Cruzaría mil montañas solo para amarla

Abrió la puerta y se fue

Toda esa semana Olivia y Nicolás estuvieron juntos. Gracias a los contactos de Nicolás, fue solo cuestión de tiempo encontrar un apartamento idóneo para Olivia. Ahora solo quedaba aprovechar los días conociendo la ciudad.

Se habían vuelto inseparables. Donde quiera que iban sus manos se entrelazaban con cariño. Cada vez que podía, Nicolás robaba besos furtivos a Olivia, lo que hacía que ambos empezaran a sentir que aquello que los mantenía juntos, ese sentimiento que en un principio era ambiguo, en ese momento ya parecía que podían darle un nombre definitivo.... AMOR.

Ninguno de los dos podía adivinar cómo ese hilo rojo que en ese momento los unía, se torcería a tal grado que no les quedaría otra opción de cortarlo de la forma menos dolorosa posible.

 

Llegó el lunes y Olivia ya tenía listo el local en donde se ubicaría la nueva tienda de su prima Rocío. Nicolás le había ayudado a encontrarlo. Era perfecto. Ahora había que remodelarlo, contratar personal, solicitar los permisos de importación para la mercancía y esperar a que Rocío se desocupara de la apertura de su tienda en Nueva York y viajara con Agustín a hacerse cargo de la sucursal de Paris.

Durante todo ese tiempo Nicolás ayudó en lo que pudo a Olivia. Cada tiempo libre que ella tenía lo pasaba con él. Desde que Olivia empezó a trabajar, no era mucho el tiempo que compartían. Se extrañaban a morir. Por eso, a Olivia se le ocurrió una manera de optimizar los tiempos.

“Nico.... mientras estés aquí en París, ¿qué te parece mudarte conmigo? El departamento tiene una habitación de invitados que obviamente nadie ocupa. Deja el hotel y quédate a mi lado. Así podremos estar juntos al ir a dormir y al levantarnos. Podemos cenar y desayunar juntos. Ver películas los fines de semana y salir a pasear los domingos. ¿Te parece muy loca mi idea?”, preguntó con temor. No quería espantar a Nicolás, pero tampoco quería extrañarlo tanto por tenerlo lejos.

“Me parece una idea perfecta. Estaba esperando a que me lo pidieras”. Así sin más, Nicolás dejó el hotel y se mudó con Olivia.

 

Si bien su trabajo le ocupaba gran parte de su día, aún le quedaba tiempo para compartir con Nicolás. Cada mañana él se levantaba antes que ella (su cuerpo ya estaba acostumbrado) y le preparaba el desayuno. Por las noches, cuando volvía de su trabajo, él le tenía lista la bañera con agua caliente para que se aseara y se relajara de la tensión del día mientras le preparaba la cena.

Fueron semanas muy agotadoras, pero el solo hecho de saber que su amado esperaba su regreso cada día, hacía que todo el esfuerzo valiera la pena. Parecían un par de recién casados. Solo les faltaba dar el siguiente paso. Sin embargo ninguno de los dos quería apresurar las cosas. Ambos eran el primer amor del otro y se esforzaban por no dejar que nada echara a perder la hermosa relación que estaban forjando.

 

Y el gran día estaba a las puertas. Era jueves y la tienda estaba lista para abrirse el sábado. Todo estaba listo y dispuesto según todas las indicaciones y exigencias que le habían solicitado a Olivia. El marketing estaba dando sus frutos y todo Paris estaba a la expectativa de la gran ocasión ya que era la primera tienda de esta, ahora reconocida nueva marca de diseño, que se estaba instalando en la ciudad.

 

Olivia acababa de llegar y estaba tomando un baño cuando su móvil sonó. Nicolás no quiso molestarla, por lo que solo observó el nombre de quién llamaba para comunicárselo luego. En la pantalla decía ROCÍO. Miró extrañado, sonrió y lo sumó como una anécdota más a las “casualidades” que los unían.

Una vez que Olivia terminó su baño y se puso ropa más cómoda, se dirigió a cenar junto a Nicolás. Se sentó a su lado y le agradeció como cada día el estar junto a ella. Ya no se llamaban por sus nombres. La familiaridad y el compañerismo habían dado paso a los dulces apodos típicos de enamorados.

“Cariño, ¿puedes pasarme la sal?, parece que alguien no quiere seguir cocinando... ¿eh?”, rió Olivia.

“Lo siento, amor, ya sabes que mucha sal no es buena para la salud y yo quiero cuidarte para que estemos juntos hasta viejitos, ¿ok?. Por cierto, casi lo olvido. Mientras estabas bañándote, recibiste una llamada de....”

Nicolás no alcanzó a decir el nombre cuando el teléfono sonó otra vez. Olivia contestó y se levantó de golpe de la mesa.

“Prima querida, ya estoy en París junto a Agustín”. Su prima Rocío le hablaba desde el otro lado.

“¡¡¿Cómo?!!, ¿pero no llegabas mañana?......, preguntó confundida.

“Tuvimos que adelantarlo. Mañana a primera hora debemos finiquitar unos últimos detalles legales que me tienen histérica. Si no lo soluciono, no podremos abrir este fin de semana y todo lo que hemos hecho se habrá ido por la borda. La seriedad de mi marca está en juego. Ahora ten la amabilidad de abrirnos la puerta. Estamos entrando a tu edificio justo ahora”.

“¿Vas a quedarte aquí?”, le espetó Olivia a su prima con los nervios arremolinándose en su estómago y bajo la atenta mirada de Nicolás.




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