Cruzando barreras

• Fragilidad •

—Leonard—

—Por favor, por favor… —vociferó Leonard dentro de su mente mientras golpeaba con fuerza el volante de su auto—. Que no sea demasiado tarde —dijo y sus ojos negros comenzaron a nublarse a causa de las lágrimas que empezaban a acumularse—. ¡Maldición! Por eso odio enamorarme. 

Su pecho dolió con fuerza y su corazón se resquebrajó.

—¡Maldición! ¡Maldición! 

Leonard odiaba sentirse así, tan vulnerable e indefenso ante una situación que no podía controlar, sus sentimientos eran confusos y eso era a lo que más le temía. Él no podía darse el lujo de sentir algo cálido y oscuro al mismo tiempo dentro de su corazón. Sabía que era un terrible error. Para Leonard, amar suponía un enorme problema, uno tan grande que le nublaba la visión, le hacía perder la cordura y la racionalidad de las cosas, tal y como lo estaba haciendo ahora. 

Sin sentir otra cosa más que una fuerte presión en el pecho, chasqueó los dientes y piso más a fondo el acelerador. Pensar en que estaba muy cerca de encontrar a Lara lo ponía ansioso. 

—Oye, tranquilo… —Le dijeron desde uno de sus costados—. Si no disminuyes la velocidad, vamos a matarnos y yo todavía quiero vivir… 

Al escucharlo, Leonard giró levemente la cabeza y lo miró, Matthew tenía una cara pálida mientras se aferraba con todas sus fuerzas sobre el asiento del copiloto. 

El hombre no le contestó, tan solo expreso un pequeño mohín, y cambiando la velocidad volvió a acelerar, derrapando con más potencia que antes sobre lo recto del asfalto, sin importarle que su compañero de al lado le estuviera implorando por su vida. 

Hacía bastantes años en que Leonard no manejaba, por lo general, Frank, era quien lo llevaba a dónde quisiera, era su chofer personal, tanto de él como de su padre y cuando no estaba disponible, algún otro sirviente lo atendía, aunque prefería siempre que fueran ese hombre. Muy pocas veces Samuel también llegó a tomar ese papel, no obstante, está vez era Leonard quien estaba detrás del volante, no era un mal conductor pese a los años que habían transcurrido. 

La experiencia es algo que jamás se olvida. 

—Por favor, Leonard… hazme caso —repitió Matthew—. Sebastián no se ha movido de ahí. Lleva casi una hora en el mismo lugar. Además, si llegamos así vamos a asustarlo y quién sabe qué… —En esos momentos el chico hizo una pausa, apretó los ojos con fuerza y sacudió la cabeza para borrar el mal pensamiento que atravesó por su mente, luego continuó hablando—: Edward por más impulsivo que sea, al menos lo pensaría. 

Al escuchar su nombre, Leonard freno en seco por lo que Matthew tuvo que sostenerse de la puerta y aferrarse un poco más al asiento para no estamparse contra el parabrisas. Había sido una muy mala idea el pronunciar el nombre de su hermano. Suspiró, nervioso. El rubio no sabía lo que aquel otro hombre estaba pensando, tenía la vista fija sobre la carretera, no parpadeaba en lo absoluto, incluso parecía que no respiraba, tan solo estaba ahí, inmóvil, con ambas manos sobre el volante. 

Matthew intentó hablarle, pero solo pudo mirar como una lágrima se deslizó por su mejilla así que, desvió el rostro y miró por la ventana, fingiendo no haber visto nada. Los sentimientos de aquel hombre no eran tan diferentes a los de Edward o a los de cualquier otro hombre enamorado y eso... mejor que nadie, él lo sabía.

Levemente bufó.

—Si queremos que esto resulte bien para todos… Necesitamos un mejor plan. 

Su plan no había sido tan difícil de planificar, en cuanto Matthew llegó y Leonard escuchó sobre el secuestrador y miró las pésimas condiciones en las que Edward había llegado… inmediatamente se puso a pensar, después de todo era bien sabido que Leonard era un hombre bastante inteligente, aunque su juicio ahora estuviera comprometido.

—Está bien —dijo —¿Qué sugieres?

Fue una sorpresa bastante grande para Matthew escucharlo, el chico no esperaba a que Leonard accediera tan rápido y de un modo muy simple. Parpadeó varias veces y lo miró sin saber qué decir mientras repasaba todo en su cabeza desde el principio…

✤✤✤✤✤✤

—Samuel… El idiota que estaba aquí hace solo unos segundos… 

Matthew negó con la cabeza y elevó los hombros. No tenía idea de lo que Leonard hablaba, aunque el nombre de Samuel le llegó más de una vez, entrecerró los ojos y se puso a escarbar dentro de sus pensamientos hasta que un pálido rostro apareció en su memoria.

—Ah… Hablas de ese tipo —espetó mirando a sus espaldas—. Hace un rato que se fue. Tal parece que llevaba algo prisa. 

Leonard suspiró, expresó un pequeño chasquido y acomodándose el saco salió de aquella habitación tan solo para chocar de frente contra el hombre que estaba buscando. 

El pelirrojo retrocedió unos cuantos pasos hacia atrás mientras se tocaba la frente. El golpe le había dolido demasiado, pero Leonard ni siquiera se inmuto, solo lo observo desde arriba, serio, como si el choque le hubiera sido insignificante. 

—Oye, Leonard… —se quejó—. Todavía después de que me apresuro por acercarte el auto, ¿me golpeas?




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