¿cuál es la realidad?

Capítulo 25

Tome aquel examen, había perdido la noción del tiempo, cada vez escucho más y más ruidos que no sé de donde provienen, le entregué la carta a mi madre y prometió dársela a Tamara. Según lo que había dicho mi madre y el abogado era que el juez había determinado de que debía permanecer un plazo de ocho meses internada en un psiquiátrico, era más que una pesadilla. Ya estábamos de camino y yo aún no podía creer a donde me dirigía, iba en aquella patrulla y me sentía la peor de los delincuentes. Fue muy penoso para mí, a pesar de que iría a un lugar donde solo estaba lleno de locos.

Mi madre no me acompañaba esta vez, no sé dónde estaba, pero los oficiales me llevaron hasta la clínica psiquiátrica. Por fin había tomado una ducha, mi madre me había traído ropa y me habían dejado ducharme. Me sentía limpia y fresca, había lavado mi cabello y lo había recogido en una trenza que caía por mi espalda, dejando unos cuantos flequillos a los lados y sobre mi frente sueltos.

Yo estaba tranquila, apenas si daba señales de vida en el auto. No decía ni una palabra y solo me dediqué a mirar por la ventanilla los autos que dejábamos atrás mientras mis manos estaban esposadas.

Nos detuvimos frente a un enorme por ton, esperamos a que este abriera sus puertas. El oficial dijo algo, pero no lo escuché, estaba mirando el lugar. Entramos en el auto, él se parqueó a un lado y luego bajó del carro, yo en cambio esperé a que abriera la puerta.

Me bajé del y pasié la vista por todo el lugar, no era tan horrible como lo imaginaba. Era un enorme edificio de cinco pisos, su estilo antiguo de seguro era un poco escalofriante en las noches oscuras de octubre.

—Vamos —me indicó él con voz áspera.

Caminé sin pensar dos veces en hacerlo. Él fue detrás de mí mientras yo iba mirando distraída el lugar.

—Cuidado con los escalones —me dice.

Yo miro hacia abajo y me doy cuenta de que estaba a unos pocos pasos de ellos. Me detengo y lo miro —gracias —le sonrió y él hace lo mismo.

Doy unos cuantos pasos y cuando subo al primer escalón me detengo, me doy media vuelta y digo:

— ¿Usted cree que soy mala? —Le pregunte mientras mis ojos estaban entrecerrados por el potente rayo de luz que los cegaban.

Él me mira incrédulo de lo que le estaba preguntando, después de unos cuantos segundos me responde.

—No creo que seas mala, lo que ocurrió pudo haber sido consecuencia de tu enfermedad, quizás si no hubiera sido por esta no lo hubieras hecho y no estarías aquí, así que no pienso que seas mala, lo malo es esa enfermedad que tienes.

Lo miré y me sentí satisfecha de su respuesta. Le sonreí sin separar mis labios y continúe caminando.

Entré a aquel lugar por unas enormes puertas de cristal. Era lindo, estaba limpio y ordenado, olía a rosas. Vi a mujeres y hombres con uniforme que se paseaban de un lado a otro. Había un gran mostrador color blanco que terminaba donde iniciaba un largo pasillo. El techo era azul, azul marino con hermosas luces. Era un lugar de en sueños, bien dicen que no juzgues un libro por su portada.

Él oficial se acercó a una de las señoritas que estaban en el mostrador. Allí hacia un poco de frio y mi camiseta no era tan caliente como deseaba en este momento. Vi una fila de sillas y me acomodé en una de ellas mientras el oficial hacia su trabajo. Seguí mirando el lugar y junto a mi había una hermosa planta, no sé qué tipo era, pero sé que era muy bonita y ese hermoso toque natural que le daba a la habitación era armonioso.

Tras unos cuantos minutos la joven se acerca a mí y tras ella el oficial.

—Bien Stheisy, mi nombre es Esberlin—se presenta mientras me sonríe.

—Por favor Stheisy, ponte de pie —me indica el oficial.

Me pongo de espaldas a él para que me retire las esposas. Cuando lo hace miro por encima de mi hombro y cortesmente de doy las gracias.

—Él me mira y me sonríe —espero que te mejores muy pronto —pone su mano sobre mi hombro.

—Por favor acompáñame —la escucho decirme mientras lo vi salir de allí.

Empecé a caminar por aquel pasillo, otra enfermera venia hacia nosotras en ese momento.

—Clara, por favor, llévate a la señorita, es la nueva sobre la que hablábamos hace un rato, por favor llévala en el área que estará ubicada.

—Sí claro —por aquí señorita, me indica ella.

Nos subimos en un ascensor, donde empezamos a subir, este se detuvo en el tercer piso y quedamos frente a frente a un pasillo. Seguimos caminando y llegamos hasta otro pasillo que estaba lleno de habitaciones.

—Mira Stheisy, esta es tu cama —me indica ella después de pasar por otras tres.

Le eché un vistazo al lugar y no era mi estilo. La habitación era grande, había pequeñas camas allí acomodadas a una distancia prudente, pero me aterró la idea de dormir junto a otros locos. Habíamos atravesado la puerta que tenía una pequeña ventana demasiado elevada como para poder ver.



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En el texto hay: mentiras, psiquiatra, enfermedad mental

Editado: 02.02.2019

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