¿cuál es la realidad?

Capítulo 38

Mi madre y yo empezábamos a tener una conversación acalorada. Traté de no alterarme, pero empezaba a perder la paciencia.

—Respóndeme —le exijo.

—Tamara, ya te hablé, simplemente no quiero que la veas así, así no es como quiero que la veas.

—Pero, mamá, es mi hermana ¿Cómo vas a creer que no me voy a preocupar de ella si tengo dos meses y un poco más sin verla? ¿Ni siquiera comprendo bien los motivos, no entiendo por qué mentir de donde ella está, por qué decir que ella está bien? ¿Por qué ocultarle la verdad? Verdad que aun ni siquiera yo comprendo, dímelo.

— ¿Dime cuál es tu insistencia? No harás lo que quieras y no tienes por qué entender nada, solo tienes quince años, al ser adolescente no comprendes estas cosas.

— ¿Qué? ¿Ser adolescente me vuelve una discapacitada?, ¿No puedo pensar por mí misma?, ¿No soy suficiente madura para comprender? Perdón, ser adolescente no significa que tengo la mitad de un cerebro de un adulto. La adolescencia, la adolescencia es la etapa del conflicto con el yo interno. Buscando en nuestro interior quienes somos. Dudamos de nosotros mismos y ahí es donde empiezan limitaciones. Nos sentimos en esta etapa inseguros y somos vulnerables, blancos fácilespara aquel que se quiera aprovechar de nuestrainocencia. Empezamos a buscar nuestro lugar en la escuela y en los diversos grupos.

Es la etapa del yo y la experimentación. Etapa en la cual nos queremos comer al mundo. Es donde cometemos los errores que nos marcarán para toda la vida. Se empieza a unirse en diversos grupos con la idea de que ellos pueden entender lo que nos pasa y finalmente es la etapa en la que se cree en todo y en nada, la adolescencia no es una enfermedad, es una etapa —al culminar mi perfecto discurso donde explico claramente el concepto de adolescencia, claramente obviando algunas cosas pude demostrarle a la excelentísima de mi madre de que no estoy tan perdida como ella presume.

—Tamara… —finalmente dice.

—No me digas otra vez que no lo voy a comprender —la interrumpo.

Me cansé de su monologo de madre preocupa, todos sabemos qué clase de mujer es esta, se pasa todos los días en la clínica y ni siquiera se ha asomado a ver a su hija, a ver como está, si está comiendo bien, si le hace falta algo. No, solo le importa esa tonta enfermedad que aun no comprendo por qué es que es tan importante para ella. ¿Por qué tenemos que mentirle a Stheisy, ¿Por qué es que no puede saber la verdad? Ella tiene sus derechos y tiene derecho a saberlo. Ella si es una joven ¨madura¨ bueno, eso se supone, tiene ya diez y ocho años de edad. Se presume que tiene que comprender las cosas y no, según mi madre Stheisy no puede estar al tanto, tiene que permaneces así hasta que se cure, pero vamos, hasta mi madre está perdida porque esa enfermedad no se cura. Entre todas las locuras esta es de la cual pocos se curan. Me gustaría ayudar a Stheisy, pero no sé cómo lo haría, tengo que buscar la manera de hacer algo por ella. Las cosas tienen que cambiar, drásticamente todo tiene que empezar a ser diferente. No puedo seguir llevando este tipo de vida que es una completa farsa.

—Escúchame, escúchame bien Tamara Marí Coleman, tú te callarás y si te atreves a decirle algo a tu hermana, no sabes lo que te espera, te costará muy caro. Esto no es un juego, es muy serio lo que está pasando —me señala con el cuchillo en manos—. Así que no me quiero enterar de que has hecho de las tuyas y has comentado o visto a tu hermana, ¿Entendido? —Me mira con sus ojos intimidantes y grandes.

—No, si descubro la verdad y no es de parte tuya, o no le dices la verdad a mí hermana… a ti es a quien le va a pesar por mantenernos engañadas por tanto tiempo. Dime, desde qué edad ella está enferma —me pongo de defensa.

Ella clava su mirada en mis ojos, ya no le temo a sus amenazas, ya no me importan porque necesito sacar a Stheisy de esta bola de mentiras en la cual ni ella, ni yo, ni nada comprende a excepción de mi madre.

—Mamá, respóndeme, respóndeme ahora —insisto.

—Tamara vete a tu cuarto…

—Pero mamá…

—Que te vayas —me grita.

Mis ojos se llenaron de ira, era para mí imposible ocultar mi enojo. Apreté mis dientes mientras trataba de no decir todas las cosas que me estaban pasando por la mente en ese momento. Desvié la mirada y vi la puerta.

—Me voy —salgo de allí sin escuchar su respuesta.

Salí de casa y escuché que ella me gritaba, miré hacia atrás y vi que ella abrió la puerta. Mi instinto me dijo que corriera y mis pies hicieron caso. Corrí, corrí lo más rápido que pude, corrí por el vecindario. Me dirigí al parque que estaba próximo a este. Mi madre no me seguía, pero yo aún continuaba corriendo. Un chico viene corriendo contrario a mí y sin darnos cuenta nos enredamos e inevitablemente caí al suelo y di unas cuantas vueltas por el suelo raspando mis manos y mi rodilla.



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En el texto hay: mentiras, psiquiatra, enfermedad mental

Editado: 02.02.2019

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