¿cuál es la realidad?

Capítulos 34

Estábamos más calmadas, yo estaba junto a la ventana como acostumbraba hacer, con el pasar de los días ese se volvió mi lugar favorito porque podía ver a Robert desde allí. Verlo dibujar en su cuaderno en su lugar favorito. Tenía desde aquel día que no lo veía, ni quería estar con él. Aunque extraño ir a donde él está, ese tonto, como me habló, como si él fuera más importante que yo. ¿Quién se cree que es?

Miro por el cristal mientras estoy parada con mi cuerpo apoyado de un lado de la ventana. Quería contener mis ganas de bajar y hablarle, ni si quiera me di cuenta de cuando empezó a importarme, no sé si me interesa amorosamente, no estoy segura de eso, es más bien que me siento preocupada por él. No creo que sea ¨amor¨ dudo que sea eso, para mí es algo más que un simple querer. Me siento preocupada por su estado. Él no habla con sus compañeros o más bien no veo que lo haga y eso me resulta extraño, que tan mal puedes estar como para querer ser invisible y que el mundo se olvide de tu existencia, hasta el punto que nadie se dé cuenta de que están compartiendo una misma habitación contigo. No puedo más, porque si quiero ayudarlo tiene que ser tan tonto ¿Será que nunca tuvo ese apoyo que le estoy oreciendo? 

— Stheisy, ¿Qué ocurre? —Pregunta Leah.

La miré por unos segundos y luego volví la mirada hacia él otra vez. Sentí como su mano se posaba sobre mi hombro, elevé la mía hasta donde estaba la de ella encontrándose sobre mi hombro. Algo dentro de mí me decía que bajara, no sé qué debía de hacer.

—Stheisy, olvídate de ese chico. Sé lo que te pasa, pero no vale la pena. Trataste de ayudarlo y él no la quiso. Ya olvídate de eso, es un tonto, que no valora lo que hacen por él. Ya déjalo, si quiere vivir una vida solo que lo haga, ese ya no es tu problema.

—Reflexioné sus palabras por unos minutos. Finalmente respondo convencida de que es lo correcto. —Si él no quiere mi ayuda no me importa, pero no me cansaré de intentarlo—. Tomé la mano de Leah y la quité de mi hombro.

Me alejé de allí y salí al pasillo, caminé por allí, vi los enfermeros pasar junto a mí y no decir nada. Hoy era mi día de suerte, pensé. Tomé velocidad y me dirigí hasta las escaleras. Llegué hasta el patio donde él se encontraba. Corrí entre los locos hasta llegar a la mesa donde él estaba.

—Escúchame ahora —digo deteniéndome junto a él.

Robert gira su cabeza y me mira.

—Yo lo miré y permanecí en silencio— Hazlo como tú quieras, no me importa, si quieres ignórame, si quieres actúa como tonto como lo has hecho hasta ahora. Nada de eso me importa. Yo solo quiero pasar tiempo contigo, pero si me ignoras cuando intento ayudarte no podré lograr nada. En absoluto —él continúa viéndome —no sé por qué me importa tanto, pero siento que puedo ayudarte, y quizás no sea tanto por ayudarte, sino para saber qué te ocurre. Estas todo el tiempo callado y solo, entristecido, ni siquiera te relacionas con tus compañeros, dudo de que ellos sepan que existes. Por favor, si no quieres compartir con ellos, está bien lo comprendo, pero por favor, permíteme a mí acercarme a ti ya que tanto lo quiero. Aparte no dejaré de molestar hasta que me digas que sí. Por favor, no me pidas que me vaya —ruego.

Él me mira fijamente para luego decir:

—Está bien, está bien, dejaré que te acerques a mí, pero con una sola condición…

Mis ojos se iluminaron en ese momento.

—No quiero que te comportes como si fueras mi madre.

Me entusiasmé tanto, no pude parar de sonreír desde que me dejó estar con él.  Me senté junto a Robert y lo vi dibujar por unos minutos. No pude contenerme más y rompí el silencio.

—Oye —dije mirando su rostro.

Él se giró hacía a mí, sentí un tirón en el estómago: no esperaba que lo hiciera. Lo miré relajada y nuestras miradas se unieron como eclipsé en el cielo.  Le regalé una media sonrisa de lado, noté como miró mis labios.

— ¿Desde cuándo dibujas? —Le pregunté.

—Desde que tengo uso de razón creo, no me acuerdo cuando empecé, solo sé que lo hago desde siempre.

—Escuché que muchas personas expresan sus sentimientos otra vez de ate, tú lo haces por los dibujos —miré lo que hacía —¿Qué dibujas?

Eran solo unas siluetas, siluetas humanas sin nada de especial, una prenda un vestuario, más bien eran unas sombras porque estaban rellenas con el color gris del lápiz.



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En el texto hay: mentiras, psiquiatra, enfermedad mental

Editado: 02.02.2019

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