¿cuál es la realidad?

Capítulo 28

Era suficiente por hoy, creí que mi madre vendría a verme, no sé si eso era posible, pero me hubiera gustado saber si le entregó la carta a Tamara. No comprendía nada, me sentía confundida, ella me ocultó todo eso sobre mí, me prohibió investigar sobre ella y ahora no comprendo por qué, por qué lo hizo. Me gustaría una explicación para ello, porque honestamente no estaba entendiendo porque lo hizo si mi enfermedad era algo tan grave. El doctor no me lo dijo, pero sé que estoy muy mal, con el simple hecho de saber de qué no puedo distinguir algunos síntomas de mi enfermedad y eso me aterra.

Ya era hora de ir a la cama, no tenía sueño era muy temprano para mí ir a dormir. Una enfermera se acercó a nosotros y nos acompañó junto con otros a que nos fuéramos a la cama. Ella me acompaño a mí. Tranquilamente llegué a mi cama junto con ella cuando otro enfermero se acercó con una bandeja en la mano, tenía unos vasitos sobre esta. La enfermera tomó uno y me lo pasó.

— ¿Qué es esto? —Les pregunté.

—Solo son unos medicamentos que te tocan tomar. Por favor tómatelas.

— ¿Y el agua? —pregunté. Yo no me iba a tomar esto a cecas.

—Pásame por favor la botella —dice ella rezongando.

La tomé y me las eché en la boca. Ella se quedó viéndome mientras lo hacía. Me tragué la pastilla y le entregué el vaso.

Ella salió de mi habitación y cerró la puerta, me acerqué a esta y vi por la pequeña ventanilla que había en esta.

—Vete a dormir —dice la enfermera.

Ella cerró la ventanilla de golpe mientras yo aún estaba viendo a través de ella. Di un salto del susto. Me di vuelta y vi mi cama a unos cuantos pasos. Me acosté sobre esta y se me hizo casi imposible poder conciliar el sueño, todos los demás parecían dormir muy tranquilos o por lo menos así se veía.

La oscuridad de la habitación, el horrible color gris de las paredes, aquella cama rechinante cada vez que me movía, esa ventanilla que había en la habitación, tan alta que ni podía ver a través de ella. Sentía frio, tenía frio y deseaba que ya fuera de día. No me agrada para nada estar en este horrible lugar.

 

Pasaron los días y las cosas seguían igual, mi madre no había ido a verme uno de mis peores miedos se volvían realidad: mi madre se había olvidado de mí en este horrendo lugar. Quiero salir de aquí, No sé nada de Tamara, no sé nada de Travis, no sé nada de mis amigos. Tengo que buscar la manera de escapar de esta horrible prisión, no sé qué era peor, si la cárcel o esto. Eran un hecho que mis compañeros estaban locos, totalmente locos, creo que yo era la más normal del grupo. Ahora mi amiga es Leah, aunque Matt y Darling en cambio querían que me acercara más a ellos, pero no me daban buena espina. Ellos me daban un poco de miedo, no por su apariencia porque Matt era muy guapo y Darling era una inmortal hermosa, pero ellos, sus actitudes eran pésimas: no me gustaban sus personalidades.

 

Yo estaba viendo televisión en aquella gran habitación compartida, Matt y Darling estaban sentados en una mesa hablando de quien sabe de qué. Mientras que Leah me estaba haciendo compañía. Estaba jugando con un insecto que había encontrado muerto en una esquina, yo solo trataba de no verla porque era asqueroso.

Ella estaba tirada en el suelo mientras jugaba con este, mientras que yo miraba mis caricaturas de la mañana.

¿Qué pasaría con mis compañeros? Me pregunté.

Me pregunté esto sin siquiera saber por qué, a mí esos tontos ni me importan, no sé de donde me nació preocuparme por ellos. A veces me asusto de mí misma por cosas que pienso.

Me pongo de pie y me dirijo a la ventana.

Vi a un pequeño grupo que parece que lo habían sacado al patio. Los veo unos cuantos sentados y a otros parados. Meo a un chico solo, sentado en una mesa, tenía un cuaderno frente a él y me dio la impresión de que estaba leyendo. Leah se acerca a mí.

— ¿Qué ves? —Pregunta con su voz dulce.

—Veo a ese chico, al igual que todos los demás ellos son tranquilos, cada quien está en su propia burbuja.

—Sí —contestó.

Me alejo y camino hacia la puerta.

— ¿A dónde vas? —Escuché que ella gritó.

Caminé por el pasillo, con pasos apresurados bajé las escaleras hasta llegar al patio. Abrí la puerta, algunos de ellos me miraron, miré hacia los lados y lo vi allí sentado. Cerré la puerta con cuidado y caminé entre ellos. Muchos ni notaron mi presencia allí, pero no me importo, solo quería saber quién era él. Me acerqué lentamente hasta su mesa, lo miré y él ni me notó. Observé su cuaderno y me di cuenta de que estaba dibujando: era un hermoso retrato de una mujer.

Me senté junto a él y empecé a verlo mientras dibujaba.

— ¿Te gusta mi dibujo? —Preguntó mientras continuaba lanzando algunos trazos al papel.



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En el texto hay: mentiras, psiquiatra, enfermedad mental

Editado: 02.02.2019

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