Cruzaría mil montañas solo para amarla

Encontró la situación tremendamente adorable

Ya habían pasado unos meses y Olivia se había incorporado exitosamente como Administradora de la empresa de su prima Rocío. El negocio seguía creciendo y expandiéndose en el extranjero y Rocío sentía que no daría abasto con tanto trabajo. Estaba afinando los detalles de su nueva tienda en Nueva York cuando de repente se le dio la oportunidad de abrir una tienda en Paris, Francia.

Si bien tenía mucha gente apta que trabajaba para ella, solo podía confiar en dos personas para llevar a cabo esta gran expansión. Su mano derecha Agustín, con quien llevaba años trabajando codo a codo para que la empresa llegara donde estaba hoy, y Olivia, quien en el poco tiempo en que se conocían y habían trabajado juntas, había demostrado con creces lo confiable y capaz que era.

En vista de que Agustín estaba haciéndose cargo de las cosas en Nueva York, Rocío le rogó a su prima que fuera a Paris e hiciera todo lo que se necesitara para abrir la nueva sucursal en Francia.

Al principio Olivia no estaba muy convencida. Recién se había reencontrado con su padre y dos de sus hermanos y la relación con ellos era maravillosa. No quería dejarlos por ir a trabajar tan lejos de casa. De solo pensarlo ya los extrañaba.

Conversó con ellos y les dijo que se sentía dividida. Por un lado no quería separarse de ellos, pero por otro sabía que Rocío necesitaba de su ayuda.

“Princesa, no sabes la pena que me causa el solo hecho de pensar que tengas que irte a trabajar tan lejos. Sin embargo, son solo unos meses. Rocío misma te aseguró que apenas se abriera la tienda de Paris, ella misma viajaría desde Nueva york a hacerse cargo. Ya verás que el tiempo pasará rápido y podrás volver a nuestro lado. Además, te brindará mucha experiencia”, trataba de hacerla razonar Emilio, aunque sin dejar de sentir pena por la inminente separación.

“Es cierto, Oli”, así le decían Esteban y Lucas. "De todos modos, nosotros estamos a punto de embarcarnos de nuevo y esta vez estaremos dos meses afuera. Aprovecha ese tiempo y ayuda a Ross, ella te necesita de verdad”.

“Princesa, si te hace feliz, te prometo que iré a visitarte apenas cierre unos negocios. Hace mucho tiempo que no voy a Paris así que es la excusa perfecta para tomar unas pequeñas vacaciones, ¿te parece?”, le dijo su padre con el fin de que se decidiera.

“No saben cuánto los quiero mis hombres recios”, dijo Olivia con voz ronca para tratar de enmascarar el temblor de su voz producto de la tristeza que aquello le estaba produciendo. “Gracias por llenar mi vida de felicidad. En verdad los voy a extrañar mucho. Por cierto, ¿han sabido de Santiago?”, preguntó con curiosidad.

“La verdad es que la vida de Santiago es así. Casi nunca lo vemos. Como piloto de combate, sus misiones suelen ser largas la mayoría de las veces. La última vez estaba en Bosnia, pero cuando estaba a punto de volver para descansar unos días, se le asignó una nueva misión. No siempre puede contarnos dónde está y ésta es una de esas veces. Tampoco sabemos cuándo volverá, así que tendrás que tener un poco más de paciencia para llegar a conocerlo”, dijo Esteban.

Olivia levantó sus hombros con resignación. Como dijo Esteban, tendría que esperar aún un poco más para conocer a ese esquivo hermano suyo que todavía no hacía acto de presencia.

 

Una semana después

“Estoy muerta”, dijo Olivia visiblemente demacrada por el cansancio y la diferencia horaria. Habían sido 15 horas de vuelo sin escalas desde Chile y lo único que quería era tomar un baño y dormir todo un día antes empezar con su trabajo el lunes siguiente.

Estaba profundamente dormida cuando una fuerte lluvia empezó a azotar la ciudad. Los truenos eran tan fuertes que Olivia despertó de un salto sin recordar muy bien en dónde estaba. Trató por todos los medios de volver a dormirse otra vez pero le fue imposible debido al ruido de la tormenta. Optó por vestirse y bajar al bar del hotel para beber un trago. Estaba alojada en el piso 20 por lo que el viaje en el ascensor se le estaba haciendo eterno.

Cuando creyó llegar al primer piso, rápidamente salió del ascensor con la vista al suelo, todavía medio adormilada y sin saber cómo, chocó de frente con lo que ella pensaba era un muro. Con la nariz adolorida por el impacto, se percató que no era tan duro como una pared, pero sí emanaba un aroma increíblemente familiar.

Abrió sus ojos sin dejar de mirar al suelo y vio ante ella unos zapatos de hombre justo enfrente, a escasos centímetros.

Al retroceder, la puerta del ascensor se estaba cerrando y atrapó la chaqueta que Olivia traía puesta, arrojándola al piso. El hombre, en un rápido movimiento, le ayudó a sacarse la bendita chaqueta antes de ser succionada hacia un nivel inferior.

Con el terror aún en su cuerpo, a Olivia se le hizo difícil reaccionar. Solo logró sacarla de su estupor una mano que apareció frente a ella ofreciéndole levantarla del piso.

Con mucha vergüenza la tomó y subiendo la mirada logró ver el rostro del hombre al que golpeó con su cara segundos atrás. Era un hombre realmente apuesto. Cabello negro como la oscuridad de la noche, con ojos grises que le parecía haberlos visto en alguna parte y una voz extremadamente ronca y varonil.




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