Cruzando barreras

• Instintos •

—Edward—

En el momento en el que Leonard salió la habitación, Samuel dejó escapar un largo suspiro. No esperaba que las cosas se complicaran tanto y fueran demasiado confusas en un momento tan extraño.

Leonard era uno de sus mejores amigos, el único en realidad así que, era estúpido no poder hacerle un favor tan simple como cuidar a su hermano. Sin embargo, la idea de tener que estar junto a él, todavía le molestaba. Edward no era una persona que le agradara, al contrario, lo detestaba, odiaba su frívola, arrogante y descarada personalidad. Su forma de hablar, caminar, sus ademanes y gestos, Samuel odiaba todo de él, incluso el “supuesto” amor que sentía por Lara.

—Lara… —gimió. 

Aquella chica le seguía y siempre le seguiría gustando, no obstante, entendía que su amor jamás sería para él. Ella ya había hecho su elección y si ella era feliz, entonces Samuel también lo era, después de todo no podía hacer nada, no podía obligarla a que gustara de él porque en primera, un amor forzado no era lo indicado.

Samuel se echó a reír, luego se llevó una mano a su cabello y la dejó ahí por un breve tiempo mientras miraba el techo, pensando en que el amor era algo muy complicado.     

Si él hubiese sido Leonard, Edward o Sebastián… también hubiese hecho lo mismo. 

El amor siempre te hace sacar tus más bajos instintos, incluso te hace perder la razón y eso era lo que a esos tres hombres les había sucedido. Leonard y Edward habían caído por un amor que no tenía futuro, mientras que Sebastián se había dejado llevar por un sentimiento inesperado de venganza.

Samuel volvió a reír, esta vez, tapándose la cara. Si lo pensaba bien, la situación era bastante irónica, por qué… ¿Quién se hubiera imaginado que fuera precisamente el mismo Sebastián que buscará algún tipo de venganza en contra de Lara? En realidad, nadie lo sabía o, mejor dicho, nadie se lo esperaba. Samuel creía que eso ya era un asunto del pasado, sin embargo, aún después de dos años… Amelia todavía estaba presente. 

De otra manera, Samuel no se explicaba el porqué de tantas cosas. El chico estaba consciente de las relaciones que había tenido su “hermana”, sin embargo, nunca le prestó la debida atención a Sebastián ya que Amelia siempre se la pasaba insultándolo. Debió suponerlo, no obstante… No lo culpaba. 

En el pasado, por Amelia, él también había hecho casi lo mismo, sin embargo, había desistido… pero ahora, que analizaba mejor las cosas… todo parecía tener un poco de sentido.

Por unos instantes se puso en los zapatos de Sebastián, viendo rápidamente el otro lado de las cosas. Si alguien le hubiera arrebatado al amor de su vida, él también hubiera hecho lo mismo. Si tan solo Amelia hubiese sido Lara o si tan solo Lara hubiese sido Amelia, entonces… él también hubiera perdido la razón y hubiera buscado venganza.

Meneo la cabeza y se mordió los labios, luego bajó la vista tan solo para encontrarse con unos ojos profundos que lo estaban mirando. 

—Hmp… —espetó, torciendo los labios—. ¿Hace cuánto que estás despierto…? —preguntó Samuel, acercándose un poco al sillón mientras guardaba sus manos dentro de sus bolsillos. 

Edward desvió la vista, luego se incorporó con mucho dolor. 

—Desde hace un segundo —respondió, girando sobre el sillón e intentando buscar la mejor posición para ponerse de pie. Su herida aún le dolía. 

Samuel suspiró. 

—Entiendo —dijo—. Aunque se lo prometí a Leonard, sé que será difícil detenerte. No puedo hacerlo. Sé que también va a regañarme cuando volvamos a verlo, pero que importa ya… De cualquier forma, no te darás por vencido, además… Entre más seamos, mejor. 

Dicho esto, Samuel camino hacia un estante y busco una jeringa, luego sacó del bolsillo de su chaqueta un pequeño estuche negro del cual tomó un par de frascos pequeños que contenían un líquido transparente, los miró contra la luz y comenzó a preparar un fuerte cóctel de medicamentos. 

Edward solo lo miró. 

—¿Es morfina…?

Samuel apenas volteo el rostro.

—Sí, algo así —bisbiseó al mirarlo de reojo—. Son algunos opioides. Leonard suele usarlos solo cuando es necesario.

—Como ahora…

—Sí… Como ahora —afirmó el chico, respondiendo al doble sentido que llevaban esas palabras. Leonard no siempre había sido una perita en dulce, tenía su lado oscuro, uno que muy pocos conocían y que muchos no querían conocer—. Es una suerte que las trajera conmigo, de otra forma un simple analgésico no funcionaría.

Por primera vez, Edward sonrió.

—Entonces es bueno saber que al menos Leonard tiene un amigo.

—Sí, bueno… A pesar de todo, Leonard es un buen hombre. La gente del bajo mundo suele juzgarlo por su cara de gánster… —y lo es, pensó Edward entre dientes… —Pero no es tan malo. Él siempre está pensando en lo que es mejor y en lo que nos conviene a todos... 

—Jugando sucio y sin importarle los métodos que use.

Le interrumpió Edward, Samuel solo se encogió de hombros y continuó: 




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