Cruzaría mil montañas solo para amarla

Astuto como un zorro

Y así pasaron los días y la incertidumbre de no saber nada de él se apoderó de ella. No tenía cómo localizarlo ni comunicarse con él, después de todo estaba en medio de la nada, mar adentro. Solo le quedaba esperar a que él se comunicara con ella.

Al cabo de unos meses, su salud empezó a resentirse. Se sentía adormilada y cansada. Suponía que era producto del trabajo y los trasnoches de cada día. Entre la incansable búsqueda de su padre y el trabajo cada vez más demandante, fue solo cuestión de tiempo que colapsara y se desmayara después de una ardua jornada.

Pedro la tomó en sus brazos y junto a su esposa la llevaron al hospital para que la chequearan.

La enfermera le practicó los exámenes de rigor y después de unas horas volvió a ellos con los resultados. Su desmayo fue provocado por un agotamiento extremo debido al embarazo de tres meses que tenía. Pedro y su esposa no podían creer que ella estuviera embarazada. Se preguntaban quién podría el padre ya que nunca la habían visto con nadie.

Cuando despertó, ellos le contaron lo sucedido y la interrogaron respecto al padre de la criatura.

Incrédula aún, se sintió feliz de saber que en su vientre estaba el fruto del amor entre ella y ese hombre a quien ella tanto amaba. Ahora más que nunca esperaba con anhelo su retorno. Quería gritar a los cuatro vientos que estaba esperando a su hijo y que nada los podría separar en el futuro. Serían marido y mujer y vivirían felices por siempre. Todo ese típico razonamiento era producto de su mente aún infantil e inocente.

Estaba decidida a contarle cuanto antes a su amado las buenas noticias de su embarazo y sabía que el único a quien podía recurrir era a Pedro. Él sin duda sabría cómo encontrarlo o al menos sabría dónde estaba.

Nunca antes le había contado a su jefe lo que había pasado entre ella y su amigo. Todo ese tiempo lo había guardado como un precioso tesoro, oculto de todo el mundo. Esos recuerdos le pertenecían solo a ella y a su amado marino, sin embargo, por las cosas del destino, se veía obligada a revelar su fugaz romance a su jefe con el fin de poder contactarse con el padre de su bebé.

Cuando Pedro se enteró de la situación, se agarró la cabeza a dos manos y ardía en furia por el comportamiento irresponsable de su amigo. Sabía cómo era. Sabía que siempre que desembarcaba seguía una rutina de conquista al cual ya se había acostumbrado. Sin embargo todas las veces anteriores, las mujeres con las cuales había estado, eran maduras e igual de fáciles que él. Ni una sola vez hubo alguna que volviera a buscarlo, ya que siempre dejaba en claro a cada una de ellas cómo serían las cosas.

Si tan solo se hubiera dado cuenta de quién se trataba esta vez, lo hubiera detenido antes de empezar. Mal que mal, Pedro y su esposa veían a la chica casi como a una hija. Sabían por qué ella estaba en esa ciudad y lo mucho que se había esforzado por tratar de encontrar a su padre. Era una buena chica. Inocente, alegre, trabajadora y sin embargo, su querido amigo, astuto como un zorro, decidió poner sus ojos en ella sin decirle.

Claro.....sabía que de enterarse, reaccionaría de esa manera y le impediría concretar su plan. Eso no era lo que quería. La chica era una oportunidad en un millón y no iba a dejar que nada se interpusiera en tenerla, ni siquiera Pedro, por eso no le dijo. "¡Maldición! ¿No podías fijarte en nadie más?  ¿Tenía que ser esa pobre muchacha? Ay, amigo.... te has sumado como uno más a todos aquellos que le han arruinado la vida", se dijo Pedro.

Pedro estaba angustiado al igual que su esposa, con quien compartía la administración del bar. Sabían que tendrían que hablar con la chica y decirle que no se hiciera falsas esperanzas. Era solo que les dolía el corazón saber lo que tendría que afrontar de ahora en adelante con un bebé a cuestas.

Se armaron de valor y le contaron a ella cómo era su amigo. Lo querían con todo el corazón, pero esta vez, su egoísmo los golpeó de cerca. Había herido a una chica que solo buscaba amor y que se dejó engañar por este Casanova sin corazón.

Ella no podía creer lo que estaba escuchando. Se negaba a creer que el hombre con el que compartió días maravillosos y le hizo mil promesas era como lo estaban describiendo sus amigos. Y aunque sabía que Pedro no le mentiría, guardaba la esperanza de que con ella fuera distinto, que si en realidad había sido un mujeriego en el pasado, ahora con ella a su lado ya no había necesidad de seguir buscando otras mujeres.

Se engañaba a sí misma pensando que ella había sido tan especial para él que estaría dispuesto a dejar su anterior forma de vida para sentar cabeza y dedicarse de lleno a ella y su hijo. Quería creer que era así.....

 

Pasaron los meses y su vientre empezó a hacerse más notorio. Seguía preguntando a Pedro si tenía noticias de su amigo solo para recibir la misma respuesta vez tras vez. No había señales de ese hombre que amaba con locura y que esperaba que apareciera bajando por el terraplén cada vez que atracaba un barco.

La espera por su padre se convirtió en la espera por ese hombre que, al parecer, la había olvidado. ¿Cuándo volvería? ¿Cómo podría decirle de su hijo si ni siquiera sabía en qué lugar del mundo estaba? ¿Por qué no la había contactado siquiera una vez desde que partió? ¿Es que acaso todo lo que escuchó de Pedro realmente resultó cierto? Esos pensamientos angustiaban su alma y atormentaban cada minuto de su día.




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