  

Sin oponerse, Matthew lo sostuvo cuando se dio cuenta del gran esfuerzo que representaba para Edward el ponerse de pie. Tomó uno de sus hombros y lo paso por el suyo.

—Vamos, te ayudaré. —Le dijo, acomodándolo en unas de las sillas que levantó.

Edward echó la cabeza hacia adelante, recargando la palma de su mano sobre su rostro cuando notó que Sebastián ya se había escapado. El maldito había huido a toda velocidad en un auto.

—Maldición —bisbiseó para sí mismo, golpeando por millonésima vez su frente.

Había estado tan cerca de atraparlo, pero… quién se hubiera imaginado que él, precisamente él, estuviera viviendo bajo el techo de un loco asesino y peor aún, que ese maldito psicópata que había secuestrado a su ex esposa, fuera uno de sus mejores amigos.

Escépticamente se echó a reír.

Matthew solo lo miró desde su lugar, triste, desilusionado. Ya no podía reconocer a su mejor amigo. Edward había cambiado demasiado, la soledad, el dolor, el estrés, el abandono y muchas cosas más lo habían orillado a verse de esta manera. Mordió uno de sus labios. Matthew sabía que Edward no estaba bien desde que su madre murió e incluso desde que su padre lo desheredo. No…  más bien, Edward no había estado bien desde mucho antes de todo eso, quizá desde que tuvo que aprender a lidiar con la verdadera vida de un hombre adulto. Suspiro profundo y cerró los ojos. Al final de todo, Edward estaba más quebrado que él así que, sólo renunció a su odio irracional que sentía por él y decidió apoyarlo, después de todo habían sido amigos desde la infancia.  

—Espérame aquí. Iré a buscar algo para curarte.

Irónicamente el recuerdo de ver a Sebastián en Matthew llegó a la memoria de Edward cuando recordó la noche en que el castaño también lo ayudó, precisamente en ese mismo lugar y aunque las condiciones eran diferentes el motivo por el cual fue herido había sido el mismo, siempre era el mismo y Lara era la razón.




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