CAPÍTULO 5
Álex
Eran las cinco de la madrugada y estaba yendo a buscar a Rosy a su casa. Su madre había tenido un episodio de los suyos: irse al bar a beber y decirle de todo a Rosy, como cada viernes. Llegué a su casa y le escribí.
Rosy
—Estoy fuera
—Salgo por la ventana
Guarde el móvil y vi a Rosy saltar desde la ventana de su habitación. Se acercó a mí.
—Gracias por venir.
—De nada, venga que tengo sueño —dije encendiendo la moto.
No me dijo nada, hasta llegar a mi habitación.
—¿No vas a decir nada?
—Rosy, son las cinco de la mañana, ¿qué quieres que diga?
—Vale, don borde —dijo sentándose en la cama que había preparado en el suelo.
—Vale, doña enfadona.
Me tumbé en la cama y me dormí.
Me empezó a sonar la alarma de los domingos, tenía que salir a correr. No quería, así que la apagué y continué durmiendo.
—Alex Duran Mendoza.
Mi cuerpo se tensó al escuchar la voz y lo que decía.
—Levanta y ve a entrenar.
Me levanté y mi padre salió de la habitación. Fui al lavabo y comencé a vestirme con la ropa de deporte. Cuando salí, Rosy estaba ya despierta.
—Oye, parece que hay tensión con tu padre, ¿no?
Asentí levemente y le hice media sonrisa.
—¿Qué os pasa?
—No quiero hablar de ello —dije seco mientras cogía las bambas.
Baje a desayunar un plátano y una tostada, Rosy ya se iba.
—Gracias Alex.
—De nada, que vaya todo bien.
—Igualmente —dijo abriendo la puerta—. Adiós, Diana.
—Adiós, querida —dijo mi madre mientras hacía los canelones para luego.
28
—Yo también me voy ya, mamá —dije cogiendo los cascos del cesto pequeño de las llaves.
—Vale, cariño ten cuidado.
—¡Sí!
Encendí la aplicación de correr y me puse en rumbo. Acabé el recorrido delante de la cala, había hecho ocho kilómetros. Pensé en escribirle a Aria para saber si estaba bien, pero no lo hice. Volví a casa andando. Cuando llegué marqué en la agenda de la nevera “ocho kilómetros” y después me fui directo a la ducha. Cuando salí, mi padre estaba de pie, mirándome, serio.
—En serio, Alex. Solo ocho kilómetros, yo no te he enseñado eso.
—Nunca estás contento con nada.
—Estaré contento cuando triunfes, pero ya veo que eres un inútil —dijo levantándose.
No dije nada.
—Y alegra un poco esa cara, tu madre está preocupada.
—Como a ti te damos igual, ¿qué crees que no lo sé? —dije encendiendo el ordenador.
—¿Saber qué? —Se acercó a mí.
—¡Tú sabrás!
Me cogió del brazo y me lo apretó.
—¡Saber qué, Alex!
—¡Suéltame!
—No hasta que no me digas lo que sabes.
Me apretó aún más fuerte, con más rabia.
—¡Que engañas a mamá!
Me puso una mano en el cuello y apretó. Choqué contra la pared.
—Ni se te ocurra decir nada de lo que yo haga o deje de hacer. ¿Está claro?
Asentí y se escucharon unos pasos subiendo. Me soltó de golpe, tosí y él se recompuso.
—Alex, la comida ya está hecha —dijo mi madre abriendo la puerta—. Anderson, tú comida también está en la mesa.
Él fue el primero en salir, mi madre se acercó y miró mi brazo.
—¿Qué te ha pasado?
—Nada, tengo la piel irritada, me voy a echar crema ahora bajo —dije tapándome el brazo.
—Vale, no tardes.
Esperé dos minutos arriba, sentado en silencio, cuando estuve preparado bajé. Comí en silencio, cuando acabé ayudé a mi madre a recoger la mesa y a lavar los platos. Mi padre se había ido a trabajar y no volvería hasta las nueve y mi madre se iba de compras. Así que decidí quedar con Buck.
29
Buck
—¿Quedas para jugar al fifa?
—¡Vale! En cinco minutos estoy allí.
Cogí la PlayStation de mi habitación y la bajé al comedor, la conecté y me senté en el sofá a ver videos. Al cabo de unos veinte minutos Buck tocó el timbre. No venía solo. Mi mirada se cruzó con la de Aria, hasta que ella sonrió y escuché a Buck.
—¿Alex? Me estás escuchando —dijo Buck pasándome la mano por la cara mientras Aria entraba.